Utah Jazz: ¿reconstruir o aspirar?

Generalmente, existen dos tipos de equipos en la NBA: los que se reconstruyen y los que aspiran. Imaginemos estas dos clases como dos carreteras distintas con un punto inicial en común; aquellos que han terminado el camino de la reconstrucción, empiezan el de aspiración. Aún así, puede que un equipo haya quedado atrapado en un punto concreto del camino de la aspiración, con lo que decida empezar de nuevo y pasarse al de la reconstrucción para poder, en un tiempo, aspirar de nuevo, y mejor.

Los Utah Jazz están actualmente al inicio de ambos caminos.

Para muestra la completa mezcla de jugadores de su roster: Algunos en su punto álgido, como Al Jefferson y Paul Millsap. Otros cuyo principal activo es su veteranía, como Earl Watson y Josh Howard. Y otras recientes, talentosas y jóvenes incorporaciones, como Enes Kanter, Alec Burks y Derrick Favors.

Cuando Jerry Sloan, su legendario entrenador, se retiró a mediados de la campaña anterior, era fácil creer que ahí empezaba el proceso de reconstrucción de la franquicia. Más cuando, acertadamente, y en pro de dicha nueva fase, mandaron a Deron Williams a New Jersey a cambio de Devin Harris y el propio Favors.

Tanto Harris como Favors tienen todavía espacio de mejora en sus carreras NBA y el segundo, incluso un claro potencial para convertirse en una estrella de la Liga. Se trataba de combinar estas dos piezas con otras jóvenes promesas como Gordon Hayward y C.J. Miles, y ahí empezaba el futuro de Utah Jazz.

Pero entonces llegó la contratación de Tyron Corbin como head coach.

Nada en contra de Corbin en lo personal, pero promocionar al primer asistente de Sloan era evidenciar que poco (o muy poco) iba a cambiar el sistema de juego ni la mentalidad de los jugadores. Nadie puede negar que, al final de la etapa Sloan en el banquillo de los Jazz, los jugadores (y no solo Deron Williams) habían perdido la fe en el sistema de juego. Por supuesto que fue ese mismo sistema el que estuvo a punto de conseguir traerse el Larry O’Brien Trophy a Salt Lake City de no ser por Michael Jordan, pero con Sloan y Williams fuera, la oportunidad de empezar a construir un sólido nuevo proyecto estaba allí.

Con Corbin, el cambio en la dirección imprescindible para afrontar nuevos retos, no se produce. Los Jazz parecen indecisos, sin saber si el viejo sistema todavía funciona o si, por el contrario, el mejor camino es cambiarlo y encontrar uno que se adapte a los jugadores, siempre después de traspasar a Millsap y Jefferson. Sirva el ejemplo de Kevin Love, que empezó a florecer cuando no tuvo por delante la presencia en Minnesota del propio Al Jefferson.

Solo hay una manera de hacer progresar a promesas con perspectivas, y es haciéndoles jugar. Es trabajo de Kevin O’Connor, GM de la franquicia, traspasar a Jefferson y Millsap por futuras opciones de Draft. El trabajo de Corbin, sin embargo, es poner a Favors y Burks muchos más minutos en pista, una vez alejada la sombra de los jugadores con los que actualmente comparten minutos.

Por ahora, los Jazz no van a ninguna parte. Necesitan urgentemente tomar una decisión o se quedarán algunos años más en parte trasera del vagón de equipos NBA, encallados al inicio de los dos caminos.


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