NBA: tiempos de cambio en la Corte

La noria de la NBA jamás para de girar, y sesenta nuevos jugadores, o cuanto menos sus nombres, acaban de subirse a esta rueda con la esperanza de llegar, algún día, al punto más alto de su recorrido.

Pero en esta ruta circular, la lógica geométrica nos dice que si para llegar a la cima hay que subir, luego, irremediablemente, llega el momento de bajar. Bajarse (y bajar en prestaciones) puede hacerse con mayor o menor dignidad. El viaje en esta atracción baloncestística no es el mismo para todos. Para algunos, la caminata empieza a escarparse apenas llegados los 30 y pierden la dignidad en favor del dinero y el miedo al irreversible adiós. Otros pocos (poquísimos) pueden apurar el boleto y alargar su estancia un poco más. De hecho pueden bajarse cuando quieran. Si llevas 19 años de recitales dobles y juegas en San Antonio, la noria gira a ritmo de ficción mientras Tim nos embriaga con su ciencia. Nash forzó demasiado la jubilación y la ficción se transformó en cicatero melodrama.

Y ahora, sabiamente, en el momento adecuado, se acaba de ir Shawn Marion. El último golpe de realidad que necesitaba para entregarme a este arranque de melancolía quizás, y ojalá, precipitada.

Tres mazazos para tres gigantes

Una melancolía que empezó a fraguarse hace tiempo, cuando Phil Jackson decidió que la 2010-11 sería su última temporada en los Lakers. Inmediatamente se multiplicaron los despropósitos (Mike Brown, Mike D’Antoni, el traspaso de Lamar Odom, el adiós de Derek Fisher etc), casi salvados por un all-in donde parecía que en Lakerland habían pescado escalera de color (Bryant, Howard, Nash, Gasol) y al final resultaron tener apenas una figura (just Kobe). Años difíciles se cernían sobre el hermano rico de Hollywood. Un presagio que el andamiaje del ‘24’ de los Lakers se nos ha empeñado en recordar. Tres lesiones graves en apenas tres años, que han impedido que cualquier haz de luz aspirara colarse en la parcela púrpura y dorada de Los Ángeles.

El segundo detonante tuvo también lugar en tierras tropicales, en la Costa Este. LeBron James decidía abandonar, dos anillos y cuatro finales después, las generosas playas de Miami por tratar de llevar la gloria, esta vez, a su estado natal, Ohio, y el equipo que empezó a convertirle en rey, Cleveland Cavaliers. La nostalgia de James por sus orígenes subía enteros las posibilidades de este artículo ya que, con su marcha, dejaba “solos” a Dwyane Wade y Chris Bosh y, repentinamente, las opciones de anillo en Cleveland se disparaban mientras que en los Heat, sencillamente, se hacían trizas.

El último gran golpe de efecto tuvo lugar hace pocas semanas. Particularmente el 3 de mayo en un Staples Center abarrotado. Tim Duncan (+Tony Parker+Manu Ginobili), parecía saber que era el último superviviente, la última esperanza de lo más exquisito de los 70. Y no fue hasta el último segundo del Game 7 —cuando Chris Paul decidió que ya era hora de que Disney dejara paso a Pixar— donde Tim Duncan, magistral y eterno (27 puntos, 11 rebotes), daría su brazo a torcer.

Desde ese momento, y con la mitad de los Playoffs aun por delante, ya se sabía. Lo decía el cuadrante. Era un escenario muy presente en mi cabeza, aunque sólo parcial; a la espera de que algún intrépido me golpeara con ese dato y esa imagen de realidad cargada de espinas. Esto ocurrió en el primer “En vivo” de nbamaniacs del, también, primer partido de las Finales. El dato, demoledor, se propagaba por twitter, y un usuario, con una imagen igual de demoledora, nos hacía partícipes de ello.

los tres grandes

Por primera vez en unas Finales de la NBA desde 1998, no estarían ni Kobe, ni Wade ni Duncan.

Pero yo añadiría ni Nowitzki, ni Gasol, ni Garnett, ni Carter, ni Pierce, y sí, por qué no, ni Marion.

Steve Nash aguantó hasta la cuarentena, Ray Allen parece que no volverá, y por el camino hemos ido perdiendo y «encorbatando» a Kidd y luego a Fisher. Ahora es Marion quien, tras un último y fallido intento de engarzarse su segundo anillo, decide que es hora de colgar las zapas.

