Algo pasa en Cleveland: cuando los planes no salen según lo previsto

Cuando las cosas no salen según los ilusionantes trazos marcados en un principio, la desesperación hace acto de presencia. Algo así ha ocurrido en Cleveland. Todo el trabajo realizado durante el verano ha quedado en agua de borrajas durante la temporada. Y cuando se han hecho cambios para corregir el rumbo, un nuevo contratiempo extradeportivo ha surgido.

La segunda semana de julio se confirmaba que los Cavaliers iban a tomarse las cosas en serio, y apostaron fuerte por hacerse con los servicios de Andrew Bynum. La desconfianza que pudiera generar su falta de profesionalidad en los Lakers y los 76ers dejaba paso a un tinte de esperanza por ver salir de nuevo el sol en Ohio.

Las cábalas de cuáles eran los objetivos de la franquicia o hasta dónde podían aspirar empezaron a resonar entre los análisis. Más si cabe cuando se había atado a uno de los mejores sextos hombres de la liga, como Jarrett Jack, o a una de las noticias más positivas del oscuro año en lakerland, como Earl Clark.

Si al cóctel se le unía lo ya presente con Kyrie Irving, Dion Waiters, Anderson Varejao o a Tristan Thompson, la imaginación sobre la repercusión en cancha de los Cavaliers se disparaba. No como para ponerles la etiqueta de contenders, ni mucho menos. Pero sí como para dejar bastante atrás la pobre imagen de una campaña antes.

La guinda sería el tapado del Draft. Un Anthony Bennett que se pondría la gorra de Cleveland con la misma sensación de sorpresa que tendrían esa misma velada otras muchas personas de todo el mundo. Pero si el cuerpo técnico le ha elegido, se decía, será por algo.

Con más de tres meses de competición a las espaldas, convenía la reflexión. Una mirada hacia atrás para ver qué es lo que ha pasado para que los ‘Cavs’ no estén cumpliendo ni con sus propias expectativas ni con las generadas entre el aficionado.

El equipo se encuentra ahora mismo con un paupérrimo balance (16-31) que les ha colocado fuera de los Playoffs en el Este, donde entrar tiene una entrada mucho más asequible que la que se paga en el vecino del Oeste. El grito definitivo sobre el estado del equipo lo ha dado recientemente su general manager, Chris Grant, al señalar con hastío que “la falta de esfuerzo que tenemos es inaceptable”. Y lleva razón.

Uno de los primeros golpes en la boca del estómago de la organización vino precisamente con el que se consideraba incorporación de la temporada. Bynum era suspendido a finales de diciembre por conducta perjudicial para el equipo. El center volvió a demostrar que hace la vida en su independiente burbuja, y la franquicia cortó por lo sano.

No se puede olvidar que ya en el arranque de la campaña, y tras sendos partidos ante los Bulls y los Timberwolves, se produjeron las primeras controversias en el seno del equipo. Una acalorada discusión entre Irving y el entrenador Mike Brown daría paso unos días después a otra reunión de los jugadores que desembocaría en una discusión general pasada de tono.

Sin ir más lejos la semana pasada, Waiters, del que se esperaba bastante más de lo ofrecido hasta la fecha, fue expulsado de un entrenamiento. Aunque el jugador lo negó, fuentes cercanas corroboraron el hecho y afirmaron que el egoísmo con el que se mueve se está tragando al propio Waiters.

Y en medio de estos berenjenales cuasi caricaturescos e infantiles, apareció Luol Deng. Su llegada venía a parar todo ese nerviosismo instalado en la franquicia, que veía cómo la meta de los Playoffs cada vez estaba más lejana. El veterano alero ha tenido que ver nada más aterrizar esa expulsión de Waiters, ciertas faltas de disciplina deportiva y una insuficiencia de autoridad por parte de Brown.

Deng, acostumbrado al estricto y funcional método que bebió en Chicago, no ha podido hacer otra cosa que sorprenderse. Como si hubiera llegado a una casa donde los chicos malcriados no paran de saltar y quejarse, y nadie es capaz de darles unos gritos para que entren en vereda. La cultura ganadora de los Bulls espera de manera inherente que los jugadores actúen como profesionales y sean castigados si se exceden de los límites. Y en Cleveland esto no ha sido así.

Entre todo este caos reinante, lo positivo aún para los ‘pupilos’ de Brown es que tienen tiempo para darle la vuelta a la situación. Complicado, sí. Pero el Este lo permite. Aunque deberán ponerse a ello desde ayer. La distancia entre salvar medianamente la temporada y que sea un fracaso cada vez aumenta más, y los Cavaliers tienen que ser uno para poder salvar tal barrera.

Demostrado ya ha quedado que la gestión del equipo dentro y fuera de las pistas ha brillado por su ausencia. Quizás la solución pase por cambiar al director de la orquesta. Porque ésta ha de sonar bien y no hay más tiempo para pruebas. Hasta los insubordinados y disconformes han de sumar. Y la experiencia que aporta Deng es uno de los mayores avales que tienen ahora mismo. Si las cosas no salen según lo previsto, tocará improvisar, sí. Pero con esfuerzo y disciplina, no con más asuntos de los llamados escabrosos que lo único que generan es dinamitar al conjunto. Veremos en qué acaba.


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