La intranquilidad de pretemporada va en el cargo

Muchos son los jugadores que toman la parte final del verano para buscar una nueva oportunidad que les lleve a lograr un contrato de larga duración en la NBA, pero no todos lo consiguen.

Eso que llaman “El Sueño Americano” no es para nada descabellado como idea de vida. No por lo menos en la NBA. Ayuda que hablemos de la mejor liga del mundo, con una estructura hecha para que sea fácil que se presenten múltiples oportunidades de mostrar tu talento y lograr hacerte un hueco.

Los campus de entrenamiento de pretemporada son, es este aspecto, la selva más salvaje. Tres, cuatro o cinco chicos con veinte días por delante para demostrar que pueden ganarse un puesto en el equipo. Porque eso es lo que suele haber, uno o dos puestos, no más. La lucha es, dentro de que es una concentración para que el grupo haga piña de cara a lo que vendrá a lo largo de los nueve meses siguientes, paradójicamente encarnizada.

A la aventura, ese es el pensamiento de muchos de los que se alinean con esta idea. Por unas razones o por otras escogen esta opción para buscar llegar a la cima, que no es menos que jugar en el mejor escenario posible.

Cobrar por la oportunidad

El salario es uno de los caballos de batalla de estos bienllamados oportunistas. Como diría aquél, por lo menos te pagan el billete. Es uno de los aspectos a destacar en lo positivo de estos training camp, ya que a los jugadores que optan por entrar en esa pelea por puestos al menos tienen una cantidad decente de dólares americanos con la que cubrir gastos en caso de que, si no son los elegidos, puedan tener un colchón hasta que un equipo de otra parte del mundo se fijen en ellos.

Los plazos, como no podía ser de otra manera, cumplen su específica función y marcan el devenir del staff a la hora de hacer los descartes. El último caso es el de Nicolás Brussino con los Mavs, ya que apremiaba el tiempo para que su contrato se volviera garantizado.

En otros casos, mucho más reducidos, el apostar por alguien con dinero de por medio (aunque no sea mucho) se puede volver un quebradero de cabeza. Eso le ocurre a Atlanta Hawks con Jarrett Jack, a quien han descartado por no verle al 100% de sus condiciones pero con el que sí que tendrán que cumplir el 100% del salario garantizado que ambas partes habían pactado. Gajes del oficio.

Probaturas

La de Jack es una muestra de que la pretemporada es un terreno yermo para coger ritmo, tomar impulso y ver hasta dónde puedes saltar. Algunos jugadores se lo toman como reto personal para probarse sin importar la organización que tienen detrás y quiénes o no están pendiente de él.

Este verano de desencuentros con las grandes leyendas ha sido una buena prueba de ello. Kevin Garnett, por H o por B, decidió no continuar con Minnesota y colgó las botas. Hace escasas horas, aún por más sorpresa, un Elton Brand con un espacio más que definido en Philadelphia decidía que también era hora de echar el pie a tierra. Claro, para ellos era una toma de contacto para ver si estaban para esos trotes, pero a sus respectivas franquicias —aún sin querer— les han roto los esquemas. Por seguir con ellos dos, los Wolves afrontan ahora un incremento en el problema interior que ya de por sí tenían y los Sixers han filtrado que esperarán a descartes de otros equipos para cuadrar su 15º hueco en plantilla.

Ese es otro aspectos con los general managers tienen que lidiar. No deberíamos meter en este tema las lesiones, que forman parte de la fortuna y no de la planificación. La de Khris Middleton con los Bucks, con el traspaso que ha originado, es lo que último que tenemos a lo que agarrarnos, pero que no nos ciegue el que haya abierto un hueco extra para un (a priori) temporero porque no va más allá de alimento principal del suertudo. Pero sí casos como el del dominicano Luis Montero, que es cortado por los Blazers y recala en los Heat con apenas dos días de diferencia entre ambas acciones, para ser más convincente al expresar que las pretemporadas son el mejor momento para hacer experimentos con gaseosa.

La D-League, el elemento clave

Hablábamos de contratos garantizados y de los que no lo son. En ambas clasificaciones, uniéndolo con la idea anterior de probarse, nos topamos con la liga de desarrollo: la D-League. ¿Por qué? Porque es la vía de escape, tanto para los jugadores que quieren seguir el camino como para los gerentes que ven en esos trabajadores un halo de esperanza.

En los últimos días tenemos situaciones como la de Cleanthony Early, al que los Knicks han fichado para pasarle al filial y ver cómo se encuentra de su más reciente lesión, o la del controvertido Robert Swift, que participó en un tryout con el afiliado de los Warriors de forma que alguno de los ejecutivos de la liga mayor se fijara en él. Algo parecido a esto es lo que querrá conseguir Shannon Brown, uno de los mejores banquilleros de aquellos Lakers de Gasol, o algún otro jugador que busca en la segunda división un barra a la que agarrarse para poder impulsarse de nuevo hacia el estrellato.

En esta época confusa del calendario anual de la NBA su liga de desarrollo se convierte, por tanto, en un desagüe. El mercadeo no es nuevo, también va en ese sueldo oportunista, pero en este caso cobra una nueva dimensión donde la D-League acaba siendo un cajón de sastre que los GMs de turno rara vez van a visitar.

Patricio Garino, Nico Laprovíttola y Manu Ginóbili

Europa y la reciprocidad

La otra pieza del puzzle son las ligas europeas. Y como ida y vuelta, no como vía única. No sabemos si algún día tendremos división propia en el Viejo Continente, pero en el tema del intercambio de jugadores queda claro que la relación entre ambas partes se fortalece cada día más.

Por una parte, los que quieren ir a la NBA. Dos ejemplos que se pueden medir con la misma vara, la de Movistar Estudiantes. Siendo joven y recientemente drafteado las oportunidades son obviamente mayores, como un Juancho Hernangómez que se permitió el lujo de rechazar ofertas de equipos de Euroliga para probar suerte en un nuevo mundo para él. Más complicado lo tiene su ex-compañero Nico Laprovíttola, que cumple más con el paradigma de jugador que se lía la manta a la cabeza pero sin una red debajo. Y aquí, en este punto, es en el que el boomerang vuelve.

Muchos descartados durante las pretemporadas NBA deben pasar el peaje del fracaso (que en realidad no es tal) bajando un escalón. En Europa se frotan las manos ante el desenlace, con algunos grandes equipos como Baskonia o Panathinaikos buscando rellenar los huecos que les faltan desde agosto con los preciados descartes de la mejor liga.

“Todo lo que sube, baja”, que cantaba Olga Tañón. Y más en un viaje donde sólo el destino sabe dónde acabarás.


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