Ricky Rubio, el surtidor desmenuzado

Después de examinar en vídeo directo a los Minnesota Timberwolves dos veces la pasada semana, creí necesario ahondar en la displicencia a la que Ricky Rubio está siendo encadenado este curso.

Sí, su lanzamiento no ha despegado prácticamente desde su llegada a la NBA (ahora mismo repite el 35,7 por ciento en tiros que grabó en su bautismo profesional USA) y sus recursos ofensivos harían enfurecer a un Gremlin: en lugar de multiplicarse, menguan con los años. Pero aun con todas las limitaciones diagnosticadas, los dos partidos examinados la pasada semana (ante Rockets y Warriors) me animaron a denunciar el inmovilismo que Ricky Rubio está, forzosamente, tomando por costumbre en los Wolves de Tom Thibodeau.

¿De veras Ricky solo es válido (en ataque) para subir la pelota hasta la línea de triple, entregarla e irse a una esquina? Hace solo unos días nos hacíamos eco de la cierta devaluación del producto de El Masnou en la NBA, pero no solo se trata de un empecinamiento del base con la falta de confianza. También tiene que ver con el sistema.

Las jugadas que la despoblada cabeza de Tom Thibodeau escupe suelen consistir, en el 70% de los casos, en Rubio subiendo la pelota para después entregarla a una de las tres figuras (Karl-Anthony Towns, Andrew Wiggins y Zach LaVine). Y ahí termina gran parte de la aportación de Ricky en territorio comanche. Surtido ad hoc para la inmediata justa personal de uno de los jóvenes talentos, con él mismo orillándose hacia un lateral.

Todo un mensajero de guante blanco relegado a mirar las jugadas de sus compañeros en la mayor parte de ocasiones. Porque, qué duda cabe, la capacidad de pase sigue existiendo.

Más allá de considerar un mejunje táctico erróneo en Minnesota, busquemos en la estadística respuestas sobre si Rubio puede ser utilizado o no de manera más útil en los actuales Timberwolves.

Menor participación

Esta temporada está siendo, con mucho, la de menor participación para Ricky Rubio en la NBA.

Solo se anima a mirar a canasta 5,7 de veces por partido (éxito en 2,0 de ellas) y reparte 6,9 asistencias por exhibición. Tales volúmenes son preocupantes: más de dos tiros menos intentados respecto al curso pasado (7,7) y la mitad (10,0) que en su año más animado hacia canasta (temporada 2014-15).

En asistencias está ligeramente por debajo de su segundo peor registro profesional (7,3,), que data de la temporada 2012-13. Todo son agujeros en participación.

Es una realidad. Ricky Rubio interviene menos que nunca en el ataque de los Timberwolves. Pocos desarrollos de pick and roll, menor uso del debido de las continuaciones abiertas y de las situaciones que aprovecharían su visión de juego amenazan con enterrar cada vez más sus virtudes.

Tampoco se han empapado estos Timberwolves de las virtudes de un buen contraataque. Y eso, con un tirachinas cargado como es Ricky en el juego rápido, y depredadores del aro por doquier. El diagnóstico es «escasez en el aprovechamiento de recursos».

Rubio y asistencias

Volviendo a las asistencias, el dato personal de Rubio esta temporada puede leerse como una herida severa. En lo más profundo de su identidad. El año pasado, Ricky fue el quinto mejor asistente de la NBA (8,7). También estuvo entre los cinco mejores pasadores de la liga las últimas tres temporadas, sin excepción (8,6, 8,8 y 8,6 asistencias). Este curso, engullido por el protagonismo de terceros, ‘solo’ es 11º (6,9).

Y la pregunta que surge es, ¿no está un surtidor de balones y situaciones favorables como Ricky Rubio minimizado en los actuales Wolves?

Wiggins, LaVine y Towns

Explicamos los motivos. Con tres adelantados de clase (21 años cada uno) por encima de los 20 puntos de promedio, Rubio no podría estar mejor rodeado para ampliar el caudal de su inspiración.

Es una ecuación ciertamente sencilla. Gran pasador y lector de ventajas y toda clase de sinónimos anotadores; eso, más tres jugadores que nacieron con un aro debajo del brazo. No obstante, la mayoría de puntos de las tres jóvenes estrellas de Minnesota llegan sin asistencia previa.

Puntos tras asistencia

Y son datos. Karl Anthony Towns anota de dos puntos tras asistencia el 57,7% de sus acciones adornadas con canasta; lo cual deja casi la mitad de su caudal llegado tras jugada personal. En Andrew Wiggins el valor de canastas de dos tras pase desciende al 36,0%. Se le puede nombrar pues monarca de los puntos tras isolation en su equipo. Y, por último, LaVine completa el trío autodidacta con el 40,2 de sus canastas de dos tantos tras asistencia.

Con sus tres jóvenes estrellas avanzando en las clases particulares, las asistencias se resienten. 22,1 por noche entre todo el equipo, para que los Timberwolves ocupen el 20º lugar de la NBA en esta métrica. -5,4% menos de pases de canasta respecto a la temporada pasada (23,4 y 8º en el ránking).

Quizá una de las grandes pérdidas de Minnesota es el juego en estático y los aclarados. Alfombra roja para lucimiento de los jóvenes pero poco efectivas para el contador del equipo. A menor circulación de balón y canastas tras asistencia, menor rendimiento colectivo. Y ¿quién es el docente de Minnesota en envíos que acaban en canasta? Sí, el mismo.

Wolves, perdidos

Como resultado de su falta de encaje coral, los Timberwolves deambulan 8-19 en la Conferencia Oeste y están atascados en el segundo curso con peor porcentaje de victorias (29,6) en los últimos cinco.

Para ir recogiendo el argumento planteado, la participación de Ricky Rubio está demostrada como tratamiento regenerativo en Minnesota. A más asistencias, mejor rendimiento del equipo. Lo cantan las últimas temporadas y cualquiera que meta la tijera en táctica baloncestística.

Rubio es surtidor de puntos para sus compañeros que nunca debería caer en complejo de espectador. El caso –ya terminando– es que el base está en disposición de aportar mucho más en su equipo. Muchísimo más.


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