Atlanta Hawks: el caso de una grandísima temporada empañada por un decadente final

Tanto nadar para acabar ahogándose en la orilla.

La temporada de los Hawks ha llegado a su fin. Un camino largo y tedioso marcado por multitud de fases que han hecho que medir el verdadero potencial del equipo haya sido cosa casi del más puro azar.

Ahora el discurso sobre el devenir de la franquicia puede ser paupérrimo, visto su desempeño en los Playoffs, pero no se puede olvidar tampoco algunos de los hitos que han ido alcanzando durante la pasada regular season. Aunque eso también genera una apremiante sensación de vértigo sobre lo que podrían haber conseguido y no han hecho.

Desde luego que enero fue su mes. Mejor dicho, el mes. Atlanta completaría el mejor período de 30 días en toda la historia de la NBA gracias a una racha de 17-0, la cual elevó las expectativas sobre el equipo y mediatizó desde entonces cualquier encuentro que jugasen, estirando sus resultados hasta alcanzar 33 triunfos en 35 encuentros. Casi nada.

Un juego vistoso, construido sobre el movimiento de balón y la búsqueda del “gran lanzamiento” empezó a caracterizar a unos Hawks que incluso llevaron al All-Star 2015 a cuatro jugadores. Todo fluía. Y eso no era fácil tras un verano salpicado por las controversias sobre racismo que podían haberles llevado a una situación como la de los Clippers.

Mike Budenholzer tomó las riendas de los Hawks con pulso firme e ideas colectivas que lograron dar con el tono que necesitaba el equipo. Como récord histórico para la organización, llegarían a la siempre significativa cifra de las 60 victorias y la sensación de que si jugaban como a principios de año, eran casi imparables. El premio final para Budenholzer sería ser designado como Mejor Entrenador del Año, recompensando la gran campaña de los suyos.

Pero en todo camino siempre hay baches, y a los Hawks se les presentaron rápido. Diferentes lesiones en sus hombres importantes, un Thabo Sefolosha con problemas con la justicia y la falta de respuesta en la profundidad del banquillo empezaron a sacudir a los pupilos de Budenholzer. Los resultados comenzaron a resentirse, el ritmo cayó y finalizaron la regular con un regusto amargo.

Parecía un simple aviso, pero en Playoffs se constató que era más grave de lo que se pensaba. El equipo, a excepción de algún encuentro suelto, no dio la sensación de haber recuperado ese gran juego y sufrieron más de lo previsto para alcanzar la Final del Este. Ha sido justo ahí cuando el desplome absoluto ha hecho acto de aparición.

Un excelso LeBron James les ha infligido un incontestable 4-0 y les ha mandado para casa. Así, sin estirar la eliminatoria un centímetro más. Y haciendo que los Hawks sean el primer equipo que alcanza 60 victorias y es barrido de una serie sin haber ganado un solo encuentro desde que le ocurriera a los Lakers en 1998.

Por contextualizar aún más las estadísticas conseguidas, Atlanta poseía un registro de 21-12 frente a los otros 13 equipos que tenían un balance ganador, y estaban siempre en el top10 de equipos con mejor eficiencia ofensiva y defensiva.

Shock entre los jugadores

Esta eliminación ha caído como una losa en el vestuario de los de Georgia. Difícil creer que la gloria del éxito solamente la hayan podido saborear en temporada regular y no cuando realmente importa.

“Tenemos un sistema parecido al que tienen los Spurs, y les hemos visto ganar campeonatos”, expresaba un triste Jeff Teague. “Hay que ser capaces de jugar bien durante cada momento, y no lo hemos hecho en esta serie”.

De la misma opinión era Budenholzer, quien señaló que “en el vestuario ya sólo teníamos en mente los Playoffs. Hay que centrarse en ellos, en el crecimiento y experiencia que aporta también una derrota como ésta”.

Qué pasará este verano

Ahora toca sentarse y analizar. Ver por qué ha ocurrido lo que ha ocurrido y planificar decisiones en vista de ello. De momento, y saltándonos esa parte, lo que tienen los Hawks sobre la mesa son dos situaciones que han de atajar más pronto que tarde.

Ambas tienen que ver con dos de los pilares del equipo: Paul Millsap y DeMarre Carroll. Serán agentes libres a partir del próximo 1 de julio y, a buen seguro, ofertas para cambiar de aires no les van a faltar.

Tanto Millsap como Carroll han capitalizado muchas de las opciones que los Hawks han manejado este año y si tenían pensado continuar luchando por seguir entre los favoritos, quedarse con ambos jugadores es una necesidad igual de imperiosa que reforzarse para ser más fuertes el próximo año.

Quizás recuperar el juego y resultados de enero sea una utopía. Quizás lo más conveniente y adecuado sea resituar de nuevo su estilo y adaptarlo a los recursos que tienen para no acabar la temporada asfixiados y sin opciones de plantar cara a los “cocos de la liga”. Quizás.

Lo que sí está claro es que en Atlanta ya han visto que competir es posible y lo positivo para ellos es que tienen las armas para hacerlo. Ahora es cuando deben aprender a usarlas mejor. Budenholzer ya ha demostrado inteligencia, pero le toca mostrar clarividencia para atajar los problemas padecidos. Poniendo en liza esa destreza requerida, no hay motivos para no creer que los Hawks puedan ser serios candidatos al anillo. Y entonces tanto nadar puede no ser para acabar desfalleciendo en la orilla.


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