D-Rose, Thibs… y ‘estos Knicks’: ¿playoffs?

No hace falta mirar muy atrás, hacia el pasado, para saber que aquello de ‘segundas partes blablabla‘ no tiene cabida en la NBA. Dwight Howard ha demostrado en los Lakers que estas pueden ser, no buenas… buenísimas.

Cabe imaginar que Derrick Rose no confíe en imitar la senda del pívot y ganar el anillo en el año de su regreso a la Gran Manzana, pero sólo ayudar a que los New York Knicks disputen unos playoffs ocho temporadas después, invita a dejar un aire de satisfacción y sabor de boca más o menos igual.

‘Estos’ Knicks

Con un balance de 11-14 y aguantando octavos del Este cuando se ha cumplido ya un tercio de curso regular (reducido a 72 partidos, recordemos), llegar a abril vivitos y coleando no es ninguna quimera; pero por detrás y a rebufo aparecen Heat, Raptors (y alguno más) apretando, y con 47 partidos aún por disputar, ni los play-in están ni mucho menos garantizados. Los Knicks seguían necesitando ese ‘algo’ para apuntalar su renovada imagen competitiva, y abierta la oportunidad de traer de regreso a Derrick Rose al Madison (y a semejante precio de saldo), no podían, simplemente, dejarla pasar.

Con el peor balance de puntos por partido de toda la NBA (102,7), el encaje de un jugador vertiginoso (olvidémonos ya del pasado y de caducos MVPs… hablo del Rose actual) que aún te fía en torno a los 20 puntos por 36 minutos (14,2 en los 22,8 que le estaba dando Dwane Casey en Detroit) y con porcentajes que pueden rondar con facilidad el 45 por ciento en TC%, es, sobre el papel, indudable.

D-Rose, terrenal y concreto

Por la gravedad de sus lesiones quizás, Mr. To Strong-Too Fast-Too Good necesitó de bastante menos tiempo que Dwight para entender y aceptar que su reino, con él de rey, había acabado. Y sin nadie pedírselo, abdicó.

Callado, sereno, trabajador y sin interés alguno por las primeras planas, un atleta de talla mundial acostumbrado a reventar aros y desayunar crossovers dio paso a una versión de sí mismo que, aún con la cautela en pista como norma inquebrantable (nada de lucimientos innecesarios) y habiendo perdido gran parte de su nervio, de su poder (o intención) de salto, de su hambre por chocar con todo bicho en la pintura y lanzando 4-5 veces menos a canasta que en sus días de gloria… aún con todo eso, supo seguir siendo útil y sin dejar de cautivar, en el camino, el corazón de la afición.

Como hace casi dos décadas le vimos hacer a Ronaldo cuando aterrizó en Chamartín con unos años más y un par de huesos y tendones de menos. Pues en lo suyo, en esos quince metros finales donde las arrancadas no entendían de viejas heridas y con su microcosmos intacto, el búfalo seguía desplegando la esencia de su poder. Así el Fenómeno. Así D-Rose.

Thibodau: más que highlights

El día de sus 50 puntos a Utah como jugador de los Wolves, el baloncesto le devolvió una de las muchas que le debe, y ahí Rose, emocionado como nunca antes lo habíamos visto, lloró lágrimas de agradecimiento sólo por poder volver a saborear un pequeño y fugaz bocado de todo aquello que una vez fue.

Precisamente este segundo vídeo de arriba sucedió con Tom Thibodau en el banquillo. El entrenador de la voz ronca y pulso de hierro ha vivido a Rose en toda la cordillera, en sus momentos más altos y bajos. Al pre y post MVP. Al All-NBA y al sexto hombre. Muy pocos lo conocen como él y entienden el diámetro de su juego, como para sospechar que este tercer encuentro pueda perjudicar de modo alguno todo lo que ya está funcionando, como hacía muchos años que no, en las entrañas del MSG.

Rose viene a lo mismo que ha venido haciendo (desde la suplencia) en una franquicia desmoronada y sin elevar la voz: atacar, anotar, crear (6,2 asist/36min), romper pizarras y deshilachar defensas. Su limitación con el triple no debe suponer un problema en unos Knicks que están ganando partidos sin abusar en absoluto de él (penúltimos de la liga con 27,6 intentados por encuentro), y a la explosión de Immanuel Quickley, lejos de suponerle un palo en la rueda debe entrañar una suerte de apoyo, no sólo porque es más que probable que Manolito, con sus 21 años, haya crecido adorando a Rose y guarde un par de swingman con su nombre y dorsal en el armario, sino porque dentro de pista, por sus estilos de juego, pueden convivir y hasta congeniar.

