Monta Ellis, un All-Star sin su justo premio

Es un hecho irrefutable que el tema que me dispongo a abordar, responde casi exclusivamente a elementos subjetivos, de puro gusto. Cada aficionado puede tener su opinión sobre qué jugadores merecen y deben acudir al partido de las estrellas del All-Star Weekend. Son 24 los elegidos, una docena de jugadores por cada Conferencia. Un abanico lo suficientemente amplio para que, al menos, los más elementales y esos que están en cabeza de todos no se queden fuera de la lista. Pero sin embargo, no puede llover a gusto de todos, y como la democracia es el menos malo de los sistemas, inevitablemente quedará una minoría insatisfecha.

Ya lo decía Don Andrés en la época de Yao Ming en su era Rocket. Mientras jugara, ‘El Emperador’ siempre sería de la función en el quinteto titular. Las elecciones de los diez jugadores iniciales se hacían por votación popular…y hay mucho chino en China.

No obstante, tal formato permite sacrilegios tales como que Kevin Durant, MVP de la pasada temporada regular, máximo anotador de la misma, y mundialmente reconocido entre los tres —o dos— mejores jugadores del momento, tenga que ser repescado por los entrenadores de la NBA entre los 14 suplentes. Lesión incluida, me parece un absurdo carente de toda argumentación.

Visto esto, supongo que no debería enervarme tanto ver como, un año más, Monta Ellis se queda sin entrada para el parque de atracciones. En mi caso es Ellis, vosotros tendréis otros predilectos mismamente válidos y con argumentos de sobra que defiendan su derecho a ir. Ejemplos; otro eterno infravarolado como es Mike Conley, un resucitado Derrick Rose, un tempranamente avezado Brandon Knight o un Nikola Vucevic que no para de progresar.

Sin embargo en este artículo vengo a romper una alabarda —una lanza se me queda corta— en favor de un jugador cuyo proceso de madurez, creo, no ha sido correspondido como debiera. Calificado a menudo, y merecidamente en ocasiones, como un “chupón” —de casi 5 asistencias por partido— de los que ponen nuestros nervios a prueba. Un ego cercano a adquirir masa sólida propia. Pero más allá de eso, hay algo que los ojos de cualquier amante del espectáculo y, por ende, de la NBA, no puede negar; Monta Ellis es un chupón, si, pero un “jugón”, y de los buenos, también.

Su trayectoria

Se ve que la ceguera respecto a Ellis viene de lejos. No muchos scouts supieron vaticinar todo el baloncesto que se escondía bajo la piel de este jugador. Seleccionado en el puesto 40 del draft de 2005, serían los Golden State Warriors quienes apostarían por él. Para ser justos, Ellis fue de esos impacientes que se apresuró en su salto a la NBA, inscribiéndose al draft sin previo paseo universitario a pesar de haberse matriculado en la Mississippi State.

No es menos cierto que en el nº 2, y un año más joven que Monta, fue elegido Marvin Williams, y que otras piezas de gran calibre fueron relegadas más allá de donde debieran acorde con sus curriculums — Danny Granger (17º), Jarrett Jack (22º), David Lee (30º), Louis Williams (45º), Andray Blatche (49º) o Marcin Gortat (57º). Dejémoslo en bomba de humo que asoló a los expertos ojeadores causando turbidez transitoria.

Tras un primer año marcado por la adaptación y minutos reducidos, la 2006/07 fue la única temporada en la meca del basket donde el escolta nacido en Jackson, Mississippi, gozó de reconocimientos más allá de sus números. Casi duplicó su lapso en pista e hizo lo propio con su aportación. 16,5 puntos, 3,2 rebotes 4,1 asistencias y 1,7 robos en 34,3 minutos que le valieron el galardón de Most Improved Player —Jugador más Mejorado—. De la mano y unos meses antes saboreó por única vez el beneplácito de los mandamases en época de enamorados. Fue elegido para participar en el ‘Rookie Challenge’, en el bando de los sophomores (Co-MVP con David Lee merced a sus 28 puntos), cuando aun tenía cierto sentido y no se imponían las patochadas de Chuck & Shaq.

Desde entonces fue creciendo en la bahía de Oakland donde alcanzó su cenit anotador en el curso 2009–10 con 25,5 puntos así como en robos, con 2,2. Un par de años después lograría su homólogo en asistencias alcanzando la media docena (cifra que igualaría dos campañas más tarde en Milwaukee).

