En cuatro días, dos actuaciones de 40 puntos o más. Y por el camino, 17 y 18 puntos. Todo en un agotador bucle de cinco días y cuatro partidos. Y con Thunder, Spurs, Rockets y Pelicans enfrente. Si no lo estaba ya, Damian Lillard ha remitido de forma definitiva su candidatura formal a superestrella de la NBA.
Anoche, en su pulso en las alturas con Russell Westbrook, alcanzó cotas muy exclusivas. 40 puntos –8 de 12 en triples–, 11 asistencias, 6 rebotes y 2 robos. Pero su peso no se limitó a números desorbitados, sino que suya volvió a ser la canasta que forzó la prórroga, a tres segundos del cierre, permitiendo a los Blazers no morir en la orilla.
«Estaba mirando el reloj. Es el tiempo de Lillard. Solo estaba siendo yo mismo en ese momento», dijo el base de los Blazers cuando fue preguntado por sus acciones al final del choque ante Oklahoma.
Frente a Spurs
Y es que Lillard es reincidente en últimas necesidades de los suyos. El pasado viernes, también se ganó más que portadas con sus 43 puntos frente a San Antonio, después de tres prórrogas.
Otra vez el balón fue para él cuando el reloj apretaba. ¿Resultado? Forzó la primera prórroga a un segundo para el final; y la segunda, con un triple. Ya en la última, decidió sin necesidad de apurar tiempos. Hizo y deshizo sin miramientos ni tembleques.
Su mejor año
Sus promedios en diciembre son de 24,6 puntos, 5,6 pases de canasta y 4,9 rebotes. En toda la temporada, 21, 6 tantos, 6,3 asistencias, 5,0 capturas y 1,5 robos. Su mejor campaña desde que llegó a la liga, de lo que solo hace algo más de dos años.
Y con él en vuelta rápida, los Blazers (23-7) son ya el segundo mejor equipo de la NBA. Si las fuerzas aguantan –mucho que ver en ello tendrá Terry Stotts, técnico de Portland–, Lillard acabará siendo íntimo aliado de los Playoffs esta temporada.