Renaldo Major: una vida a las puertas de la NBA

“Did Not Play-Coach’s Decision”. Así rezaba la hoja estadística de Renaldo Major (Chicago, 1982) en el que debía ser su primer partido de esta temporada en la D-League. El pasado domingo, los Renos Bighorns caían a domicilio ante los Rio Grande Valley Vipers. En ese duelo, donde debutó como profesional Gary Payton II, Renaldo Major se quedó sin pisar la cancha. Su entrenador no consideró oportuno ni que si vistiera de corto. En una plantilla de quince fichas, Major era uno de los dos descartes. También lo fue en siguiente partido de los Bighorns, saldado igualmente con derrota. 0-2 de balance y Major inédito.

Que un jugador no salte ni un segundo a pista en la D-League puede no ser noticia, pero si ese hombre es el que ostenta un buen número de récords en la competición, la percepción varía. Al término de la campaña 2015/16, Renaldo Major era el  máximo anotador de la historia del torneo con 4.909 puntos, el que más partidos había disputado (371), el que más minutos había estado sobre pista (11.029), el que más tiros de campo había acertado (1.661), el que más tiros libres había convertido (1.441) y que el más pelotas había robado (482). Toda esa gloria estadística la ha forjado en una década en la D-League, salpicada con algunas experiencias en México, Inglaterra, Finlandia o Puerto Rico y una noche, sólo una, en la NBA.

Graduado en 2004 en Fresno State, no salió elegido en el draft de entonces y le tocó buscarse los dólares en las durísimas ligas menores de Estados Unidos. Jugó, y ganó, la USBL y compitió en la CBA. Ambos torneos ya no existen y pertenecen a ese recuerdo añejo que habla de que antes de una D-League potente, había otras opciones a la sombra de la NBA.

La propia D-League siempre ha sido vista como una oportunidad. Desde sus inicios se concibió como una plataforma para los jugadores. Se buscaba que desarrollasen su talento, su capacidad de competir, su juego, en un torneo bien organizado bajo el abrigo de la NBA. Prácticamente todo hombre que pisa la D-League lo hace, de mayor o menor manera, con un ojo puesto en la NBA. Ese es el destino final, recibir una llamada de alguna franquicia, tocar la gloria deportiva, cumplir el sueño americano de cualquier jugador de baloncesto estadounidense.

Major cumplió ese sueño solo una noche. Pero lo hizo. En la campaña 2006/07 había debutado en la D-League con los Dakota Wizards. Las pretensiones de ser visto, de tener exposición y de destacar ante los ojos de los scouts de la NBA se materializaron en el caso del escolta. Los Warriors de Don Nelson le firmaron un contrato de 10 días en enero de 2007. Un joven Major entraba a formar parte de un equipo basado en el Run and gun, donde brillaban tipos como Baron Davis, Monta Ellis o Stephen Jackson. Esos mismos Warriors, precuela de los campeones de 2015, eliminaron después en la carrera por el título a los súper favoritos Dallas Mavericks de Dirk Nowitzki.

El 17 de enero de 2007 Renaldo Major disputó 25 minutos del Golden State Warriors-Los Angeles Clippers (109-115). Esa casi media hora sobre el parqué del Staples Center quedará para siempre como los únicos minutos del escolta en la NBA. Aquella noche de invierno, Major hizo realidad su anhelo de niño, sus ensoñaciones desde que tenía 11 años. Major amaba el béisbol, pero las gestas de un Michael Jordan en la plenitud de su carrera le hicieron orientar su fuerza al baloncesto. Major firmó ante los Clippers 5 puntos, capturó un par de rebotes y se embolsó por esa semana y media en los Warriors 21.000 dólares.

Duele el corazón

Por supuesto, nadie lo sabía, ni lo podía predecir, pero aquella fue la primera y la última velada del natural de Illinois en la NBA. Concluido su contrato, Major regresó a los Dakota Wizards, donde fue elegido Mejor Jugador Defensivo de la D-League 2006/07. A ese premio individual le añadió el título de la D-League. En septiembre, fue llamado a filas por los Denver Nuggets para el training camp. Las cosas no podían ir mejor. En sólo un curso en la antesala de la NBA ya había disputado minutos con los mejores, había logrado un campeonato y era firmado para hacer la pretemporada con una franquicia. Estaba donde quería, a las puertas de tener otra gran oportunidad.

Sólo faltaba superar el reconocimiento médico y Major podría tener todo en su mano para convencer a los rectores de los Nuggets de que merecía un contrato en la NBA. Las cosas que dependen de uno son más manejables. Pero de Major no dependía su corazón. Los médicos le descubrieron una válvula floja. Debía pasar por el quirófano. Adiós a la temporada 2007/08, adiós al sueño de pelear por un sitio en la NBA. Adiós a todo eso, pero hola a la vida, que al final es lo más importante.

En su curso inactivo, respiró baloncesto por los cuatro costados. Sólo le quedaba recuperarse, poder jugarlo, volver. Lo hizo, en los Wizards, pero en los de Dakota. A partir del curso 2008/09 sumó puntos, partidos, minutos, robos, tiros libres y viajes en la D-League. Eso sí, apenas se asomó más a la NBA. La merodeó con los Clippers en el otoño de 2011, el del lockout.  Fue de los primeros descartados nada más iniciarse aquella pretemporada de diciembre. Y vuelta a los orígenes, para enrolarse en los Bakersfield Jam. La mejor noticia de ese periodo le había venido en forma de medalla de bronce en los Juegos Panamericanos con Estados Unidos.

Para el máximo anotador de la historia de la D-League, la etiqueta de liga que abre puertas a la NBA es secundaria. Desde hace un tiempo, Major le ha quitado ese valor al torneo en donde juega. Él ya no ve más arriba. Lleva unas cuantas temporadas como suplente, bajando sus promedios y enfilando el camino de la retirada, poco a poco, sin prisas.

En 2015 aseguraba que le quedaba todavía un lustro en activo. Si su cuerpo se lo permite, lo seguirá haciendo en la D-League, el puente para los sueños de muchos, la competición de noches de motel, carreteras secundarias y pabellones fríos. La D-League de los contratos mínimos que no llegan a 20.000 dólares anuales y donde lo máximo por curso no alcanza los 40.000 verdes. La D-League de las esperanzas frustradas, de los deseos de decenas de jugadores que quieren enseñar a esos hombres de la grada llamados scouts, que hay sitio para ellos en la NBA, también en Europa u otros lugares del extranjero.

Major pasó por todo eso, logró estar 25 minutos en la NBA e hizo de la D-League una forma de vida. Cuando se retire, será entrenador. De baloncesto, claro. Aunque todavía tiene ganas de anotar y robar balones, por mucho que su versión de ahora se haya dejado por el trayecto parte de su fuerza.

En la 2014/15 le fue otorgado el Jason Collier Sportsmanship Award , un premio que reconoce al jugador con mejores valores e ideas fuera y dentro de las pistas de la D-League. Renaldo ha dejado muchas huellas en su carrera profesional.

“Acabo de recibir la llamada de que he sido traspasado a los Reno Bighorns. Estoy entusiasmado y listo. El Señor siempre cuida de mí”, rezaba su Facebook el pasado 22 de octubre. Entusiasmo, amor en las venas por el basket. En la D-League también se cumplen sueños.


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