La afición de los Warriors llevaba sin saborear las mieles de los Playoffs nada menos que la friolera de 12 años. La pesadilla, con Baron Davis y el propio Ellis en la vanguardia, vería su fin precisamente el curso de su eclosión. En ese 2007 obtendrían un récord positivo (42–40) atrincherándose en la última plaza que agenciaba billete para la batalla mayo. Pero la sorpresa no terminaría ahí. Los Warriors vencieron a los Dallas Mavericks de Dirk Nowitzki por 4–2. Era la primera vez en la historia que un octavo clasificado vencía al primero en una serie a siete partidos. En Semifinales se acabó la cruzada y cayeron ante los Jazz.

La siguiente temporada trajo otra sorpresa estadística, pero esta vez con tintes negativos. Pese a incrementar su número de victorias, se vieron inmersos en una de esas disputadísimas, y por lo tanto injustas por el formato de clasificación, Conferencia Oeste, y a pesar de su gran temporada (48–34), los Warriors no pudieron clasificarse para los Playoffs, siendo el mejor récord histórico que se iba de vacaciones mediada la primavera. Ellis, nuevamente, cuajaría una gran temporada, con 20,2 puntos de promedio, y un meritorio 53,1% de efectividad en tiros de campo. Tremendo para un escolta de tan amplio rango de lanzamiento.

Precisamente su año siguiente, condenado por las lesiones, —25 participaciones en todo el curso— y errores en los despachos (el traspaso de Davis, la ampliación de contrato de Andris Biedriņš y su alzhemier baloncestístico), coincidió con el desmoronar de los Warriors. Desde entonces, comenzó un errar por el desierto en el que el buen hacer en lo individual de Ellis no estuvo acompañado de resultados colectivos.

En marzo de 2012, Ellis ponía rumbo a otra franquicia menor, Milwaukee Bucks, a la que volvería a dotar de brillo fugazmente. Cuando nadie lo esperaba (parece que la etiqueta de “equipo revelación” es el sino de los Bucks últimamente), Monta Ellis, formando un eléctrico dúo perimetral con Brandon Jennings, colaba por la ranura de la postemporada nuevamente a su equipo. Casi mejor no haberlo hecho y poner rumbo a la playa de forma anticipada. Los Miami Heat no tuvieron piedad (4–0).

Pero ya entonces, un encorsetado por el aficionado medio (sin saber bien por qué) en el club de los “Juan Palomo”, llevaba por entonces cinco años superando las 5,7 asistencias por partido de media. Mark Cuban, ojo avizor en estos casos, quiso otorgarle la vitola que O. J. Mayo, un año antes, no había sabido relucir.

Y fue precisamente en Dallas, una franquicia de vigente renombre, mayores pretensiones y, lo más importante, a la sombra del mito alemán, donde demostró que sabía dominar su presunto narcisismo, aparcar protagonismos innecesarios y jugar por y para el equipo. Si alguien esperaba que fuera un fiasco, pretendiera ser otro gallo en un solo corral y trataría de hacer de los Mavs el reino de Monta donde solo hay cetro para Dirk, se equivocaba. Cuan cerca estuvieron en primera ronda de someter a los, a la postre, campeones Spurs. “Solo” 19 puntos en curso regular para, en juicio del que mecanografía, una de las mejores y sin duda la más madura de las temporadas de Ellis.

En su segundo año en tierras tejanas, no hace sino más que confirmar dicha madurez en un quinteto temible y que, con tantísimo gran jugador, no hay ninguna voz que se eleve sobre las demás. Ellis no es de los que chirría, de los que toca la nota discordante, de quien trata de colmar portadas, todo lo contrario. A sus 29 años es de los que engrasa, engrana, y ensambla piezas y aptitudes.

Madera de jugador franquicia

Pocos, muy pocos jugadores pueden atribuirse el titulo inmaterial de ‘Jugador franquicia’. Y a pesar de ser el 4º jugador mejor pagado de los Mavs, (aunque mejor que Dirk, honorable lo del teutón), Ellis está en condiciones de ser la piedra angular en torno a la que gira un proyecto. En una parcela con tan buena simiente, Ellis se erige por ahora como el máximo anotador y, lo fundamental en estos casos, con un notable porcentaje de acierto (45,4%). Solo la llegada de Rajon Rondo le ha liberado de su menester como asistente, y aun así se acomoda como el segundo del equipo con mas pases de canasta.