Si en la clasificación de históricos cuando toque hacer bagaje Kobe ocupará el primer peldaño y Pierce el segundo, a Marion le situaríamos probablemente en el tercer nivel. No obstante ‘The Matrix’ nos ha dejado mucho más que una mecánica de tiro para el recuerdo.

The Matrix

Shawn Marion, 37 años, 16 sacando lustre al parqué. Fue elegido en el puesto 9 en las postrimerías del siglo XX por los Phoenix Suns, franquicia donde escribiría las mejores páginas de su vibrante historia. Del Draft del 99 y elegido en novena posición, no podía sino regalarle 9 años de animoso galope a un equipo y una afición que disfrutaría, en aquella época, de uno de los mejores ciclos de la franquicia sumado a uno de los más esplendidos conjuntos de baloncesto, por el desparpajo y lo relampagueante de su juego, que se recuerde. Los Suns del Run & Gun. ¿El botín?: una Era de “casis”. Trasladando a escala el mito del gran jugador sin anillo, éste pasará a la historia como uno de los grandes equipos sin campeonato.

Pocos recuerdan su fugaz paso por los Raptors. Antes había jugado dos años en los Heat. Llegaba a un equipo campeón a cambio de Shaquille O’Neal para sufrir, con un Wade permanentemente en la enfermería, la peor temporada de su carrera (15–67).

Se convirtió entonces en agente libre y los ojos de Cuban se posaron en él para llevárselo a Texas bajo un contrato de cinco años. Los más jóvenes lo recordamos en Dallas, con su tremenda zancada aún intacta. Allí se contrastaría como un notable veterano y gran jugador de equipo. A sus 33 años, cuando pocos lo creían ya posible, los Mavs, comandados por el mejor jugador europeo de la historia, Dirk Nowitzki, derrotarían contra todo pronóstico a los temibles Heat del ‘Big Three’, regalándole a su singular dueño la tan ansiada sortija.

Llegó a Cleveland para retirarse a lo grande pero desde la sombra. Siempre cómodo en su papel escudero, lejos de focos y coronas. No lo consiguió. De hecho Blatt se olvidó de él en los Playoffs. Aún así el año no ha sido del todo estéril. En diciembre aferraba su rebote número 10.000, lo que sumado a sus 17.000 puntos, 1.500 robos y 1.000 tapones, le convertían en el cuarto mosquetero de la historia en conseguir esta gesta. Porthos, Athos y Aramis en esta ocasión llevan los nombres de Hakeem Olajuwon, Karl Malone, Kevin Garnett. Qué buen trío. ¿Será demasiado bajo ese tercer escalón?

Su legado es formidable: 10 participaciones en Playoffs, unas Finales (de las cuales pendía un anillo con su nombre), 4 nominaciones al All-Star, campeón en una ocasión del Shooting Stars, 2º Mejor Quinteto de Rookies y 2 veces 3er Mejor Quinteto de la NBA. A eso hay que sumar numerazos que ni su limitada campaña en Cleveland logra ensuciar. 15,2 puntos, 8,7 rebotes, 1,9 asistencia, 1,5 robos y más de un tapón por partido. Hablamos de un alero que casi promedia un doble-doble y en cuya travesía ha logrado situarse por encima de los 11 rebotes (11,8 su pico) hasta en tres temporadas.

Esta acción en la “senectud de su carrera” define a la perfección a un jugador entregado para la causa como pocos.

https://www.youtube.com/watch?v=OYdOmZ6Z1Ac

Nuevos aires, nuevos jugones, nueva Era

Echado el cerrojo a la temporada, los Golden State Warrriors engalanan sus vitrinas con su cuarto Larry O’Brien cuatro décadas después. Como anticipábamos en mayo, un nuevo orden de equipos tocaba a fajina en la NBA. Hawks, Clippers, Grizzlies, Rockets, Wizards, Bulls, y lógicamente los Warriors. Todos ansiosos, todos hambrientos. No obstante, el cambio de cromos en el mercado yanqui es constante, y cualquier contender puede aparecer de la nada con el movimiento adecuado y la explosión del jugador inesperado.

Las franquicias tanquean, resurgen, se atiborran de rondas, acechan a la joya universitaria, ganan, envejecen y vuelta a empezar. Mientras, los viejos roqueros se dedican a tocar éxito tras éxito. Algunos en el mismo escenario la totalidad su trayectoria profesional. Otros van emigrando de pabellón en pabellón al capricho de los directivos o de suculentas ofertas.

