Al estrellato en sólo una semana. Así nació la «Linsanity»

26.8 puntos con un 51.5% de acierto, 8.0 asistencias, 2.0 robos en una semana. Números que asociaríamos automáticamente con una estrella consagrada. Pero lo cierto es que pertenecen a un jugador que, hasta el pasado sábado, era un desconocido para la gran mayoría de aficionados al baloncesto. Su nombre: Jeremy Lin.

Cinco partidos han servido a Lin para convertirse en el nuevo ídolo de una afición en busca de referentes. Los Knicks, un equipo que no gana un partido en Playoffs desde que las Torres Gemelas estaban en pie (29 de abril de 2001), llevan años malgastando millones de dólares en proyectos fallidos para devolver la ilusión y las aspiraciones de título, pero nadie ha tenido un efecto tan clamoroso desde entonces que un jugador cuyo salario apenas sobrepasa los $762.000 esta temporada.

UN DIFÍCIL ATERRIZAJE EN EN NEW YORK

Lin, de 23 años de edad, llegó a los Knicks al poco de empezar la temporada para cubrir la baja de Baron Davis e Iman Shumpert, lesionado en el primer partido ante Boston, justo después de ser cortado por los Rockets, necesitados de liberar un puesto en plantilla para fichar a Samuel Dalembert. El base se convertía así en el segundo jugador de origen asiático, aunque nacido en Estados Unidos, de la historia de la histórica franquicia desde que Wat Masaka se convirtiera en New York en el primer no caucásico en disputar un partido de la NBA (aún denominada BAA) en 1947.

Y llegar de rebote, precedido por una discretísima temporada rookie en Golden State, no le garantizó en absoluto minutos hasta bien entrada la temporada. Sin problema alguno de lesiones, Lin había llegado a no salir a cancha en 13 partidos (contando con que pasó seis días en la D-League, donde sólo jugaría un partido con los Erie BayHawks… resuelto con triple-doble), y jugar sólo un puñado de trash minutes con los Knicks. De hecho, hasta el 3 de febrero, en la derrota de New York ante Boston, Lin no había jugado ningún partido resuelto por menos de 10 puntos.

La única excepción en su inadvertido inicio de temporada, antes de su explosión hace sólo 7 días ante New Jersey, fue el 28 de enero. En Houston, ante el abismal partido de Toney Douglas y Mike Bibby (3/16 en tiros de campo entre los dos), Mike D’Antoni dio a Lin sus primeros minutos de juego importantes en la temporada, saliendo en el tercer cuarto con los Knicks «sólo» 9 abajo ante los Rockets. Dos tapones casi consecutivos sobre Douglas cortesía de, irónicamente, Dalembert precipitaron la decisión.

Tras intercambiar sonrisas con algún ex-compañero durante su breve estancia en Houston como Chase Budinger, Jeremy Lin mostró su descaro en su segunda acción del partido. Tras estar a punto de perder el balón tras un pase algo pasado de energía de Tyson Chandler en la primera posesión, Lin capturó un rebote ofensivo tras fallo de Douglas, e inmediatamente después se lanzaría a por una bandeja delante de Dalembert que acabó en fallo, y con él cayendo al suelo. Un intento arriesgado para un jugador que a estas alturas no tenía garantizada ni su permanencia a dos semanas vista en el equipo.

Y lo cierto es que sus primeros minutos de calidad (jugó hasta 20 ante los Rockets) mostraron el tope que se esperaba, a aquellas alturas, de Lin. 9 puntos, 6 asistencias y 3 pérdidas de balón. Una buena actuación que no le salvaría de jugar sólo 6 minutos en el partido posterior, y 0 en el siguiente…

LA EXPLOSIÓN

Pero todo cambiaría el 4 de febrero, en el últimamente descafeinado duelo del río Hudson entre Knicks y Nets. Lin saldría a cancha a finales del primer cuarto ante los problemas de faltas de Iman Shumpert, la baja de Mike Bibby, y la poca confianza que, a estas alturas, despertaba Toney Douglas en Mike D’Antoni. Y su historia cambió. Quizás, para siempre.

