Andrés Montes, porque la vida puede ser maravillosa

Porque un tiempo muerto nunca dio para tanto. Dos minutos en los que los entrenadores jalean a sus jugadores para que den más en la pista, para que remonten, para que sentencien, para que despierten… Pero los que de verdad despertábamos éramos los que estábamos frente al televisor, era nuestro momento, era el de Andrés Montes, Antoni Daimiel y sus historias, eran esos dos minutos en los que nunca sabías qué escucharías pero sí que sería interesante. Anécdotas de la calle y de andar por casa, lo mismo te contaba algo sobre ese magnífico restaurante en el que estuvo hace años que te daba una clase de cocina explicándote la importancia de esas gotas de vinagre en las lentejas.

Porque con Andrés la NBA tomó otra dimensión. Los triples retumbaban al ritmo de ‘ra-ta-ta-ta-ta…’, los tapones se convirtieron en pinchos de merluza, Wilma abrió la puerta y la liga se llenó de jugones. Estábamos ‘in the ghetto’ en el que la fiebre amarilla pasaba ante el Gran Gatsby de la Gran Manzana con su artículo 34. Estábamos donde el hilo de seda tocaba la melodía de seducción para intentar sobreponerse al ‘tiempo de un killer’. Estábamos donde tras años de su partida volvió a aterrizar E.T. Estábamos donde las Aerolíneas Jordan dejaban al cartero sin correo y al ordenador sin memoria. Estábamos donde Dios volvió a disfrazarse de jugador de baloncesto mientras teníamos la suerte de presenciarlo.

Porque no era sólo ver baloncesto, era disfrutarlo, era esperar con ansia durante el día, era vivirlo desde que esa melodía anunciaba que en breves instantes Andrés estaría con nosotros, era nerviosismo por saber qué se le ocurriría, qué te diría, era nostalgia un segundo después de concluir la retransmisión, y de nuevo era ansia antes la siguiente cita.

Porque ‘I love this game’ en gran parte por él. Porque ahora dormir es de cobardes pero en aquellos tiempos no hacía falta dejar de serlo, no había opción, ¿se podía conciliar el sueño con Andrés al otro lado de pantalla? Difícil por no decir imposible. Y si te obligaban por motivos escolares… entraba a cancha el VHS para deleite de la tarde siguiente.

Porque había veces que se podía incluso olvidar del partido, de cómo iba, de quién había metido la última canasta, de si había sido perdida o falta; pero lo que nunca olvidaba era cómo hacer disfrutar a quienes cada madrugada, entre sueño e ilusión por volver a disfrutar de la NBA de Andrés Montes, eran ‘bienvenidos al club’.

Porque se cumplen cuatro años desde que falleciese pero sus gestos, sus frases, sus motes, su entusiasmo, su alegría, su fuerza, su sabiduría, su ritmo, su ímpetu, su carisma siguen presentes. Porque estamos aquí, viviendo la magia del basket, ¡porque la vida puede ser maravillosa!


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