Este año la orquesta ha sonado diferente, sin su toque a clásico, con Steve Kerr a la batuta y con James empeñado en poner su nota discordante. Casi lo logra. Y con seguridad, en un futuro cercano, volverá a hacerlo.

En este juego de tronos, ahora, sin atisbo de dudas, LeBron James es el rey. Los paladines de primer año aun tendrán que lidiar mucho antes de soñar con acercarse a la Corte. Sí pueden mirar el trono con mayor avidez la generación señalada para suceder a la que ha marcado el final del último siglo y los primeros pasos del que nos contempla.

Hablo de Stephen Curry, de Kevin Durant, de Russell Westbrook, de James Harden, de Klay Thompson, de John Wall, de Blake Griffin, de Anthony Davis, de DeMarcus Cousins, de Kyrie Irving, de Paul George, de Kawhi Leonard, de Jimmy Butler, de Gordon Hayward, de Ricky Rubio y de un adelantado Andrew Wiggins. De algunos más, desde luego, nombres y talento no nos falta. Todos ellos rondarán en el Olimpo de la NBA a la espera de ser sabia y equilibradamente rodeados por segundos espadas para preparar el asalto anual al título.

Y quienes reinaran largo tiempo en el pasado ya se desdibujan, cada vez más lejos de recuperar, efímeramente al menos, la poltrona. Han pasado de ser la piedra angular de un proyecto a convertirse en piezas veteranas, todavía interesantes, cuyo nivel de salarios hay que empezar a vigilar. Otrora fieras de ahora dientes mellados, que hipotecan franquicias más por nombre que por vigente aportación.

Mientras algunos se sacrifican por el bien común (Pierce, Dirk) otros reclaman lo que creen que es suyo por derecho (Kobe, Joe Johnson). Y esta dicotomía filosófica puede marcar la diferencia entre irse con un anillo más y el orgullo henchido o llevarse henchida sólo la cartera, hasta la asfixia, y sin rastro alguno de gloria.

Una última embestida

¿Cuáles de los cuasi-cuarentones podrían aspirar a no abandonarnos sin hacer antes un poco más de ruido?

Parker-Duncan-Ginobili: Mientras el trío perviva, se mantenga unido y Pops lo comande, siempre se podrá hablar de una penúltima vez. Las cosas llevan demasiados años haciéndose bien en San Antonio. Con ese método, Kawhi al legado, y jugadores de suficiente que allí se convierten en notables está prohibido descartarlos.

Pierce: Exprimió su granja en Boston hasta que no dio para más y lo intentó por la vía rápida en Brooklyn. A los Wizards aún les falta un par de años, pero ha sido un buen intento. Ahora se habla de vuelta a casa o de Clippers y su reencuentro con ‘Doc’. Quizás no haya un destino mejor. Chris Paul tiene demasiadas ganas y su tiempo también empieza a agotarse. Podría ocurrir; una segunda muesca para ‘Silverado’.

Nowitzki: El año era éste. Pocas veces tuvo un quinteto mejor: Ellis, Parsons, Chandler y al final Rondo. No cuajó el experimento. Su fade away seguirá siendo letal hasta el final, pero su peso en el juego ya no es el que era. Su fidelidad a Dallas hace poco probable verle intentándolo con otra camiseta, y a Cuban, con Rondo fuera y Ellis al relente, se le acaban el tiempo y las ideas.

Wade: Su temple contra sus rodillas. Su tenacidad contra su frágil salud. Dwyne Wade dominó la liga cuando James “ya era” el mejor. De su mano y con humildad alcanzó la gloria por partida doble, y ahora en Miami deben hacer encaje de bolillos para que su estrella vitalicia no les abandone. Si se queda seguirá teniendo a Bosh y posiblemente a Dragic. Con Deng, Whiteside y Nappier como sophomore las piernas de ‘Flash’ son las que marcarán la diferencia. Me cuesta verlo en otro equipo y, aunque no parezca que sea su estilo, no deja de ser tentador. Total, lo de Shumpert es sobretodo la defensa.

Bryant: 37 años y 25 millones de dólares.

Aún así escribir sobre el futuro es, con toda seguridad, equivocarse. La mar estará picada y el rumbo apunta incierto. Seguiremos navegando y sonriendo bajo la tormenta.


EXTRA NBAMANIACS

Nuestro trabajo en nbamaniacs es apoyado por lectores como tú. Conviértete en suscriptor para acceder a beneficios exclusivos: artículos especiales, newsletter, podcast, toda la web sin publicidad y una COMUNIDAD exclusiva en Discord para redactores y suscriptores.