¿Es Dwight Howard el nuevo LeBron?

Hace dos años, uno jamás hubiera pensado que se podría salir del periodo de agentes libres peor de lo que salió LeBron James. Eso fue cuando James removió los intestinos de todo el estado de Ohio durante ese famoso programa en directo a nivel nacional, aprovechándose de mala manera del don humano de poder hacer lo que uno quiera hacer.

Pero en términos de torpeza, cada aspecto del ya inevitable divorcio entre Orlando Magic y Dwight Howard (que podría haber sido bastante menos doloroso si el segundo hubiera sido honesto desde el principio), deja a The Decision casi como algo gentil y sofisticado, en comparación.

Y es que la relación entre Howard y el equipo que le eligió con el número uno del Draft de 2004 lleva rota ya algún tiempo. Tras algunos meses estropeados por constantes discusiones entre ambas partes escenificados con inútiles esfuerzos de reconciliación, su alianza ha llegado al punto de estar ya destrozada sin posible reparación alguna. Sinietro total. Así que a los Magic no les queda otra que mirar hacia delante, más por necesidad que por deseo. Dwight Howard nunca más será el “chico bueno” de la ciudad, con lo que de lo que se trata para el neuvo GM de la franquicia de Orlando (Rob Hennigan) es de saber sacar lo máximo por la salida de su mejor jugador.

La parte más triste de toda esta historia de traición y dolor, es que Howard ha pasado de ser uno de los personajes más queridos del planeta NBA a uno de sus más grandes villanos, como consecuencia de un plan mal ideado y peor ejecutado por parte del jugador, cuyo único objetivo era justamente el que no se ha cumplido: poder salir sin ser odiado de un equipo y una ciudad que le ha querido tanto como le ha necesitado.

Empezó la historia por el camino correcto para Dwight Howard, cuando en el pasado mes de diciembre admitió que había pedido no volver a Orlando tras el periodo de agentes libres en el que ahora nos encontramos, tratando, también, que los Magic dispusieran del mayor tiempo posible para encontrar el mejor acuerdo conforme a sus propios intereses. Era lo mínimo exigible para un jugador que quería un nuevo comienzo en su carrera.

Pero a partir de entonces Howard empezó a dudar. Al tiempo que la realidad del mercado NBA y de su nuevo convenio colectivo ponía a su petición al borde del hundimiento, Howard se mostraba cada día menos seguro de querer salir de Orlando. Fueron tres meses de tortura para él, probablemente: fans decepcionados, compañeros descontetos y el propio sentimiento de culpa. Hasta el punto de dar volantazo a sus intenciones de diciembre y tomar en el último minuto la decisión de renunciar a su derecho de ser agente libre este verano.

“No se merecen nada de esto”, admitió Howard a RealGM por aquel entonces, en lo que se entendió como un mea culpa tanto para sus compañeros como para todos los fans de Central Florida. “Lo siento desde lo más profundo de mi corazón. Haré todo lo que pueda para corregir el mal generado y hacer aquello por lo que Orlando me eligió”. Aquel día era el 15 de marzo de este año y, tras estas palabras, poco menos que la gran mayoría de medios pusieron en un pedestal de oro a Dwight Howard por su lealtad y amor fiel a su franquicia; aunque no todo el mundo estuvo convencido de ello.

Sorpresa! El 5 de abril, el entonces entrenador del equipo, Stan Van Gundy, encendió la mecha de nuevo con lo que se ha acabado demostrando como una verdad: Howard había pedido a los Magic la cabeza de su entrenador como condición necesaria a su continuidad en el equipo. Se la acabaron dando, al igual que la del entonces GM, Otis Smith, con el que 20 días antes sonreía firmando el armisticio.

Desde entonces, todo lo que ha hecho Dwight Howard se describe con una sola palabra: traición. Se sabe que durante el mismo mes de abril, Howard viajó a LA a operarse de la espalda pero posteriormente a eso: desaparecido en combate. ¿Su habitual summer camp para niños en Orlando? Cancelado. ¿Su cuenta de twitter? Hibernando. ¿Su credibilidad? En el retrete.

Pero incluso ahora que parece ahogado en el mar de sus propias malas decisiones, Howard no puede hacer otra cosa que reflotar y, intencionadamente o no, hacer todo lo que pueda para cambiar, ahora sí definitivamente, de aires. Así que a nadie puede sorprender que su nombre salga continuamente en los rumores de traspaso que vienen asociados siempre con el periodo de Free Agency que empezó el pasado domingo.

Los nuevos Brooklyn Nets parecían ser el destino deseado por el jugador. Pero el movimiento que el pasado lunes llevó a Joe Johnson de Atlanta a Brooklyn para (se espera) jugar al lado de Deron Williams, así como la decisión de la franquicia de los Nets de renovar a Gerald Wallace por 4 años y 40M$, deja a la franquicia de Jay-Z sin flexibilidad salarial como para pujar por Howard ahora o más adelante. Sirva de castigo.

Con los Nets (casi) descartados, el futuro de Howard pende de un hilo. Su comportamiento petulante le obligará a jugar en un sitio en el que no deseaba, a no ser que veamos otro esperpento de falsa lealtad con Orlando Magic. Es por su culpa. Todo ello. No busquemos más. Dwight Howard ha tratado de ser un niño de buenos modales y un matón de barrio bajo al mismo tiempo. Todo este esperpento se podría haber evitado si hubiera tirado de tacto y no de ineptitud a la hora de trazar su estrategia de salida de Orlando.

Incluso si al final acaba consiguiendo su deseo y desafía a su propio destino recalando en Brooklyn la próxima campaña, existe hoy una sensación de que lo suyo con su propia imagen y reputación está ya hecho. No hay marcha atrás. Estilo LeBron James desde el verano de 2010. Para un chico cuyo principal objetivo desde el principio era caer bien y no ser odiado, puede que éstas sean las peores notícias.


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