Miami Heat: ¿final feliz?

Siete palabras. Después de que LeBron James pronunciara esas ya célebres siete palabras a principios de julio, parecía que el camino de los Miami Heat hacia las Finales de la NBA iba a ser un plácido crucero por aguas tranquilas. Una alfombra roja que contendría, tan solo, algunos obstáculos menores como los Celtics, los Magic o los Bulls.

Se sacó incluso un rap que ya les coronaba campeones. Todo el mundo apostaba por ellos, algunos fueron más allá, y creyeron que podían ganar más de 72 partidos en esta fase regular. Hasta la propia franquicia organizó una gran fiesta el día que reunió a los nuevos tres grandes jugadores. Uno podía pensar que puede que ni la temporada 2010-11 fuera necesaria jugarla.

Y justo entonces, los Heat empezaron el año 9-8.

Pánico en South Beach. ¿Qué pasaba?, ¿por qué no era ese equipo el mejor? Con ocho derrotas en diecisiete partidos, ¿cómo iban a llegar a las 72 victorias e igualar a los Bulls de Jordan?.

Los problemas llegaron pronto. LeBron y Dwayne Wade tardaron mucho tiempo en aprender a compenetrar sus inigualables capacidades como dominadores del juego. En los primeros partidos, cada uno daba el máximo de sí cuando el otro estaba en el banquillo. Jugar juntos a buen nivel era, todavía, un reto demasiado grande.

Pero es que además los Heat tenían que encontrar también la manera de hacer funcionar a Chris Bosh, más allá de doblarle el balón fuera para que anotara su gran jumper de media distancia cuando las penetraciones de Bron o Wade encontraban oposición.

Aún con todo, seguía habiendo problemas. Udonis Haslem y Mike Miller estaban lesionados y la aportación del resto de jugadores secundarios de la plantilla era demasiado pequeña. Todo sucedió muy deprisa y se sacaron muchas cosas de contexto. La consecuencia fue, hay que recordarlo, que el cargo de Erik Spoelstra dependía de que Pat Riley apretara más pronto que tarde el botón rojo. Tras la octava derrota, una de dura en Dallas, los jugadores se reunieron solos durante más de una hora. Era un buen signo, y de allí salió el compromiso de tirar eso hacia delante. No iban a asumir más que su impresionante talento individual les llevaría a un buen número de victorias por sí solo. Había que trabajar como el que más.

Algo bueno sucedió, por fin, justo después: el calendario se hizo más sencillo. Y ganaron 21 de aquellos próximos 22 partidos, callando a todas las voces críticas durante algunas semanas. No fue hasta el periodo que va de finales de Febrero a principios de Marzo, cuando llegaron cinco derrotas consecutivas y lloraron en el vestuario, que de nuevo todos los columnistas se les tiraron al cuello. Argumentos, todos válidos, relacionados principalmente con el no saber cerrar partidos, el fallar en los momentos decisivos, etc.

Aún así, fueron dos semanas, ahora que ya podemos analizarlas, de lo más importantes para el equipo. Miami venía perdiendo la mayoría de los partidos contra los equipos fuertes de la Liga y en aquel periodo debían enfrentar 11 partidos consecutivos contra equipos de Playoffs. Cuando empezaron 0-5, todos dijimos que no estaban todavía este año preparados. Pero el balance final fue de 5-6, con grandes victorias contra Lakers, Spurs, Nuggets o Hawks. Aquella supervivencia en un momento tan crítico fue la sólida base sobre la que edificaron después.

Cierto es que después llegarían derrotas tan extrañas (en Milwaukee) como noticiables (en Cleveland), pero desde aquella racha de cinco derrotas seguidas en la que muchos borramos a los Heat de la candidatura de aspirantes serios al anillo, Miami está 14-3 incluyendo cinco victorias contra equipos de Playoffs, también, por fin, a los Celtics.

¿Son entonces aspirantes reales a ser campeones esta temporada?. Por supuesto. Aquí va esto: James & Wade son dos de los tres mejores jugadores de la Liga y están en plena forma. Además, han aprendido cómo jugar juntos o, al menos, llevan la lección ya muy avanzada. Todos estamos deseando ver como se comportan ambos en series a siete partidos, solo ante equipos buenos.

Ha sido esta una temporada de locos para los Heat porque todos nosotros les hemos hecho pasar por como 70 estados distintos a lo largo de estos últimos 8 meses: coronados en julio, borrados en noviembre, de nuevo dentro tras el 21 de 22, de nuevo fuera tras el CryGate y, ahora, por último, aspirantes otra vez a todo.

Miami Heat tiene lo que hay que tener para ganar, no hay duda. Quintos en eficiencia defensiva y terceros en la ofensiva. Empatados, además, con los Bulls, en lo más alto respecto al diferencial medio de puntos por partido anotados/encajados en toda la temporada (7,3). Signos de dominio. Primero llegarán los 76ers, un equipo que les vendrá muy bien; pero después de ellos llegarán, presumiblemente, unos Celtics que, desde la marcha de Kendrick Perkins a Oklahoma City, ya no parecen tan invencibles, más después de lo ocurrido la semana pasada en Miami.

Pero los Heat también tienen algunas dudas importantes todavía por resolver que le pueden hacer sufrir más de lo deseado. Para llegar a las Finales, alguien como James Jones tendrá que anotar más de un triple en algún momento importante, alguien como Mario Chalmers tendrá que distribuir bien el juego en minutos clave y alguien como Erick Dampier deberá pelear contra jugadores más grandes y, sobretodo, mucho más buenos que él. ¿Se puede confiar en estos jugadores?. Spoelstra siempre habla de la confianza, pues bien, habrá que tener mucha en este tipo de jugadores que, en principio, no desprenden demasiada.

Miami tendrá que poner todos sus problemas relacionados con la química entre compañeros detrás de sí si quieren superar a los Celtics en segunda ronda, y jugar a un nivel cercano a la perfección para superar a Chicago en las Finales del Eastern. Son capaces de ello porque, ya sabemos, tienen a James y Wade. No importa ya, los Heat son peligrosos porque, entre otras cosas, arrastran mucha sed de venganza. ¿Ser campeones? Puede, pero en un rol que nadie esperaba para ellos allá por el pasado mes de julio. El de la sorpresa.


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