Nuggets: Andre Iguodala 2.0.

En realidad, no conocemos a Andre Iguodala.

No tiene partidos de 50 puntos ni hace demasiados anuncios. Esta temporada no dice “Hello Brooklyn” ni “I Love L.A.”. Sucede con él lo que sucede con muchos otros grandes jugadores que no anotan 25 puntos por encuentro en el algún gran mercado: lo ignoramos.

Pero ahora, con un nuevo código postal, un nuevo uniforme que defender, otro entrenador que añadir a su particular larga lista y, quizá, la situación más estable que ha tenido en su carrera, Iguodala tiene la intención de cambiarlo. De cambiarnos.

Ha sido un verano intenso para Iguodala, que conoció en medio de unos Juegos Olímpicos en los que su único pensamiento era, como el del resto del Team USA, llegar a ganar el oro, que había sido traspasado a los Denver Nuggets tras ocho temporadas en los Sixers. Fueron aquellos unos días en los que repetir que en lo único que estaba concentrado era en el siguiente partido de los norteamericanos era obligado.

Pero tras el hipócrita escaparate de las formas, Iguodala ha reconocido recientemente que, contrariamente y en realidad, aquellos días su smart phone sacaba humo de tantos mensajes y llamadas. Hasta el punto que ahora ha confesado que tuvo que acabar apagando su teléfono vista la locura a la que se estaba llegando.

AI llegó a Philadelphia en 2004, cuando la sombra de otro AI (Allen Iverson) era ya tan larga como decrépita, para quizá vivir su mejor momento como sixer hace tan solo unos meses, cuando su equipo eliminó contra pronóstico a unos Bulls dramáticamente marcados por la lesión de Derrick Rose en el Game 1, para acabar llevando a los Celtics hasta el séptimo partido de una magnífica segunda ronda.

Pero los Sixers decidieron dar el gran salto pocas semanas después, mandando a su estrella a Denver y recibiendo en Philadelphia a Andrew Bynum, como parte del traspaso de Dwight Howard a los Lakers; terminando, así, una larga e inestable relación de Iguodala con los Sixers, marcada (para lo bueno y para lo malo) por el contrato que ambos firmaron en 2008 a razón de 80 millones de dólares para el jugador.

Una constante ha marcado el recorrido de Iguodala en Philadelphia: la falta de estabilidad. Desde el front office, pasando por el coaching staff y terminando en la plantilla, los Sixers siempre han estado en un proceso de cambio constante. Y en ese centrifugado continuo, Iggy jamás supo definirse entre quines lo catalogaban como el subestimado héroe baloncestístico de la ciudad, los que creían que era un excelente playmaker y quizá el mejor defensor de perímetro de la Liga, o los que pensaban que tan solo estábamos ante un jugador ofensivamente limitado incapaz de ganar un partido en base a sus habilidades en ataque.

Poco importa ya. Más cuando parece que los astros se han alineado con Iguadala, ya que, con la actitud y altitud correcta, Denver es el destino perfecto. Dice George Karl que desde el primer día de training camp de los Nuggets, Andre Iguodala ha querido imponerse en la pista de forma continua y consistente como el mejor jugador del equipo.

De forma recíproca, los Nuggets esperan que Iguodala aporte algo tan necesitado para la franquicia de Colorado como es una buena defensa exterior. Pero de frustrante se acabará catalogando el paso de Iggy por Denver si éstos no saben aprovechar lo que el jugador lleva años esperando poder dar: acierto en el tiro, participación en la transición ofensiva, un primer paso al abasto de pocos atletas, una capacidad de salto al servicio continuo del equipo en estático… en resumidas cuentas, más y mayor participación ofensiva.

No regalará la dura Conferencia Oeste precisamente demasiado tiempo a estos Nuggets, con unos Thunder con ganas de demostrar que incluso pueden mejorar su anterior campaña, los nuevos y excitantes Lakers, unos Clippers cada año más fuertes y conjuntados, los Grizzlies que siempre estarán ahí o unos Spurs que esta pretemporada están demostrando que su rendimiento óptimo tiene continuidad. Harían bien, por tanto, Iguodala y Denver en relativizar de inicio su asalto al Western; aunque, una vez asumida la competencia, bien es sabido que en la NBA, la única forma de triunfar es creer que puedes hacerlo.

Puede que todavía no conozcamos a Andre Iguodala. La pregunta de si una nueva oportunidad en una nueva ciudad, un nuevo equipo y un nuevo rol, pondrán por fin en el mapa a un nuevo Iguodala, está a punto de ser respondida.


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