Otra función de las grandes figuras es la de tomar responsabilidades en los momentos que el balón quema. Big time players make big time plays. En su hemeroteca particular ya figuran unos cuantos bailes sobre el hilo. En Dallas tal papel ha tenido dueño y señor europeo durante la última década, pero desde que sirve al servicio de Rick Carlisle, Ellis ya ha sido el punto de la pizarra al que todos buscan , y los contrarios defienden, en más de una ocasión. Game winners vs Bucks, vs Blazers.

La fama, una mala aliada

Cría fama y échate a dormir. Es de esos puntos indemostrables, intangibles y que, por tanto, no se puede blandir en un debate donde priman las evidencias. A pesar de ello, influenciados como estamos por la pasión, el amor a un jugador, a un equipo, o incluso a un estilo de juego, de últimas, en la bifurcación para votar entre uno u otro, la balanza puede inclinarse a favor de aquel que, de ser emocionalmente inmunes, quizás no se hubiera decantado.

Cerraba el 2012 y Monta Ellis tuvo unas declaraciones que, al menos en mi mente, quedaron gravadas con fuego. Atrevidas desde luego, y osadas más si cabe, por el otro nombrado en la comparativa. Si fueron acertadas o inadecuadas es solo cuestión del recelo y parecer de cada uno. Lo que si es seguro es que de ventajoso, tal pensamiento abiertamente expresado, le trajo poco. Situarse al mismo nivel que Dwayne Wade y recalcar que el único matiz que diferencia a ambos es el número de victorias, es algo que aplauden, por lo jugoso del titular, los periodistas, comentan, por lo audaz de sus palabras, los aficionados, y beneficia muy poco, por hacerlo público, a su protagonista.

Ni con las bajas se acuerdan de él

Si tenía ciertas dudas en escribir sobre esta idea que desde hacía tiempo (y viéndomelo venir), pululaba por mi mente, las bajas de última hora de varios titulares y los seleccionados para que les sustituyan, han terminado por decidirme.

En los titulares no pienso ni adentrarme. Todos son merecedores de su nominación. Da igual que Kobe o Carmelo capitaneen los peores equipos de la liga. Kobe, aun amputado de un hombro, es Kobe, no hay más. El As de los Knicks, por su parte, está haciendo la misma temporada que siempre pero con menos ayuda que nunca. Y cumplen misma máxima que Durant. Hay jugadores que, por decreto, simplemente deben estar.

Si miro al banquillo, ya entonces me empieza a temblar un poco el labio. Aún así, nuevamente, me remito a cuestiones de juicio subjetivo. En mismos peldaños prácticamente, los criterios para apuntar a un jugador u otro difieren en matices, en pequeñas esquirlas, sin que unos deban primar sobre otros. Mencionar, si acaso, una cuestión de atención global en cuanto a equipos. Miami, en dura pugna por no perder el octavo puesto en la conferencia “débil”, ve premiados a dos de sus jugadores, Wade y Bosh. Dallas, de todos los conjuntos de la zona alta de la clasificación, el único omitido y sin representación.

Y vinieron las lesiones. Las malditas lesiones que, paradójicamente, podrían haber sido juez y parte para firmar el acta de conciliación con aquellos olvidados. A escasas horas de que empiece el show, podemos cerrar la lista de damnificados en cuatro jugadorazos que, sin duda, echaremos en falta. Debajo los lesionados y quienes ocupan su lugar.

  • Kobe Bryant – DeMarcus Cousins
  • Blake Griffin – Damian Lillard
  • Dwyane Wade – Kyle Korver
  • Anthony Davis – Dirk Nowitzki

Celebro la de Cousins y comprendo la de Lillard, pero hasta ahí. Y con la del base de los Blazers, que sin duda está haciendo un temporadón, me remito al mismo razonamiento de antes. Portland ya estaba representada por LaMarcus Aldridge, y los números de Lillard no están siendo mucho más impresionantes que los de Ellis. Además, Damian, aunque libre es para enfardarse cuanto quiera, suma ya su segundo All-Star en solo dos años, mientras otros que superan la década siguen huérfanos de él.

Lo de Kyle Korver, a pesar de estar destrozando todos los récords posibles desde el triple, ser la regularidad hecha hombre desde 7,25, ser un magnífico jugador de equipo y formar parte del elenco más sorpresivo de los últimos años por su posición en la tabla —y lo exorbitante que sería la cuota a pagar las casas de apuestas ante tal circunstancia al principio de la temporada—, ni todo eso sumado en su conjunto rozaron el suficiente para eliminar mi cara de incredulidad cuando leí la noticia.

