Las estrellas de la NBA acostumbran a tomarse la pretemporada sin forzar la máquina más de la cuenta. James Harden, de momento, opina diferente. Los Rockets consiguieron la segunda paliza de su preparación dos días después de ganar a los débiles Shanghai Sharks. Esta vez, fueron los Knicks los que sufrieron la maquinaria ofensiva de los Rockets, de momento funcionando a pleno rendimiento gracias a un Harden soberbio tanto en la dirección del juego como en la ejecución.
Si los Sharks recibieron 131 puntos, los renovados Knicks se llevaron 130. Indiscutiblemente, New York tiene mucho trabajo por hacer con un equipo renovado y con Joakim Noah, su teórico mejor defensor interior, ausente por problemas físicos. Pero aun así la fluidez de los Rockets impresionó, especialmente recordando los problemas de química que destrozaron sus opciones en la pasada temporada. El plan de Mike D’Antoni, su nuevo técnico, de darle el timón del equipo a James Harden está funcionando a la perfección.
Doble-doble de impacto
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28 puntos, con un 7/11 en tiros de campo, y 11 asistencias en menos de 30 minutos fue el balance del escolta ante los Knicks. Harden tuvo como gran aliado a Ryan Anderson, quien no desaprovechó sus buenas oportunidades desde fuera del arco, anotando 7 de sus 13 intentos para acabar con 26 puntos. En el lado contrario, Kristaps Porzingis (22 puntos) fue lo más salvable de unos Knicks en rodaje cuya defensa nunca estuvo preparada para detener el frenético y acertado ritmo de los Rockets.
Al final, fueron 27 puntos de diferencia entre Houston y New York, una distancia que muestra bien su estado actual en la pretemporada. A tres semanas del comienzo de la temporada regular, no debería ser motivo de pánico todavía para los Knicks, pero sí es buena señal para el equipo de Mike D’Antoni. El sistema adoptado por el arquitecto de los añorados Suns de Steve Nash nace con un mejor aspecto que en sus fallidas etapas en New York y Los Angeles. El resto de la pretemporada servirá para confirmar las primeras impresiones.