L.A. Confidential: Pánico en Los Angeles

Esto debería ser un artículo sobre la actualidad en la NBA, pero me da la sensación que se parecerá más a una necrológica que a cualquier otra cosa. Porque en el Staples Center reposan los sueños de 3-Peat en forma de confetti oro y púrpura tras lo ocurrido en los dos primeros encuentros de su serie contra Dallas Mavericks.

¿Quién no pensaba que simplemente el destino obligaba a que Phil Jackson pudiera por fin retirarse en Montana con un anillo más?. Pues no ha sido el destino precisamente el que ha hecho que los Lakers abandonarán la pista del ya semi-vacío Staples Center el pasado miércoles entre abucheos y en una posición más que incómoda.

El pánico se ha instalado en Los Angeles. Los fans de los Lakers, glamourosos en su mayoría, pueden soportar derrotas abultadas el día de Navidad. Pero en el mes de Mayo, en casa y dos consecutivas supone la activación de las alarmas nucleares, pues las cosas, ni más ni menos, debían ser exactamente al contrario de lo que en realidad están siendo.

Andrew Bynum y sus incendiarias declaraciones post-partido, Ron Artest suspendido para el Game 3 de esta próxima madrugada por una acción indigna de un profesional de esto, los bases de los Lakers haciendo All-Star a J.J. Barea, el nulo rendimiento de Steve Blake, el desacierto en los tiros desde más allá de la línea de tres, una defensa del pick & roll “atroz” (en palabras del propio Kobe Bryant), Pau Gasol dando lamentablemente la razón a aquellos que siguen pensando que es un jugador blando… Demasiadas preocupaciones que serían menores de no ser porque, juntas, provocan una de mucho mayor: el asombro de ver como un equipo que conoce mejor que ningún otro lo que se necesita para lograr el anillo, demuestra no afrontar los partidos ni lo que va sucediendo en ellos con la intensidad requerida.

Mientras los Lakers ya en Dallas tratan de recomponerse en un tiempo record y juntar el mayor número de piezas posibles para no volver a L.A. ya eliminados, aquí va un pensamiento nuevo que puede dar mucho que pensar: Quizá no sean lo suficientemente buenos.

(Pausa)

Porque, después de todo, los Mavericks no han jugado, ni mucho menos, a su mejor nivel. El pasado miércoles, anotaron “solo” el 42% de sus tiros de campo, perdieron 44-39 en el total de rebotes del Game 2 y anotaron menos puntos tanto en la pintura como en contraataque. Y aún con todo, ganaron cómodamente.

Desde la llegada de Phil Jackson al banquillo angelino ahora hace ya más de 11 años, las preguntas alrededor de los Lakers normalmente no se han referido a nada que no sea ellos mismos. ¿Por qué no juegan duro?, ¿Cuál es su motivación?, ¿Puede Kobe Bryant jugar para los demás?. Pero el Game 2 fue la gota que colmó el vaso. Ese era un partido que los Lakers realmente necesitaban después de dejarse remontar 16 puntos de una forma inexplicable en el Game 1. En vez de, como cualquier otro equipo hubiera hecho, unirse ante tal objetivo, pareció que andaban más separados que nunca. Peor síntoma, lo sabe Jackson, no existe.

La acción de Artest sobre Barea no es más que el triste epílogo de la desunión que ahora reina en el vestuario local del Staples Center. Se acumula el trabajo en las próximas horas: encontrar a Blake, motivar a Gasol, mejorar la defensa del pick & roll, parar a Nowitzki y, sobretodo, tratar de afrontar la situación todos juntos.

No es fácil descartar a un equipo con tanta experiencia en situaciones límite y con la gran reserva de determinación que tienen los Lakers. Pero en el partido del pasado miércoles no vimos a un conjunto tratando de reencontrarse, y sí a uno que está a punto de caer de los altares. El Game 3 de esta próxima noche nos dará algunas respuestas y quizá provoque otras nuevas dudas. La idea suena terrible tan solo con pensarla, pero puede que estemos ante el final de una era.


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