Paul Pierce podrá vestir de negro, pero seguirá jugando en casa

El traspaso del verano, el que ponía fin a una era en los Boston Celtics, adiós a Kevin Garnett y adiós a Paul Pierce. Ambos se marcharon tras dejar un anillo que los verdes añoraban desde hacía demasiado tiempo, ambos dejaron su sello y su sudor marcado sobre el TD Garden antes de salir por la puerta, pero, Pierce dejó algo más, Pierce dejó su casa.

Quince años como ‘celtic’ desde ese draft de 1998 en el que fue seleccionado como número 10. Quince años que empezaron en la sombra y que quizás merecieron más luz, pero que encontraron su recompensa coronada con anillo ante el equipo que le hacía latir en su infancia. Porque Pierce es californiano y hasta pisar suelo verde soñaba con meterlas en el Hollywood de los Lakers.

En Inglewood High School le vieron crecer y formarse como jugador, incluso machacar en un concurso de mates con Vince Carter como rival. Eran sus primeros pasos sobre una cancha y no pasaba desapercibido. Menos lo hizo aún en su etapa universitaria. Los Kansas Jayhawks le disfrutaron tres años sobre su parqué; y vestido con su clásico azul, ese color que impregnado con su nombre luce lo alto del Allen Fieldhouse, se ganó un sitio en la NBA.

Llegaba a la liga y le esperaba la franquicia por excelencia, los Boston Celtics, un equipo que recordaba con nostalgia los años en los que sobre las pistas se hablaba en verde. Y cosas del destino, un ‘laker’, su rival por excelencia, era quien estaba llamado a sacarles de su letargo.

Y lo hizo. Debutó con Rick Pitino, una época en la que sus esfuerzos y éxitos personales no veían reflejo en victorias, una época que pudo ser la primera y última de su carrera una noche de septiembre del año 2000 cuando, al salir de un local nocturno, recibió 11 puñaladas en cara, cuello y espalda. En 10 días estaba jugando. Su futuro estaba marcado en Massachusetts y era otro.

Con Jim O’Brien desde el banco llegaron tiempos mejores. La pareja con Antoine Walker tomó forma y en Boston volvían a sonreír. Paul Pierce ya no era un ‘novato’, era ‘The Truth’ de los Celtics, tal y como le apodó Shaquille O’Neal un 13 de marzo de 2001 tras ver como anotaba 42 puntos y pasaba por encima de los Lakers; algo que repitió en playoffs ante los 76ers y los Pistons. Era 2002 y Pierce tenía a Boston en una Final de Conferencia tras 14 largos años, pero los New Jersey Nets les apartaron del camino.

Tras el amago de gloria, el vacío. Adiós a Antoine Walker y hola a una nueva odisea en la que Pierce, pese a que los éxitos aún le eran esquivos, no se imaginaba sin luchar en verde. Su único objetivo era dar un anillo a esa franquicia en la nada más llegar preguntó: “¿El 34 está retirado?”, admitiendo no saber mucho de su historia, y en la que ahora estaba dispuesto a hacer lo que hiciese falta para que reinase el trébol.

Apareció Doc Rivers y con él los Celtics campeones. ‘Silverado Pierce’, como le llamaba Andrés Montes, seguía a lo suyo, puntos, rebotes, asistencias y un espíritu de lucha que crecía sobre el Garden con cada partido, con cada entrenamiento. Y así llegó 2007. Kevin Garnett y Ray Allen se unían a la causa y el fruto fue tocar el cielo. Tras 10 años dedicados a una franquicia, Pierce y los Celtics por fin eran campeones en 2008 con el ‘big three’ por bandera y derrotando al eterno rival, los Lakers.

Con el anillo ya colocado en su dedo llegaron más batallas. Otra final ante los angelinos en la que cayeron en el séptimo partido, duros enfrentamientos contra los Miami Heat de LeBron James, a los que tuvo contra las cuerdas en la 2011/12 al ponerse 3-2 arriba en las Finales de la Conferencia Este; y por supuesto la sensación en cada partido de que el día que dejase los Celtics no se iría un jugador, sino una leyenda.

Una leyenda que devolvió la gloria al trébol tras 22 años siendo nombrado MVP de las Finales. Una leyenda que ha disputado 10 veces el All-Star Game de verde. Una leyenda que se sitúa por encima de Larry Bird en puntos anotados en la historia de los de Boston, siendo únicamente superado por John Havlicek.

Hoy le verán de negro y le verán haciendo lo que mejor sabe, jugar al baloncesto, pero no se confundan, hoy Paul Pierce juega en casa.


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