25 puntos, 7 asistencias y 5 rebotes, y una victoria que abriría una racha de cinco partidos ganados de forma consecutiva, la mejor de la temporada. El Madison Square Garden incluso hizo sonar «Jeremy» de Pearl Jam en su honor tras el partido. Lo que vino después, ya ascendido a la titularidad, no se queda atrás. Lin se ha convertido, tras los partidos ganados ante Jazz, Wizards, Lakers y Timberwolves, en el jugador con más puntos anotados en las cuatro primeras titularidades de su carrera desde la fusión de la NBA con la ABA en 1976, superando a todo un Allen Iverson. Un hito que habla por sí solo del impacto de Lin en una semana.

EL FUTURO DE JEREMY LIN

Las virtudes de Lin son, básicamente, dos. Rapidez y descaro. No es un gran tirador de triples, ni un defensor 100% fiable. Pero existen pocos jugadores en la NBA con su habilidad para entrar a canasta. Además, Lin está aprovechando bien el «temor» que desprende en las defensas rivales para encontrar compañeros abiertos que puedan convertirse en alternativas a sus penetraciones a canasta. Y, sobretodo, está consiguiendo disimular sus carencias a costa de hacer mejores a sus compañeros.

La gran duda llega ahora con el retorno al equipo de sus dos estrellas. El lunes, Amaré Stoudemire volverá a estar a disposición de D’Antoni después de varios días ausente por el fallecimiento de su hermano, y Carmelo Anthony regresará durante la próxima semana tras su lesión de ingle. Pero es bueno recordar que, en aquel primer mágico partido de Lin ante los Nets, Stoudemire y Anthony compartieron cancha con él. D’Antoni puede soñar con el base que ayude a armonizar el juego del equipo sin esperar a que Baron Davis se recupere. Su juego en el «pick and roll» con Stoudemire será clave para recuperar la mejor versión del ala-pívot.

UNA HISTORIA DE PELÍCULA

Los detalles de la vida de Jeremy Lin han empezado a florecer en la prensa estadounidense a la velocidad de la luz. Más allá de su Licenciatura en Económicas por la Universidad de Harvard, quien a lo largo de su historia ha dado más presidentes de los Estados Unidos (8) que jugadores de la NBA (3), lo que más ha sorprendido es que duerme en el sofá en el piso de su hermano Joshua, estudiante de Medicina Dental en la New York University. Lineas paralelas en la historia de Lin que ayudan a mantener el mito de «chico normal» (aunque, posiblemente, con el mayor coeficiente intelectual de la liga) que triunfa de la noche a la mañana.

Lo curioso de Lin es que está empezando a despertar un cierto interés mediático en China. Pese a sus raices chinas, el jugador no sólo nació en la soleada California, sino que sus padres son originarios de Taiwan, cuyas relaciones diplomáticas con el gigante asiático no son precisamente idílicas. Para colmo, es también un devoto cristiano practicante que no oculta su deseo de convertirse en pastor evangélico. Un perfil muy diferente al de un Yao Ming, mucho más compatible con la monolítica visión del regimen comunista chino.

Pero, pese al boom mediático en torno a su figura, Jeremy Lin parece consciente de su pasado. Antigua estrella de instituto que renunció a la posibilidad de recibir una beca por méritos deportivos al entrar en Harvard, Lin no olvida que su puesto en la NBA ha pendido de demasiados hilos durante esta temporada. Cortado por Golden State y Houston, y a punto de ser incluso descartado por los Knicks (su contrato no fue plenamente garantizado hasta el pasado jueves), la gran semana de Lin sólo le ha servido, a estas alturas, para asegurarse un nuevo contrato en la NBA la próxima temporada. Si, de repente, volviera a sus números anteriores (en sus 38 primeros partidos en la NBA, entre Warriors y Knicks, promedió 2.8 puntos y 1.5 asistencias), al menos ya se ha garantizado no dormir en el sofá de su hermano durante mucho tiempo.

Pero, a día de hoy, no parece que la «Linsanity» esté a punto de agotarse. Si ha nacido una estrella, o sólo ha sido un destello de un jugador de segunda fila en el momento y lugar adecuado, lo sabremos en semanas o meses. Pero nadie va a quitar a Jeremy Lin la ilusión de haberse convertido, por siete días, en la gran sensación del mundo NBA.


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