No obstante, la NBA a veces no entiende de lógicas y ama estas cosas. El acontecimiento de juntar a 4 jugadores de un mismo equipo, como ya hicieran en 2006 con Detroit, simultáneamente en cancha es algo que atrae muchas miradas y dota de más luz si cabe a tan pirotécnico como divulgado espectáculo. Con el trío previo, en mi opinión, los Atlanta Hawks habían sido suficientemente recompensados por su hazaña.

Y si la cosa va de datos, a pesar de su excelsa puntería, los 12,9 puntos y 4,3 rebotes de Korver no me parecen suficientes para adelantar a otros en su elección. Me llama más el hecho de que Ellis, en su mismo puesto de escolta, sea el sexto de la liga en anotación, también sexto en asistencias, y el segundo en robos de balón.

Si de sublimes triplistas va la historia, otro que ahora se sienta en los banquillos como Steve Kerr, 5 veces Campeón de la NBA (con y sin Jordan) y una vez vencedor del Concurso de Triples y mejor porcentaje histórico (45,4%) en la faceta que encumbra a Kyle, jamás fue agraciado con tal botín.

Por último, nos perdimos a otro todoterreno bajo los aros, Anthony Davis. Y fue aquí donde, si comprendí el guiño por su trayectoria a Tim Duncan en la que pudiera ser (aunque cada vez parece más lejos) su última temporada, la elección de Nowitzki, la decimotercera en su haber, podría contemplarse como algo más innecesaria. Por dos motivos principales. Si bien este jugador, historia viva de los Mavs, incombustible e imparable para la perpetuidad en su fade away aunque una fusión de Dennis Rodman y Tony Allen le defendieran, podría optar ad eternum al All-Star Game mientras no decida retirarse, tiene un cupo de comparecencias en tal evento que bien podría (y más siendo seleccionado como último recurso auxiliar), haberse quedado con las que estaba. Y segundo, por todo lo ya dicho. Si los Mavericks han tenido que esperar hasta la vigésimo octava elección para ver como uno de sus pupilos recibía la llamada para viajar a New York, la NBA, tan fina para algunas cosas, podría haber puesto sus ojos en Ellis.

All-Star Game, tiempo de espectáculo

Porque al fin y al cabo este fin de semana va de eso. Un show con un único destinatario y cliente: el espectador.

Y si bien nuestra satisfacción es infinita por ver a los Gasol compartiendo titularidad (y Dios y la NBA quiera que salto inicial por lo eterno de la instantánea), el forofismo no debe cegarnos ante algo evidente. Ni Pau, ni Marc son carne habitual de highlight. Más allá de alguna asistencia mágica o algún mate ocasional, las luces y los ‘Top Ten’ suelen cederlos a otros de tez morena. Cuestión de ADN.

Y si no vamos a recurrir a DeAndre Jordan por ahora (aunque al ritmo de los últimos partidos y su imán para los rebotes cualquiera diría) ni a J.R.Smith por que nos regale alguna joya puntual (ya que hay que mantener unos mínimos en los criterios), en términos de afín igualdad, el ingrediente de esos jugadores que, además de merecerlo, puedan deleitarnos con alguna loca acrobacia, mates que quiten el hipo o crossovers que nos hagan exclamar desde el sofá (y hagan que despertemos a más de uno en casa que no comprende nuestra fiebre), es algo a tener en cuenta. Especialmente viendo el sentido de la defensa que se ha tenido en las últimas ediciones. Pocos se me ocurren que cumplan los requisitos más que Monta Ellis.

https://www.youtube.com/watch?v=bn0yb2D1hqk

Ojalá, y lo digo de veras, Korver me haga engullir mis palabras y se luzca con una actuación de 9/10 desde la lejanía y las enchufe de todos los colores aun libre de punteos.

En definitiva, están los que son y son los que están. El festival del domingo, aun sin Monta, no se resentirá ni una pizca. Solo confiemos en que se lo tomen un poco más en serio de lo que viene siendo habitual. Sin Kobe se nos acaban los obsesos por la victoria desde que empieza a restar el reloj de posesión. Que no se limiten a jugar solo si llegan en empatados al último cuarto y muerdan desde primera hora por el MVP. No es fácil olvidarse de las lesiones, siempre depredadoras. Pero que los 24 nos demuestren porqué son ellos, y no otros, los mejores e idóneos para estar ahí, engalanando el parqué.


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