Un vistazo a Doc Rivers

Una década después de enfermar para siempre del bacilo de la NBA, sigo sin tener la respuesta. Por más que emborrono cuadernos no descifro la ecuación. No sé cuando un entrenador es bueno y cuando rematadamente oportunista. Y esto es así porque, cuando empiezas a convencerte de algo de ello, estos te rompen el corazón.

A diferencia del basket FIBA, dónde prevalece por encima de todo lo táctico, en Norteamérica prima lo técnico. Como todo, tiene sus cosas buenas (como esta web y su indómito foro) y sus cosas no tan buenas. Parafraseando en lo deportivo a un sabio encorvado de un lugar muy muy lejano, el talento lleva a la arrogancia, la arrogancia lleva al conformismo, y el conformismo lleva a la holgazanería. La holgazanería, la desidia estratégica provoca un despilfarro de talento demasiado común en la NBA. Y de tan común que es, nos hemos acostumbrado a bajar al subsuelo el listón de la exigencia.

Gregg Popovich, quién sino, abre las puertas de una senda alternativa. Por él sabemos que sí existe otra opción. La del entrenador que, una y otra vez, incansable, encuentra el modo de ridiculizar las debilidades y anabolizar las fortalezas. De purgar la mediocridad en su vestuario, transformándola en activos altamente aprovechables. Alejarle los micros y las preguntas, no son lo suyo. Id a su terreno y darle al carpintero piezas rugosas y con aristas, que él las lijará y pulirá hasta que encajen con las buenas, logrando un puzzle perfecto y, de la nada, un equipo candidato.

Los Clippers, excedentes de talento

Cuando el 27 de octubre decidimos mojarnos, yo sentí que apenas sumergía los pies. Mis compañeros apostaron a caballo veterano, a équites de mucho recorrido. Spurs, Warriors, Cavs, Thunders…todos eran una jugada segura.

¿Pero era acaso la mía más arriesgada? Pues nos encontrábamos ante una plantilla formidable.

Chris Paul y Blake Griffin; bajo lentes objetivas, ambos top 3 en su posición. Para cazar cualquier balón que desafiara los cielos, en alley-ops o a modo de rebote, ahí estaba DeAndre Jordan. El pívot del verano entorno al cual, al menos a ojos de Mark Cuban, se podía reconstruir una franquicia. Y luego Jamal Crawford, probablemente el mejor 6º hombre del siglo XXI. Todos ellos venían de jo-robarla ante los Rockets cuando ya tuiteaban las Finales.

A ese grupo altamente cohesionado, solo se le ponían un par de «peros»:

  • Que son una franquicia tradicionalmente perdedora —una bobada fetichista tan mayúscula que no me pienso entretener—.
  • La preocupante falta de banquillo.

Desechado lo primero, pisó fuerte la directiva para subsanar lo segundo contratando dos géiseres de talento indomable: Lance Stephenson y Josh Smith. Dos bombas de vestuario de esas que conviene temer…a no ser que dispongas del gestor adecuado. Me voy explicando, ¿no?

Glenn Anton «Doc» Rivers, se curtió en Orlando y se hizo grande en Boston. En 2008 se eternizó su nombre. En que esto sucediera, casi seguro que algo tuvieron que ver cuatro jugadores: Rajon Rondo, Kevin Garnett, Ray Allen… y Paul Pierce (sí, no me había olvidado, ‘The Truth’ también juega ahora en los Clippers, pero recordarlo me parecía de un abuso innecesario).

Qué porcentaje de culpa tuvo cada parte en aquél Larry O’Brien o incluso en las Finales de 2010, donde Lakers se tomaron la revancha; ésa es la cuestión.

Merece la pena rescatar que Rivers tomó la pizarra del TD Garden en 2003, y fue precisamente aquel 2008, tras dos años sin oler los Playoffs, con los fichajes estivales de Allen y Garnett, cuando estrenó su palmarés colectivo. En lo personal, digámoslo todo, disparó su rédito en el año 2000, en su segunda temporada al mando de los Magic (y de Grant Hill, Tracy McGrady o Mike Miller además).

El antes, el durante (y el ahora)

Como en la Teletienda pero al revés: luego el antes, primero el después. Popovich iba resucitar este otoño a Jimmer Fredette mientras Rivers tenía el reto de hacer lo propio con Stephenson. Al final, uno por abandono y otro por omisión, nos dejan con la mesa puesta y sin cenar. Lance malgasta sus días en Los Angeles como esa señora del «antes», en blanco y negro y en pijama, con cara de lunes, y desolada sin su Nicer Dicer.

El hoy entrenador de los Clippers ni siquiera tenía que rescatar a una malograda ex-estrella universitaria. Con Lance bastaba remontarse un par de temporadas atrás y redimir aquella rebeldía versátil que otorgó a los Pacers una espectacular baza inesperada. Stephenson anotaba, asistía y reboteaba. Lo sacaron de su entorno y se desorientó. En los Hornets demostró no servir ni para amago de jugador franquicia. Doc tenía la oportunidad de devolverle a su rol. El segundo espada perfecto y, como en Indiana (con George y Hibbert), brillando tras los focos.

