Anthony Davis: escuela de verano

En uno de los primeros días de los que el Team USA pasó reunido en Las Vegas preparándose para los Juegos Olímpicos de Londres, Blake Griffin estuvo un buen rato trabajando en su jumper tras paso al frente o dribbling de salida. Una vez tras otra. Y luego algunas veces más.

Junto a él, corrigiéndole los defectos al tiempo que animándole en tal cometido, no estaba ningún miembro del staff técnico que acompaña a los americanos, y sí su compañero Carmelo Anthony, cuya versión del movimiento en cuestión quizá sea una de las más perfeccionadas. “Si lo aprendes, vas a ser imparable”, le decía Melo. Cierto. Ningún defensa sabrá qué hacer entonces con Griffin, cautelosos todos como están de su poderoso primer paso, previo a un mate carne de highlight.

Mientras el Comisionado David Stern sugiere que quizá haya llegado el momento de que el baloncesto olímpico sea exclusivo para jugadores menores de 23 años, uno de los mayores argumentos de los protagonistas para mantenerlo abierto a todas las edades es que, en vez de estar poniendo a los más valiosos activos de la NBA en riesgo, participar les ayuda a ser mejores.

Para muchos de los más jóvenes seleccionados, pasar un verano al lado de los mejores jugadores de la NBA significa graduarse en la más prestigiosa escuela superior, poseer el más reputado máster. Pueden, con ello, aglutinar nuevas armas en su juego, aprender a preparar partidos, a ser lo más competitivos posible y matizar algunos de sus movimientos. Y los beneficios de todo ello son bien tangibles.

Consideremos el Mundial que Estados Unidos ganó en Turquía ahora hace dos veranos y lo que significó para la mayoría de su roster en la temporada posterior.

Derrick Rose ganó nada menos que el MVP de la regular season. Lamar Odom fue considerado el Mejor Sexto Hombre de la Liga. Kevin Love pasó de las dudas sobre su potencial a ser All-Star. Como lo hizo Russell Westbrook. Tyson Chandler fue, por su parte, decisivo en la consecución del primer anillo de la franquicia de Dallas.

Es más fácil imaginar ahora cuántos jugadores pueden beneficiarse de su estancia en este Team USA este año. Aunque ninguno recogerá recompensa mayor que la que obtenga el jugador número doce, el último en la rotación de Mike Krzyzewski. Anthony Davis, el rookie del equipo, el número uno del pasado Draft.

Davis, 19 años, está participando de los Juegos Olímpicos solamente por la plaga de lesiones que inundó al Team USA durante las últimas semanas antes de los training camps. La última de las cuales, la que finalmente abrió la puerta a Davis, la del propio Griffin, acontecida justo el último día de estancia del equipo norteamericano en Las Vegas.

Davis jugó los últimos ocho minutos de la cómoda victoria inaugural del Team USA ante Francia. Y en la paliza ante Túnez (110-63) anotó 12 puntos (cinco mates y un par de tiros libres), cogió 3 rebotes, robó un balón y taponó un tiro; todo ello en catorce minutos sobre la pista.

Mientras sus contemporáneos se pasaron gran parte del mes de julio “bautizándose” profesionalmente en las Summer Leagues, Davis recibe ahora en Londres su particular baptismo al más alto nivel competitivo internacional. En el mejor escenario. A veces, esto significa tener que vérselas con la sabiduría de veteranos NBA como el francés Boris Diaw. Otras, sin embargo, significa luchar contra jugadores tan atléticos como portentosos como el tunecino Makram Ben Romdhane, cuyo partidazo ante el Team USA no ha pasado desapercibido por el mundo del scout americano.

Dicen algunos miembos de la plantilla de Mike Krzyzewski que jugar por tu país es distinto. Más intenso. Y que eso se traslada en la pista. En el caso de Anthony Davis, sin embargo, la educación no viene de lo que suceda en los encuentros y sí en los entrenamientos. O hasta en lo más básico: el simple hecho de estar rodeado de los mejores jugadores del planeta en la cima de sus respectivas carreras.


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