Game 5: el Día LBJ

LeBron James, quizá el mejor jugador actualmente en el baloncesto, no ha estado tan cerca de ganar un campeonato desde que, en marzo de 2003, su instituto en Akron (el St. Vincent – St. Mary High School) venció a Kettering Alter por el título de la segunda división del estado de Ohio.

Los Heat de Miami, por su parte, no han estado tan cerca de ganar un anillo desde que, ayer miércoles hizo exactamente seis años, ganaron el anillo a los Mavs en el sexto partido de aquellas Finales.

Pongámoslo todo junto en la batidora, y estamos ante un Game 5 el de esta madrugada que puede acabar siendo una noche muy especial para el Sur de Florida. Puede.

Y todo gracias a que Miami fue capaz de imponerse 104 a 98 el pasado martes a los Thunder, a pesar de tener estos últimos hasta 17 puntos de ventaja en la primera mitad, o de jugar aquellos primeros dos de los últimos cinco minutos sin James en pista, aquejado de fuertes calambres en su quádriceps izquierdo.

30-0 es el balance histórico que la NBA presenta de equipos que han acabado ganando el anillo tras ponerse con un 3-1 en el marcador de una serie final. Con estos precedentes, ¿alguien se atreve a apostar por Oklahoma City ahora?

No tan deprisa. O quizá sí. Y es que durante estos Playoffs, los Heat no han hecho otra cosa que luchar contra las adversidades. Las de sobrevivir a ir 1-2 abajo en unas Semifinales de la Conferencia Este afrontando el Game 4 en Indianapolis. Las de resucitar a ir 2-3 también abajo en las Finales del Eastern jugándote no morir nada menos que en el TD Garden de Boston. Las de afrontar nueve partidos entre las dos últimas series de post-temporada sin Chris Bosh. O, como el pasado martes, las de ver como LeBron James se sienta en el banco lesionado con todavía 05:15 minutos por jugar en el último cuarto y 92-90 para Miami.

Se superaron todas. Sin fallo. Con agallas y orgullo. Como cuando con todavía 04:04 minutos de baloncesto en el pasado Game 4, James saltó de nuevo a la pista con evidentes señales de dolor e incapacidad para correr, con tiempo, eso sí, de hacer su mejor versión de Willis Reed y poner a su equipo 97-94 arriba gracias a un triple a 02:51 para el final antes que, ya con los 26 puntos, 12 asistencias y 9 rebotes con los que acabó el partido rozando el triple-doble, tuviera que retirarse del encuentro definitivamente con 55 segundos aún por disputar.

Sí, esta columna también pone el foco sobre King James. Disculpas por avanzado a los haters. Pero es que mucho más allá de ser el actual MVP y, de acabar ganando el anillo Miami, futuro MVP de las Finales, estamos ante quizá el jugador que más presión debe soportar tras ocho temporadas en la NBA, dos Finales, ningún anillo y, a menudo, una actitud sobrepasando lo presuntuoso.

Pero, por fin, este sí parece ser su año. Jamás un equipo ha levantado un 1-3 en unas Finales de la NBA. Y visto lo visto en estos cuatro primeros partidos, nada parece indicar que estos jóvenes aunque sobradamente preparados Oklahoma City Thunder sean capaces de romper tal estadística, a no ser que un James Harden que lleva en estas Finales tres partidos (de cuatro posibles) por debajo de 10 puntos (por tan solo cuatro en el resto de la temporada), haga lo que mejor sabe hacer: anotar.

Es curioso. La primera (y última) vez que los Heat levantaron el Larry O’Brien Trophy, la mayor parte de América del Norte les apoyaba. En aquel verano de 2006, Mark Cuban era probablemente el propietario más odiado de la NBA, tras llegar a esas Finales después de acumular un buen número de multas a menudo relacionadas con comportamientos o declaraciones deplorables. Cinco años después, sin embargo, y con Miami y Dallas también de protagonistas de la serie final, Cuban era una figura adorada, en contraposición con el primer año del proyecto del Big Three de los Heat, capitaneados por el “traidor” de LeBron James.

Muchas son las vueltas que puede dar la vida en el deporte de más alto nivel, como el hecho que el propio James esté posiblemente ganando admiradores con su rectificada actitud sin rastro de soberbia de este año; o con una actuación estelar de un jugador como Mario Chalmers en el Game 4, demostrando que, no solo del Big Three viven estos Heat, sino que casi se puede decir que sellando el primer anillo de James.

Un LeBron James que, y eso son malas noticias para el vestuario de Oklahoma City, espera encontrarse completamente recuperado de sus dolencias cara al partido de esta madrugada. ¿Qué novio quiere perderse su despedida de soltero?.

Lo han luchado más que nadie, y ya casi lo tienen. Tan solo la que sería la remontada más asombrosa en la historia de la NBA podría impedir que LeBron James pudiera decir al fin que es campeón de la NBA.


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