Chris Paul: sabor amargo entre tanto dulce

Chris Paul es el arquetipo del director de juego, la personificación de la generosidad en pista y, de forma menos conocida, ejemplo de buenas intenciones que se acaban torciendo.

Paul puede tomar el mando de cualquier partido en el que participe, pero, a menudo, la forma de hacerlo puede ser de alguna manera problemática. Se trata de un base increíblemente generoso, demasiado generoso. Su abuso del bote y el dribbling durante la primera parte de las posesiones de su equipo es tan prolongado, que acaba creando un sentido de urgencia innecesario en la segunda parte de las mismas; lo que deriva en demasía en  tiros forzados erráticos y hace que, tanto él como sus compañeros, sean más vulnerables a perder balones.

La súperestrella de los Clippers promedia hasta el momento en estos Playoffs 18,6 puntos, 7,5 asistencias y 3 robos por partido. Pero su producción se estropea con las 3,75 pérdidas que también acumula por encuentro y un incesante manejo del balón.

Recordatorio: Chris Paul es el mejor point guard puro de la NBA. Puntualización: Pero tiene potencial para ser todavía mejor. Y eso pasa por conseguir tener un rol en ataque más egocéntrico. Porque por mucho que esto pueda sonar superficial y hasta brusco, el juego de Los Angeles es mejor cuando Paul tiene el control absoluto.

No hay necesidad de ahogar su propia creatividad y la de sus compañeros por un excesivo uso del dribbling. Estamos ante uno de los mejores creadores de juego que hay en la Liga, pero demasiado frecuentemente tarda mucho tiempo en desarrollar tales jugadas. Todos sabemos que Chris Paul puede tomar decisiones en menos de lo que uno tarda en parpadear, y lo hemos visto en muchas ocasiones. Pero en la primera ronda de esta post-temporada ante Memphis no ha sido así o, al menos, no de forma consistente.

Veámoslo.

Paul promedia casi 40 minutos en pista hasta el momento en estos Playoffs, lo que significa que toma el control de los ataques de los Clippers casi durante el partido entero. Pues bien, en el trascurso de la serie a siete partidos que les ha enfrentado con los Grizzlies, Las Angeles ha lanzado 438 veces al aro, por 534 de Memphis. Eso son casi 100 field goals menos, así que imaginemos cuántos puntos se han quedado sin sumar en en el marcador de los Clippers.

Sí, al final el equipo de Paul ganó la serie a los Grizzlies, pero lanzar a canasta con un ligero mejor porcentaje que tu rival tirando 100 veces menos no va a funcionar ante los increíblemente eficientes Spurs (no ha funcionado ya en el Game 1 de la serie, con San Antonio con mejores porcentajes de tiro que Los Angeles en todas las categorías).

Y no se trata de hacer aquí acusaciones infundadas ni de mirar para otro lado. La culpa es, en este aspecto, casi completamente atribuible a Chris Paul, pues su trabajo principal quizá sea mantener la fluidez en ataque de su equipo.

Afortunadamente, sin embargo, Chris Paul es tan bueno en lo que hace que casi ni nos hemos dado cuenta. Se cargó al equipo a sus espaldas durante la mayor parte de la serie de primera ronda, liderándolo hacia la victoria final, a pesar de un sorprendente déficit en el apartado del acierto en tiros de campo intentados.

¿Pero durante cuánto tiempo durará esto?, ¿hasta dónde pueden llegar Paul y sus Clippers siendo él tan generoso?. No demasiado lejos, hay que decir.

Sus intenciones están claras, son genuinas y también inteligentes. Pero su ejecución necesita de mejoras. El acuerdo al que parece que todos hemos llegado entorno a que Paul puede ganar por sí solo un partido y llevar a su franquicia a la victoria, está en entredicho por el hecho de que él mismo es su propia kriptonita.


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