Sacramento despide al otro Cousins

Escribía Cortazar que las costumbres son las formas concretas de vivir el ritmo, la cuota del ritmo que nos ayuda a vivir. Uno no elige, pero se construye; y cuando a una madre le hablan mal en la escuela de su hijo, para ella es el mejor. La clase mira DeMarcus Cousins esperando a que vuelva a liarla, monte la escena y pase por dirección —genio incomprendido o chico problemático—, para Sacramento siempre será su hijo.

Con los berrinches de un niño a las cuatro de la mañana, o al termino del último cuarto. Las broncas en el despacho, diecisiete veces ha bajado Cousins a ver al director. Pero y qué, si en la agenda mediática solo vale el morbo, y es que ver con los ojos de una madre debe ser complicado. Ayer de madrugada, antes de cambiar de ciudad por culpa de su trabajo, al que disfrazan de lobo quiso dar las gracias a aquellos que le han visto como es: un jugador de baloncesto.

La otra cara

Una reputación que parece no haber cuajado en la que hoy ya no es su casa, donde ha contribuido con millones de dólares a la caridad. Quizás el problema haya sido no mostrarlo de cara a las cámaras, pero sí a la gente que recibe esa ayuda. O pasar alguna tarde con los niños de Robertson; si es que hasta el chico malo sonríe de vez en cuando.

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Pero la cuestión no es la que quiere discutir todo el mundo, no se defiende ni se crucifica a DeMarcus. Llora Sacramento la pérdida de su hijo, que le vio subir hasta los 56 puntos en una noche que terminaría en derrota después de dos prórrogas. Porque puedes intentar ser todo lo bueno que quieras, pero siempre hay jueces hasta en tus mejores galas. Y así seis años.

El cambio

Es por eso que el cambio de aires llega como la universidad; salir de un nido para volar en New Orleans. Complicado vivir siempre con la misma gente y las mismas caras, que todo el mundo te tache de lo mismo. Conocer grupos nuevos, sentirse uno más del colectivo y ser parte de algo, incluso para llevar un anillo.

DeMarcus Cousins se marchó ayer de Sacramento llorando como un niño, dejando ver esa parte que nadie acostumbra a conocer. En Pelicans se encontrará a otra estrella como él, otro incomprendido con sus más y sus cejas. Por eso en nombre de madres, padres, hijos, compañeros de clase, novias, amigos o como debería ser, aficionados; dejen que Boogie crezca y viva su baloncesto como quiera, con sus decisiones, su errores y sus costumbres.


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