La razón de peso que empujó a Dwyane Wade a divorciarse de la franquicia de su vida no fue tan competitiva como emocional. Lo que más anhelaba el escolta, una vez decidió romper con los Heat, era volver a casa. No ansiaba un proyecto ganador; ansiaba Chicago.
¡Tampoco es que aterrice en los Bobcats de Michael Jordan, ojo! Los Bulls, de hecho y quien lo diría tras las salidas de Rose, Gasol y Noah, ilusionan. Ahora tienen Rondo, mantienen a Butler, conservan piezas de calibre como Mirotic, McDermott, Portis, o Gibson, y sobre todo han logrado al hijo pródigo. Pues bien, para Flash no es suficiente. No al menos para volverse locos y subirse a la peana del narcisismo competitivo.
«Estamos centrados en mejorar día a día hasta volver a ser un equipo de Playoffs de nuevo», ha declarado Wade y rescata el Chicago Tribune. Ese es su verdadera meta a día de hoy, calificando la de aspirar al título como algo «surrealista». El guard es sátiro con quien pretenda semejante cumbre. «Viniendo de no alcanzar siquiera los Playoffs no te puedes poner como meta ganar el campeonato».
Los siete reinos del Este
¿Hola rookies? ¿Hola ego? Sí, ha hablado la voz de la experiencia. El «cholismo» —siento la analogía futbolística— se instala con Wade en el United Center. Porque este superclase ha visto el backcourt que tienen en su equipo, sí. Pero también ha alzado la vista y comprobado de lo que disponen Pacers, Hawks, Pistons, Raptors, Celtics y Cavaliers —por echar aquí el freno—.
Se ve que hay química entre Wade y nbamaniacs. Ambos compartimos ese principio necesario de humildad, cautela y realismo. Los Bulls pueden llegar lejos, por supuesto, pero despacio; que tampoco se extrañe nadie si son derribados demasiado pronto por el camino. Después de todo, Rose, Butler y Gasol también iban a ser el rival de los Cavs en el Este y ya sabemos todos como acabó aquí el cuento de Caperucita.