Estábamos a la espera. La NBA ejerce con diligencia militar su función recaudatoria.
Sabíamos lo que iba a ocurrir y conocíamos la cantidad, pues ya había precedentes. Stephen Curry ya nos hizo saber lo que costaba tirar el protector bucal en un momento de tensa pasión: 25.000 dólares. Y con DeMarcus Cousins no había que inventar demasiado.
El jugador de los Sacramento Kings, ante un final igualado frente a los Timberwolves, sólo necesito lo que él consideró una falta injusta pitada en su contra, para sacar ese yo que el psicólogo le dice que mantenga sin alimentar.
Saltaron los plomos y Cousins intercambió las ganas de golpear cualquier cosa, con un paseíto por las gradas del Golden 1 Center, varias maldiciones balbuceadas y el lanzamiento contra el suelo de su protector bucal.
Mismo castigo que a Wade
La NBA, que ya estableció el baremo de su Ley Mordaza con el gesto de Dwyane Wade —para quien escribe, totalmente desproporcionada—, no iba a dejar pasar por supuesto esta nueva oportunidad de imponer justicia y pasar el cepillo. Multa, por cierto, de idéntica cantidad.
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