«Houston, tenemos una defensa»; ¿o no?

Desde el mismo inicio del mes de diciembre, los Houston Rockets protagonizaron una racha de diez victorias consecutivas. Arrolladores. Y también lo fueron sus muestras defensivas durante tal cadena de partidos.

Con James Harden sujetando (y disfrutando) el volante en ataque, el gran mérito del equipo de Mike D’Antoni también se contagió a la defensa. En aquellos diez encuentros, los Rockets únicamente encajaron 98,4 puntos por cada 100 posesiones (Defensive Rating). Solo los Memphis Grizzlies (95,0) mostraron notas superiores en clase de retaguardia durante las fechas en las que los rivales estuvieron sin vacuna contra Houston y sus victorias (del 1 al 17 de diciembre).

Así es que se demostró que los cada vez más sólidos pilotes en ataque –triples, triples, más triples, asistencias y alardes de James Harden– casaban a la perfección con la defensa que Patrick Beverley había llegado para liderar.

Como resultado del cóctel mixto, los Rockets consiguieron llegar a la tercera posición de la Conferencia Oeste, cumbre de su temporada que aún ahora no han abandonado (23-9 como récord).

Ni la Princesa Leia Organa posee un elixir contra el tiempo, así que todo lo que toca techo (de momento) puede empeorar. Y así lo hizo en los últimos partidos de Houston. Después de la flamante cadena de victorias con el manual defensivo entre los párpados, hubo desembocadura de puntos concedidos. 102, 111, 115 y 115 tantos encajados en cada uno de los siguientes choques. Dos victorias (ambas Phoenix) y dos derrotas (San Antonio y Memphis) en ellos. Avería, pues, en la veloz y, al tiempo, vulnerable estructura de Mike D’Antoni justo al tiempo en el que Clint Capela causa baja en el equipo.

Rockets y la defensa

La ecuación resulta descifrable. A equipo menos pertinaz bajando las rodillas, empeora la cosecha. Como última muestra de la simple ecuación, el último cuarto anoche ante los Phoenix Suns.

Los Rockets terminaron ganando el encuentro (131-115), pero abrieron la compuerta a 72 puntos encajados durante la segunda parte. Era Phoenix, un equipo algo amansado, con las bases de su proyecto todavía por endurecer. Sin embargo, el encuentro volvió a desenterrar el argumento de que los Houston Rockets no solo pueden atacar. Es su esencia, pero en los complementos está la diferencia.

Si, además de reescribir la historia desde el triple casi cada semana, los Rockets de D’Antoni memorizan la receta de una coraza fiable, podrán competir casi con cualquier rival de la liga. Más con un James Harden aliado con los dioses del naranja. De lo contrario, sin régimen defensivo, su estatus no sube de un conjunto de mitad de tabla en el Oeste. La elección está en su mano.


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