Debacle sería un piropo. Y aprovecho para afirmarlo justo ahora que por fin encadena algo de continuidad. Porque en enero, de catorce partidos, en siete se ha quedado sin jugar. Y en uno —vaya usted a saber porqué— de los que si jugó (21 minutazos), respondió con 16 puntos; por lo tanto, parece, podemos descartar el alzheimer baloncestístico en el ‘soplador de orejas’. Desde que nos adentramos en febrero, por fin, cuatro partidos a razón de 14 minutos de media. Par tratrase de un coach inserto en la élite, son demasiados meses para encontrarle un pequeño hueco a este «todocanchista», e insensato sería lanzar las campanas al vuelo. Por ahora tenemos sus números:

Tabla Lance Stephenson

  • Stephenson en Indiana Pacers 2013/14: 35,3 minutos, 13,8 puntos, 7,2 rebotes y 4,6 asistencias (78 partidos jugados, todos de titular).
  • Stephenson en Los Angeles Clippers 2015/16: 15,6 minutos, 4,6 puntos, 2,5 rebotes y 1,4 asistencias (42 partidos jugados, 10 como titular).

Si a Doc Rivers Stephenson le imputa, Josh Smith le condena. Aquí el delito es dos o tres veces mayor. A diferencia de Lance, el dinámico (power) forward no venía de una temporada convulsa en los Hornets; aterrizaba tras realizar una gran campaña con Houston Rockets. Y en segundo lugar, mientras con el primero aún conserva alguna esperanza, con Smith, directamente, ha tirado la toalla.

En los Clippers llevaban tiempo llorando por un alero así como por un sustituto decente que diera descanso a Blake Griffin. Smith cumplía con su perfil ambas condiciones. Y ahora, en su retorno a Texas, vuelve a demostrar que le sobra madera. Prestemos atención a sus cifras de las dos últimas temporadas:

Tabla Josh Smith

  • Josh Smith en Houston Rockets 2014/15: 25,5 minutos, 12 puntos, 6 rebotes, 2,6 asistencias (55 partidos disputados, 7 como titular).
  • Josh Smith en Los Angeles Clippers 2015/16: 14,3 minutos, 5,7 puntos, 3,9 rebotes y 1,3 asistencias (32 partidos disputados, 1 como titular).
  • Josh Smith en Houston Rockets 2015/16: 19,1 minutos, 8,1 puntos, 3,3 rebotes y 2,3 asistencias (10 partidos disputados y 1 como titular).

Doc Rivers no ha sido capaz de obtener el jugo de Smith que sacó Kevin McHale el año pasado y que ahora exprime un interino como J. B. Bickerstaff.

¿Todavía contenders?

Conozco la debilidad de mi tesis. Los Clippers, sin Smith, sin Griffin y con medio Stephenson, aguantan 4º en el Oeste y con una reseñable racha de victorias. Pero los Raptors caminan segundos en el Este, y lejos queda también el día en el que me veáis bailarle el agua a Dwane Casey.

Cada día que pasa estoy más convencido de que estamos ante el clásico ejemplo del piloto automático.

Chris Paul es Chris Paul desde la noche del draft. Era una maravilla de base en los Hornets, lo ha sido en los Clippers sin Doc, y lo seguirá siendo cuando éste se vaya. Misma estampa ocurre con Jamal Crawford quien, a sus 34 años, antes que por su entrenador le preguntaría por su fisioterapeuta. Que manera de esquivar cumpleaños. En cuanto a Blake, gamberradas aparte, si cada año añade un recurso, desde luego no es por las clases particulares de Doc.

Donde la figura del gran entrenador cobraría protagonismo en este caso sería, precisamente, en haber hallado el modo de acoplar el superávit de talento. O en explotar algo del físico de Wesley Johnson. O en aportar algo nuevo al limitado abanico de Jordan; incrementar su cuota de participación, diseñando una jugada más allá del primitivo «saltar y machacar». No espero que le enseñe a mover los pies —pues no es mi intención exigirle algo que ni Olajuwon en una década lograría—. Sólo le exijo lo normal, lo lógico al segundo entrenador mejor remunerado de la liga (10 millones).

Hace poco los situábamos en la élite, y yo, con mi papeleta de octubre, empiezo a verme con el agua al cuello.

Smith ya es historia y Rivers su directo responsable. Stephenson una luz de titubeante parpadeo, y Rivers su fallido hilo conductor. Griffin es una bestia dentro y fuera de la cancha, y creo que a Rivers, esta vez, poco se le puede culpar de eso.

‘Mr. Mate’ volverá, y volverá para deslumbrarnos con sus constantes actualizaciones de software. Entonces habrá ‘big four’ de nuevo en Los Angeles, y nada será distinto. Austin Rivers, Cole Aldrich, Luc Mbah a Moute…. nombres que me alteran poco o nada y cuyo técnico no me hace pensar en ningún salto en su puntual aportación.

Desengaño

En los banquillos ‘yankis’ el espectáculo y el «talento» reduce las virtudes de los entrenadores a gestar la rotación, los tiempos muertos, el ritmo de juego y alguna que otra jugada improvisada para vencer la bocina. Son muchos años en los que ninguna franquicia me genera especial expectación por el técnico que la comanda.

«El hábito no hace al monje», al igual que el roster no hace al entrenador. De Phil Jackson nunca sabré si fue el príncipe de los banquillos o el rey de la oportunidad; pues, en su madurez, siempre tuvo dos bastones correlativos en los que apoyarse: el ’23’ y el ’24’.

De Rivers sabía que hace ocho años recogió un trébol de cuatro hojas. Ahora también sé que ha traspasado a un buen jugador. A la pieza del puzzle que ahora le resolvería el apuro de la vacante de la mano tonta.

Si ahora Doc me ofreciera su mano y exclamara el «confías en mí» de Jack, le diría que no; pues este «Río americano» amenaza la anchura y profundidad de aquel que la noche del 14 de abril de 1912 engullera un barco entre gritos de tragedia.

Mi papeleta de octubre se hunde porque Doc encalla y naufraga. La apuesta era arriesgada, pero no lo sabía. Creía invertir en los Celtics de 2008, cuando realmente lo hacía en los Kings (en su edición premium) de 2015/16.


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