Nate Robinson, en la D-League por amor al baloncesto

En 2010, la ciudad de Newark registraba un censo de 31.454 habitantes, de los cuales un 20% vivía por debajo del umbral de la pobreza. Newark no es una localidad rica precisamente, a pesar de formar parte del estado de Delaware, el segundo más pequeño de los Estados Unidos e históricamente conocido por ser cuna de grandes empresas que, ante los incentivos fiscales ofrecidos, no dudaban en asentar sus negocios a la izquierda del río que da nombre al propio estado.

Siguiendo el curso del imponente río Delaware, a 80 kilómetros al noreste de Newark se ubica la ciudad de Filadelfia, sede de los Sixers y lugar donde seguramente desee estar Nate Robinson en el futuro. En la Ciudad del Amor o en cualquier otra que acoja un equipo de la NBA, competición que el pequeño base de 32 años lleva sin pisar desde el otoño de 2015.

Ahora que son días de All-Star, regresa a nuestra mente la figura del nacido en Seattle. Porque el tres veces campeón del Concurso de Mates de la NBA no renuncia a volver a los grandes focos y, como tantos otros, busca su escalera a través de la D-League. Algunos veteranos ilustres de la Liga, como Gary Neal, ya han obtenido esta temporada la llamada de las altas cotas del baloncesto estadounidense tras haber pasado por la NBDL.

Aunque Neal firmara un contrato de 10 días con los Atlanta Hawks y, de vuelta al torneo menor, haya tenido que enrolarse en los Reno Bighorns, su tercera franquicia D-League en la 2016/17, el hecho de que recibiera una Call-Up debe motivar a tipos como Robinson.

“Sólo quiero jugar al baloncesto. Adoro el juego”, declaraba Robinson a NBA TV tras su fichaje por los Delaware 87ers, el equipo afiliado de los Philadelphia 76ers. “Si hay algo que sé de mí mismo es que me gusta tanto el baloncesto que jugaría en cualquier lugar. No importa el nivel, en qué parte del mundo, sólo quiero jugar y ser yo mismo cuando salga ahí afuera”.

Pues ese lugar es el Bob Carpenter Center, pabellón de la Universidad de Delaware, en la citada Newark y sede de los partidos como local de los Delaware 76ers, los Sevens.  Robinson y sus 175 centímetros de altura aterrizan en la D-League con más de 600 partidos en la NBA a sus espaldas y unos muy decentes números de 11 puntos y 3 asistencias por encuentro.

En octubre de 2015, Robinson, nº21 del Draft de 2005, puso fin a once temporadas seguidas en la NBA con ocho camisetas diferentes. Su último servicio, 2 partidos con los Pelicans al comienzo de la 2015/16, tras los cuales fue rápidamente cortado.

Luego, primera experiencia en el extranjero, en Israel. Con el Hapoel Tel Aviv compitió en 16 choques y estableció la mayor anotación en partido de playoffs desde 1985, con 46 puntos.

“Tengo mucho baloncesto que ofrecer”

A principios de 2017, con el casting de bases que abrieron los Cleveland Cavaliers a petición de LeBron James, el nombre de Robinson sonó como posible. Ya en diciembre había asegurado que no entendía por qué El Rey no le había llamado para jugar a su lado. “Debo de ser el más odiado”, apuntó.

Lo cierto es que Robinson, que a pesar de su baja estatura  fue tres veces campeón del Concurso de Mates de la NBA (2006, 2009 y 2010), tuvo la oportunidad de probar con una franquicia, pero no con la de Cleveland, sino precisamente con los Sixers, que finalmente se decantaron por Chasson Randle.

“Jugaré en cualquier equipo. Puedo hacerlo en Cleveland, en Philadelphia, en los Thunder e incluso en los Warriors si quieren puntos desde el banquillo”.

https://www.youtube.com/watch?v=g81HgK_kxCw

De momento, deberá saciar sus ansias de basket con los Delaware 87ers, donde al menos se mantiene centrado en la canasta, tras sus intentos en junio (Seattle Seahawks) de optar por el fútbol americano, disciplina que Robinson practicó en la Universidad de Washington. Allí firmó 13 partidos en 2002.

“Europa, China, donde sea, pero quiero jugar”, recalcó el base días antes de suscribir un contrato con la D-League y de ser reclamado posteriormente por los de Delaware. «Quiero ser capaz de rescribir cómo termina mi historia».

“Lo bueno de la D-League es que siempre habrá alguien viendo los partidos, incluso aunque no le apetezca”. Palabras de Sean Kilpatrick, que algo sabe de estos torneos y del escaparate que suponen.

Criptonita Robinson toma nota.


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