Celtics: (todavía) no hay razones para el pánico

La última vez que la NBA vivió un calendario como el de esta temporada, sus Playoffs fueron inauditos. Era 1999, y los Knicks, clasificados en el octavo lugar de la Conferencia Este, llegaron a las Finales.

Este tipo de vuelcos no suelen suceder en regular seasons normales, y ésta, como todos sabemos, no es una temporada normal. El lockout y la consiguiente presión de poner cuántos más partidos posibles en tan corto espacio de tiempo, premia a los equipos que estaban preparados para jugar al máximo nivel desde el primer día, y castiga a los que querían ir cogiendo ritmo a medida que avanzara la competición. Los Celtics de Doc Rivers están en la segunda categoría.

Una reflexión provocadora es que todo volverá a la normalidad a finales de abril, cuando empiecen los Playoffs, cuando las jóvenes y frescas franquicias tan en forma ahora en el Eastern, se encuentren en primera ronda con unos Celtics ya en su punto. Con la llegada de la post-temporada, muchas de las ventajas competitivas que ha dado el cierre patronal desaparecerán, habrá días libres entre partidos y la profundidad de los banquillos pasará a segundo plano, tras la calidad de los jugadores titulares.

Existen como poco un par de razones en Boston por las que desestimar tirar la temporada por la borda tan pronto. Dentro de unas seis semanas, será el momento de medir de nuevo el estado físico de jugadores tan importantes como Paul Pierce o Kevin Garnett, hasta el momento todavía tratando de encontrar sus piernas. Además, es impensable conseguir ahora un intercambio de jugadores de impacto para los C’s, pues los jugadores firmados esta pretemporada no pueden ser enviados a ninguna otra franquicia hasta el 1 de marzo.

Si por entonces los Celtics siguen siendo un grupo de verdes camisetas sin esperanza, todas las posibilidades se abrirán para su presidente, Danny Ainge. Pero, ¿y si durante este periodo Boston empieza a mover el balón, ganar a algunas franquicias sobre el papel más fuertes y fomentar la creencia de poder tener una buena post-temporada desde abajo?. Resulta, además, difícil de creer que los Celtics se deshagan de Pierce, pues está garantizada su desaprobación a cualquier traspaso, y difícilmente Boston obtendría algo equitativo a cambio de lo que se desprendería. 

La reciente racha de cinco derrotas consecutivas de la franquicia de Massachusetts (que la colocó en un desastroso 4-8 de balance) ha activado cualquier tipo de conjetura relacionada con un inmediato intercambio de jugadores, especialmente del Big Three, más teniendo en cuenta que los contratos del propio Garnett o de Ray Allen además de ser cuantiosos, expiran tras esta campaña.

Y no solo eso. El reciente caso de un apetecible y contrastado jugador como David West (que en esta pretemporada se sintió más atraído por la oferta de proyecto de los Pacers antes que por la tradición y pedigree de los Celtics) debe hacer reflexionar a Ainge. O el hecho de que en la lista de preferencias de Paul o Howard nunca haya estado la franquicia de Boston. Se trataría, quizá, de afrontar el futuro a medio plazo pensando no en hacer llegar a una estrella contrastada, sino de adquirir y desarrollar a un joven talento desde el principio, desde dentro.

Mientras tanto, en el corto plazo, nadie esconde cuáles están siendo los dos principales problemas en el juego de Boston Celtics: desesperante lentitud de ejecución y severos contratiempos en el rebote. Pero tampoco nadie en Boston olvida que la recuperación de Pierce marcará pronto la diferencia, pues con su sola presencia se crearán muchos más espacios en ataque para sus compañeros.

Hoy la fórmula debe pasar por pensar como Pacers o Sixers, y centrarse solo en los partidos de cada noche, sin mirar más allá. Solo así llegará el tiempo de los Playoffs para los Celtics donde, por bien seguro, ninguna franquicia querrá cruzárselos en su camino.


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