Rockets, el cruel desengaño

Por mucho que el año anterior solo los campeones Warriors pudieran cortarles la mecha, si en un vestuario Batman y Robin no pernoctan juntos después de salvar Gotham, la lucha contra el crimen no triunfará durante demasiado tiempo.

De lo que se veía como gran alternativa a otro reinado de Golden State en la Conferencia Oeste, los Houston Rockets han resultado uno de los mayores desengaños, fiascos, de la temporada.

Ya se hizo eco Marc Stein, de ESPN. La relación ente James Harden y Dwight Howard «no es cordialmente buena». Y por ahí pueden haberse filtrado muchos de los trompazos del equipo que ha terminado dirigiendo J.B. Bickerstaff.

Primero fue la perfecta definición gráfica y deportiva (aunque después no lo pareció tanto) de cama a Kevin McHale. Adiós, de un plumazo, al técnico del brillante curso anterior e ingreso de un preparador, a priori, con más manga ancha para el vestuario. ¿Más autogestión? Harden y Howard tendrían más capacidad organizativa. «Dejar hacer, dejar pasar», que decían los franceses.

Liderazgo

Ambos jugadores  —dos superestrellas, es innegable— fieles a una identidad no innatamente capitana como la de otros de su misma especie. Obsérvese en que, por ejemplo, Harden es el primero a la hora de atacar, pero siempre delega funciones cuando hay cambio de canasta. No es el primero en ponerse delante de la columna. Al contrario.

También queda en tela de juicio si, con Harden, la no necesidad de un base creador en el equipo (Ty Lawson salió corriendo) es el mejor camino al éxito.

Tampoco puede instruirse en las aulas el trabajo y constancia inquebrantables de Howard. Pívot y escolta han sido dos líderes pasivos para una plantilla dibujada con escuadra y cartabón, preparada para asaltar el trono de su Conferencia. Seguramente uno de los grandes problemas de Houston es que Howard ya nunca parecerá el de Orlando, ni en funciones de dique ni como torre en la zona.

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Y cuando tus líderes no se implican hasta la enfermedad, la faena se traduce en unos Rockets con la sexta peor defensa de la NBA este curso: 106,4 puntos concedidos por partido. Uno de los agujeros, pues, ha estado detrás.

Tampoco puede hablarse de una desfiguración extrema del equipo con un entrenador y otro (McHale y Bickerstaff). El primero se fue con 4-7 y el segundo consiguió aprobar en septiembre con un 37-34.

Terry y sus promesas

La temporada de los Rockets encuentra su perfecta síntesis en las palabras de Jason Terry antes del Game 5 ante los Warriors. El veterano tirador aseguró («te lo estoy garantizando») que habría sexto partido y ganarían al campeón. Al bajar al Toyota Center de Houston su equipo perdió por 35 puntos (81-114) y él se clavó un 0 de 7 en tiros.

En liga regular, cinco ‘pelao’ con 41-41 como récord y entrando al matadero de los Playoffs de milagro. El resbalón no llega por caer ante los Warriors, sino por una temporada regular codo con codo de la negligencia.

Los Rockets han dado sensación de eterna palabra de ponerse las pilas para, al final, acabar embarrados hasta las orejas. Falta de actitud, liderazgo y un vestuario ciertamente frío, sin nervio por ganar han cavado la tumba de los Rockets.

Recordemos también el episodio de una de las celebraciones más incendiarias en la historia de una primera ronda de Playoffs.

Marcha de Howard

De segundo mejor equipo del Oeste la temporada pasada a «a ver ahora con quién juntamos ahora a Harden».

El mercado libre verá, casi con seguridad, la marcha de Howard (¿rechazará 23 millones de player option?) y cerrará el proyecto iniciado hace tres años. Toca buscar nuevas alianzas y matrimonio de conveniencia para el jugador franquicia. La Casa Houston busca nuevo príncipe heredero. Y el Rey tendrá que compartir trono.

Pregunta

A modo de abrir debate, para vosotros, lectores, ¿cuál ha sido el pecado original (o en plural) de los Houston Rockets esta temporada?


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