Carta abierta al ego de LeBron James

Ningún jugador en la extensa historia de la NBA ha levantado tantas expectativas como tú, LeBron James. Nadie niega que gran parte de ellas fueron creadas por tu combinación de habilidades atléticas y talento mayúsculo. Pero cuando lo que se pone sobre la mesa es una reflexión sobre tu ego, las conclusiones no son para nada favorables a tus intereses.

Listo para empezar tu novena temporada en la Liga, tu carrera ya es merecedora de inclusión en el Hall Of Fame de Springfield. Siete veces All-Star, dos veces MVP y un título de máximo anotador de la NBA. Y, aunque suena muy bien, dos son las cosas que te faltan: un anillo y el respeto generalizado del aficionado.

Particularmente, a uno siempre le has gustado mucho, LeBron James. Tu estilo de juego y enorme potencial para lograr grandes objetivos siempre han llamado la atención de los seguidores de la Liga. De muchos. Pero, al mismo tiempo, es del todo comprensible que la mayoría de los fans de la NBA tengan una visión negativa de tu conducta.

El respeto y la adoración no te hacen ganar un campeonato, pero sí son factores clave para dictaminar cómo la historia te recordará. Los ejemplos aquí de Mike Tyson, Michael Vick o Tiger Woods sirven para recordar como actitudes reprochables afectan a las vidas y las carreras de deportistas de primer nivel. A diferencia de ellos, tu no has hecho nunca nada moralmente reprobable, pero tu ego se está llevando por delante lo mejor de ti mismo.

LeBron James, tu no eres odiado por haber decidido llevarte tus talentos a Miami. Es la manera como decidiste comunicar tal decisión al mundo lo que dañó tu imagen. Desafortunadamente para tí, siempre serás centro de atención no importa lo que hagas. Pero no por ello está justificado autoproclamarse el centro del universo con tus propias acciones. Jamás te escondes ante un micrófono o una cámara, pero retarse ante ellos continuamente te perjudica más que beneficia. Tweets sarcásticos, a menudo sobre temas que no te conciernen, son solo la gota que colma el vaso, o la última excusa que tienen tus críticos para llenarse de razones en tu contra. Una cosa es asimilar mejor o peor la atención que uno genera. Otra bien distinta es fomentar con tu propia actitud voluntaria el crecimiento imparable del odio.

En la pista, algunas de tus posturas son también caldo de cultivo de tu mala imagen. Como cuando, tras la derrota de tus Cavs en las Finales de la Conferencia Este de 2009 ante Orlando Magic, fuiste al vestuario directamente sin dar la mano a tus rivales. O con tus continuos comentarios llenos de ironía y queja a los árbitros durante los partidos y por los que la NBA ya cambió el reglamento la temporada pasada.

Sobrellevar y promocionar apodos como “The King” o “The Chosen One” es bastante atrevido por tu parte ya de por sí. Aún así, si lo que quieres es quedarte con ellos, mejor merécetelos, y no solo dentro de la pista. Michael Jordan era “Air” Jordan porque nadie aguantaba tanto tiempo volando como él. Muhammad Ali era “The Greatest Of All Time” porque todavía tiene que aparecer un boxeador mejor de lo que él fue. Donde esto quiere llevar es, actúa como tus apodos o abandónalos. ¿Qué es un rey sin corona?

Una de las cosas que, sin venir redactada en el contrato, llega con el profesionalismo en el deporte son las críticas. En la NBA, más tienes cuanto mejor eres. Y la actitud ante ellas no puede ser otra que la del silencio por un lado, y el esfuerzo por el otro. Grandes jugadores como el propio Jordan o Kobe Bryant han tratado siempre que sus actuaciones sobre el parqué dejaran poco espacio a las críticas. Ambos han tirado de instinto asesino ante situaciones límite en la pista, una actitud que tu, LeBron James, deberías hacer tuya más a menudo.

Se trata de que tu juego y tu talento hablen por tí en la pista. Sí, ya eres un futuro Hall Of Famer, pero aún te queda mucho trabajo por hacer para entrar en el debate de los mejores jugadores de la historia del baloncesto. ¿Cómo silenciar las críticas? Muy simple, dejar el egoísmo de lado y empezar por ganar un anillo.

Podrás entonces quedarte con los apodos, usar el trashtalking tantas veces como quieras y acallar a los críticos… “tan solo” si ganas un anillo. En este sentido, garantizar varios títulos como hiciste junto con tu amigos Wade y Bosh en tu presentación con los Heat no es suficiente. Se trata de comenzar ganando el primero, antes que nada. Construiste tu solito a un aspirante a campeón en tus días en Cleveland, y no has fracasado del todo en tu primera temporada en Miami llegando a las Finales de la NBA; pero lo que en realidad cuenta para tener una carrera digna de mención es levantar el Larry O’Brien Trophy en el mes de Junio. Y eso, sigue en tu debe, LeBron. Consíguelo, King James, y no solo obtendrás la redención como jugador sino también como persona.

Nadie puede discutir que mereciste toda la atención que los medios tuvieron sobre tí en tus años en el instituto. De hecho, a día de hoy, eres seguramente el mejor jugador de la NBA, y todavía eres joven. A tus 26 años, Bron, estarás en las próximas temporadas en la cúspide de tus capacidades técnicas y físicas. Es ahora el momento de merecerte también los apodos que tu mismo promocionas.

Cierto es que lo raro es encontrarse con atletas que no tengan un lado egoísta muy pronunciado, pero los más inteligentes jamás permiten que sus egos sean mejores que ellos. Como fans querríamos que nos gustaras más, James, pero demasiado a menudo es duro defender tus actuaciones/declaraciones. Tras un gran número de oportunidades tanto dentro como fuera de la pista, has fracasado como aglutinador de admiración general, así que ahora debes trabajar en tratar de restaurar tu dañada imagen pública.

Menos sensacionalismo y más victorias. Menos egoísmo y el primer anillo.


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