Estados Unidos, campeón olímpico tras aplastar a Serbia

Tenemos nuevo campeón olímpico. Aunque nuevo, lo que se dice nuevo, no es. Porque Estados Unidos ha revalidado por tercera vez consecutiva el lugar más alto del podio tras aplastar a Serbia por un marcador final de 96-66.

El favoritismo de los norteamericanos acabó imponiéndose en una final que tuvo muy poca historia y que dejó cierto regusto amargo por la gran desigualdad que hemos podido ver.

Comienzo intrigante

Los pupilos de ‘Sasha’ Djordjevic empezaron valientes, con entrega. Su manera de defender a un equipo tan físico como Australia daba pistas de cómo podían intentar parar al Team USA, y esa fue la proclama desde el minuto uno.

Ayudas constantes y la minimización de las pérdidas de balón fueron un desconcierto para los americanos, quienes veían que iba a costar sangre y sudor conseguir cada canasta.

Y si encima los serbios se mostraban acertados de cara al aro, con buenas elecciones de tiro y un desparpajo a la hora de intentar triples, pues las cosas apuntaban a que podían llegar parejas a un mayor tramo del partido.

Se rompe el partido

Esas intenciones puestas encima de la mesa durante el primer cuarto empezaron a diluirse cual azucarillo en café según empezaba el segundo cuarto. O mejor dicho, el periodo donde el partido creció y murió.

Porque todos los esfuerzos y decisiones que los serbios habían tomado en los diez minutos iniciales quedaron desarbolados en cuanto Kevin Durant, Kyrie Irving y compañía empezaron a ver el aro algo más grande.

Desde ese momento se desató una tormenta de ataques que los de Djordjevic no supieron cómo parar. Es que ni siquiera daba la sensación de que supieran por dónde les venían y ese fue el comienzo de su propio desastre.

Parciales

A Durant, quien acabó con 30 puntos, empezó a salirse humo de la muñeca y eso, si estás enfrente, no es una buena señal. Cada ofensiva de los chicos de Coach K terminaba sumando, y ponerte de cara en un intercambio así con los americanos no tiene otro resultado que te acaben haciendo pequeño; muy pequeño.

De hecho, no necesitaron a muchos más jugadores para sentir que se despegaban en el marcador. Los parciales a su favor iban aumentando sin cesar, y cuando llegó el descanso del partido, la diferencia ya era tan grande que sabíamos que ya había ganador del oro olímpico.

20 minutos de transición

Lo visto desde la reanudación hasta el final tuvo poca historia. Serbia intentando maquillar el marcador a través del buen hacer de Milos Teodosic y los puntos de Nemanja Nedovic, quien acabó siendo el máximo anotador de su equipo con 14 tantos. Después estuvo el veterano Milan Macvan con 11.

Ni siquiera se necesitó el excelso acierto que estaba encadenando últimamente Klay Thompson desde el triple, y esta vez el escolta de los Warriors se quedó en 12 puntos con un 2 de 6 desde la línea de tres tantos. El que sí estuvo más activo en la pintura fue DeMarcus Cousins, quien cosechó 12 puntos y estuvo siempre metido en la tarea reboteadora.

Paupérrima final

Se esperaba más, mucho más. Algo parecido a lo que vimos en el primer cuarto o a lo que deparó el anterior choque entre ambas selecciones durante la fase de grupos, cuando Serbia estuvo más en el nivel que les ha caracterizado siempre.

Pero sobre todo, se hace muy poco cuando se compara esta final con las dos anteriores que se vieron en unos JJ.OO. y que tuvieron a España y Estados Unidos como rivales. En aquellas ocasiones, la selección española dio mucha más guerra y nunca se despegó en el marcador, poniendo en verdaderos apuros a los americanos y haciendo que hasta ellos mismos se cuestionasen que otro equipo pudiera batirles a pesar de llevar a lo más granado de su liga.

Los 30 puntos entre Serbia y EE.UU. hacen que sea la mayor diferencia en una final olímpica desde 1992, año que será recordado por el despliegue de un maravilloso equipo llamado ‘Dream Team’.


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