El Mundial desde dentro: De Petrovic, pasión, tangos e ilusión

El Mundial de baloncesto son canastas, rebotes, robos, tiempos muertos, parciales, prórrogas… Pero hay mucho más. Es el encuentro de culturas, ilusiones y pasiones. Un espacio en el que las costumbres de cada pueblo se unen en una celebración compartida que llega desde tierras lejanas.

El espíritu de Drazen Petrovic ha estado y estará presente en la cancha y en las calles de Sevilla. El genio de Sibenik también ha venido desafiando a los 40 grados de esta bendita ciudad. Drazen ha llegado en la espalda de su hinchada, dando a Croacia un sabor añejo que hace rememorar aquellos años en los que su juego, primero con la extinta Yugoslavia y finalmente con Croacia, era la admiración de cualquier aficionado.

De hinchadas y de aficiones con ilusión. A esto nadie gana a los filipinos, que hacen de cada acción del partido el último tiro de la final. Hasta 4000 pueblan cada día las gradas en apoyo a su selección. Un fanatismo bien entendido que no comprende que es perder o ganar, que cuando el electrónico ya sentencia, ellos lo levantan al grito de ¡Gilas! ¡Gilas!

Rendirse tampoco existe en el diccionario boricua. Puerto Rico llegó con la esperanza de alcanzar la segunda fase del torneo por primera vez en su historia, y ni tres derrotas consecutivas les callaron hasta que llegó el triunfo. ‘Ganando, venciendo, boricua sigo siendo’, así se define una ‘fanaticada’ que ha hecho con sus ritmos una auténtica fiesta de los alrededores del pabellón.

Gritos y ruido llegan en albiceleste, y no sólo en el transcurso de los partidos de Argentina. La zona mixta baila al son del tango. Hasta la capital hispalense han llegado 300 periodistas de diversas nacionalidades para seguir el Mundial, y según fuentes oficiales, 140 de ellos desde el país suramericano. Conseguir una declaración de Luis Scola por ejemplo es algo de mérito, ya que los organizadores tienen incluso que aunar fuerzas para que la valla que separa a los jugadores argentinos de la prensa no se venga abajo.

Lo que se mantiene en pie es la pasión africana. El corazón está de su lado. Tienen el grupo de aficionados menos numeroso, su rigor táctico desaparece a veces, pero juegan con una energía casi inigualable. Con ella, la historia ya les ha guardado su sitio tras vencer a Puerto Rico y Croacia, dos triunfos que hacen rememorar el que lograsen en el Mundial de 1978, cuando se impusieron a Corea del Sur en la disputa del 15º puesto.

Senegal ha cambiado la historia pero hay cosas que siempre seguirán igual. Es el caso del seleccionador de Croacia, Jasmin Repesa, quien ha sido por ahora el único capaz de saltarse el orden y seriedad de la FIBA, que tenía estipulado que el entrenador siempre debía ser el primero en hablar en rueda de prensa. Pues no, Repesa dijo que antes hablaba su jugador y así ha sido hasta ahora.

Y por delante de todos Grecia. Sin Vassilis Spanoulis, Kostas Koufos o Sofoklis Schorsianitis, pero con el semblante de su genética baloncestística como sino, los helenos no hacen ruido; ellos prefieren el sigilo de las victorias; esas que les hacen seguir invictos sin que nadie les diera por favoritos antes de arribar a España.


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