El nuevo LeBron es el viejo LeBron

El LeBron James de esta temporada no es el LeBron James de la pasada temporada. El de la pasada temporada era bueno, incluso muy bueno, pero no se estaba divirtiendo dentro de la pista. Jugaba con la cabeza y no con el corazón, y la cabeza de LeBron, como pudimos ver en el devenir de las pasadas Finales, es quizá la parte más débil de su juego.

Este es un LeBron James diferente. Mejor. Y lo que esto significa es que, finalmente, tras más de un año, Miami está jugando de la manera que desde la llegada de James esperábamos que jugara. Ese equipo que puede llegar a ganar no uno, ni dos… sino algunos anillos de campeón.

Pongámoslo simple: el LeBron de los Heat está jugando como el LeBron de los Cavaliers. Pero mejor. Dwayne Wade es Mo Williams. Pero mejor. Chris Bosh es Drew Gooden. Pero mejor. Y LeBron James es LeBron James. Pero mejor.

Si por algo se caracterizó LeBron durante la temporada pasada, la de su debut con los Heat, era por jugar con un ojo siempre puesto en su compañero Dwayne Wade, como no queriendo dejar pasar la oportunidad de ser primero un muy buen compañero antes que cualquier otra cosa. Este año, LeBron James juega con los dos ojos puestos en el aro, no queriendo dejar pasar la oportunidad de ser el mejor jugador de la NBA. Si Wade o Bosh están en una posición abierta, James los encontrará. Si no, a todo tren hacia el aro. Canasta o nada.

“Este año me siento más cómodo”, confesó LeBron James a NBA.TV tras finalizar los Heat el back-to-back-to-back a domicilio de la semana pasada en Indianapolis con tres victorias. “La temporada pasada fue difícil para mí, mentalmente y físicamente. Ahora soy el que un día fui, el de los últimos años en Cleveland. Involucrando más a mis compañeros, involucrándome más a mí mismo”.

El LeBron que un día fue, el de sus últimos años en Cleveland.

Este es el viejo LeBron James. Y el viejo LeBron James es el que ganó dos MVPs con tan solo 25 años. Del que se pensaba que sería el mejor jugador de todos los tiempos. Pero ese tren ya pasó, o quizá descarriló tras las pasadas Finales de la NBA. El talento, sin embargo, sigue ahí, y más desatado que nunca.

Se acabaron los tiempos en los que LeBron intentó adaptarse a Wade como si fueran iguales. No lo son. Dwayne Wade es un enorme jugador, un Hall Of Famer sin duda, unos de los mejores cinco o diez jugadores del mundo… pero no es tan bueno como LeBron. Creer lo contrario, como el propio LeBron pretendió creer la temporada pasada, no es productivo.

Pensar demasiado disminuyó el potencial de LeBron el curso anterior. Pensar en la pista no se le da del todo bien a James. Nada en torno a su inteligencia, pues es obvio que LeBron es un chico listo, pero nació para jugar a baloncesto de la forma más pura. Dotado de unas condiciones físicas inigualables, sí. Pero también con un instinto espeluznante, quizá solo a la altura del que pueda tener Kobe Bryant. James no rinde al máximo cuando piensa demasiado, y valga como prueba el 74,5% de acierto en tiros libres que acumula Bron en su carrera desde la línea de tiros libres, al nivel medio de toda la NBA.

Dale tiempo a LeBron para pensar, y su nivel será medio. Dale el balón para que se exprese con él instantáneamente y estamos ante uno de los mejores jugadores de todos los tiempos. Y así anda jugando LeBron James esta temporada, según el PER (un ratio muy valorado estadísticamente en la Liga, que mide la eficiencia en pista de los jugadores), la mejor temporada de un jugador en toda la historia de la NBA.

¿Habéis leído bien esta última frase? Hacedlo de nuevo.

A día de hoy, el PER de LeBron James este año se sitúa en un valor de 32,9, por delante del 31,8 que acumuló Wilt Chamberlain en 1962, cuando promedió 50,4 puntos y 25,7 rebotes por partido. Evidentemente, la palabra clave en este punto es eficiencia, pues LeBron promedia este curso “solamente” 28,0 puntos y 8,1 rebotes (más 6,7 asistencias) por encuentro, pero con un 54,6% de acierto en el tiro (el mejor registro de su carrera), yendo a la línea de tiros libres más que nunca antes y tirando de tres puntos menos que en todos sus anteriores campañas.

Juega de forma más inteligente, o lo que es lo mismo, sin pensar en nada más que en el propio partido, cada noche. Se acabó lo de complementar al equipo de Dwayne Wade. Ahora, los Heat de Miami ya son el equipo de LeBron James.

Y quizá no hubiera sido así, de no lesionarse este año Wade primero en el pie (tres partidos de baja) y después en el tobillo (cinco). Pero de estos ocho partidos, los Heat fueron capaces de ganar siete. Y solo porque James dio un paso hacia delante. El debate sobre quién es Batman y quién Robin en este dúo ha desaparecido. LeBron James es Superman.

El LeBron que un día fue, el de sus últimos años en Cleveland.

Los Heat deberían no tan solo llegar de nuevo a las Finales este año sino, además, ganarlas. Wade y Bosh siguen siendo Wade y Bosh. Chalmers, Haslem, Anthony… han vuelto. Shane Battier mejora a Juwan Howard tanto como el rookie Norris Cole mejora a Mike Bibby.

Y este LeBron mejora al propio LeBron. Jugando como jugaba en Cleveland, antes de que fuera conocido como el jugador que desaparecía en los últimos cuartos de los grandes partidos. Y eso a pesar de anotar los últimos 25 puntos de los Cavs en el Game 5 de las Finales de la Conferencia Este en 2007. En Cleveland LeBron James era La superestrella. Hacía lo que quería y no había nadie que se lo pudiera impedir.

Ese LeBron ha vuelto. El nuevo LeBron es el viejo LeBron, de nuevo.


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