«(Su fichaje) no afectará a Quickley, quien puede jugar en ambas peanas del perímetro. No limitará su desarrollo y los Knicks no deberían caer más abajo de la décima plaza del Este», ha dicho un scout de la Conferencia Este para el medio HoopsHype. “Creo que Quickley encajará bien con Rose«, ha afirmado otro. «Es un buen lanzador sin balón, y esto le quitará algo de presión».

A vigilar

Los riesgos de esta incorporación (que también los tiene) amenazan en dos frentes: uno, obviamente, la defensa, pilar que se ha convertido en el tabique de carga de los Knicks, siendo el conjunto, en antítesis a su ataque, que menos puntos por partido concede a sus rivales (104,1).

Otro es el clutch: D-Rose siempre lo ha tenido, pero Quickley no sólo es mejor lanzador que él, sino que actualmente posee el segundo mejor efficiency rating de toda su plantilla (18,89), por lo que a Thibs, que ya nos ha demostrado que puede pecar de obstinado en sus decisiones (aquel Wiggins playmaker y buzzer beater –que no game winner– de Minnesota…), esperemos que no le pueda la nostalgia en esta faceta, y además de saber tapar las carencias defensivas de su nuevo base (fuerte, buen desplazamiento lateral pero pasivo a menudo y de los peores point guards sorteando bloqueos) sepa leer cuándo el partido exige tener en cancha a D-Rose… y cuando no.

Si alguien se va a caer de la rotación por la incorporación del recién llegado, ése no va a ser Quickley (sus minutos podrían bajar ligeramente pero poco más), y a cambio el rookie, qué duda cabe, tendrá un mentor como pocos para aprender a marchas forzadas muchos de los secretos de su posición, algo que no iba a suceder con Payton y mucho menos con Dennis Smith Jr. a su derecha.

¿Y Detroit? ¿Y Dennis?

Y sobre este último (ayer algún forero cuestionó, y con razón, qué obtenían los Pistons con este traspaso), nada mejor se me ocurre que recurrir Ricky Rubio y a su frase por antonomasia. Never too hight, lever to low. Ni Smith Jr fue robo del Draft 2017 cuando varios así lo pensaron tras su primer año en Dallas, ni es carne de liga australiana como otros tantos pretenden ahora.

¿Que en Detroit, cuesta pensar, no podían haber obtenido más por D-Rose? Sí, cuesta pensarlo. Pero en la Motor Town han debido hacer una lectura similar a esta: Dennis Smith Jr es un jugador de sólo 23 años, con unas condiciones atléticas envidiables y un tiro con bastante margen (y capacidad) de mejora, al que no han sabido hasta ahora educarlo en pista para exprimirle todo su baloncesto.

Que esté dispuesto a beber minutos en la G League dice bastante de sus ganas de embarrarse para recuperar parte del estatus perdido, y que Detroit (reconstrucción asumida) tenga solo un par de novatos para competirle el puesto (Killiam Hayes y Saben Lee) y toda la paciencia del mundo en forma de temporada actual y alguna más para que explote el combo guard que lleva dentro, solo invita a que crezca la idea de que, al menos, vale la pena intentarlo.

En otras palabras y con otro ejemplo… ¿alguien daba más de un céntimo por Josh Jackson (mismo draft que Dennis Smith) hace cinco meses? También se había descarriado, también pasó por la G League… y actualmente (aunque no sea decir mucho) está siendo el segundo mejor jugador de Detroit.

Si ambos, Rose y Smith Jr., no cuajan ningún equipo habrá perdido demasiado en el intercambio. Detroit crecerá sin prisas a partir del Draft, mientras que un par de meses serán suficientes para comprobar si el tercer matrimonio de Thibs & Rose da resultado o acaba a lo Thelma & Louise. Los Knicks disponen de los Early Bird Rights y el mercado de invierno se extenderá hasta principios de primavera en este año de excepción. De necesitarlo, siempre habrá un contender dispuesto a darle la bienvenida a Rose, y la autopista para Manolito volverá a quedar expedita.

Y sino… ¿Quién tiene el corazón tan frío y la visión tan largoplacista como para renunciar a un sorbo inesperado de Knicks (y sus pobres knickerbockers) en playoffs?

(Fotografía de portada de Jonathan Daniel/Getty Images)


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