Brandon Ingram ejerce de estrella en la primera victoria de los Lakers

Medio partido de LeBron James y un majestuoso final de Brandon Ingram sirvieron para que los Lakers ganaran su primer partido de la presente pretemporada. Los jóvenes y descarados Kings fueron un duro rival para un equipo en construcción y carente de bases ante las bajas de Rajon Rondo (descansando) y Lonzo Ball (en la recta final de su recuperación). El mayor talento que Luke Walton dejó en cancha en los minutos decisivos acabó siendo clave para la victoria angelina por 128-123.

“Este es el año de Ingram. Creo en él”, declaraba LeBron James al final del partido. En una franquicia donde es difícil deshacerse de la sensación de que es el año de LeBron y solo de LeBron, estas palabras tienen peso. El talento de Ingram se combinó con una agresividad y confianza desconocida en años anteriores, especialmente en un final para enmarcar. El alero terminó con 31 puntos, igualando el récord anotador de esta pretemporada en posesión de Andre Drummond, y resolviendo jugadas importantes en los minutos calientes.

De’Aaron Fox ilusiona

Eso sí, Sacramento fue el equipo que empezó mandando. De’Aaron Fox dejó en un espléndido primer cuarto motivos para creer. El que debería ser el timón de los Kings por bastantes años se mostró seguro en la dirección y dejó una clara mejoría en su tiro en suspensión, el gran punto débil del explosivo base de segundo año. Ante unos Lakers cuya dirección se repartió entre bases de emergencia, particularmente Brandon Ingram y Josh Hart, el crecimiento de De’Aaron Fox hizo estragos.

LeBron James dejó jugar de primeras, asumiendo un rol secundario como en el arranque de los partidos anteriores de temporada. Claramente, buscó desarrollar su química en la cancha con Ingram, quizás el titular más indiscutible de los Lakers aparte de él mismo. No siempre funcionó, y la defensa de los Kings fue hábil para complicar aún más los pases de un equipo que pagaba su falta de distribuidores de nivel.

Sacramento fue más que De’Aaron Fox. La dupla interior formada por Marvin Bagley III y Harry Giles aprovechaba su longitud y agilidad para dañar la floja defensa de los Lakers, aún por debajo de lo esperado en esta pretemporada, y Buddy Hield encontraba el camino del triple. Con LeBron en el banquillo, el entusiasta Lance Stephenson intentaba poner orden al ataque angelino en función del segundo base, pero con escasos resultados.

Descargas de talento

Y LeBron James volvió, y dejó rápidamente otra muestra de lo que pueden ser los Lakers bajo fuego real. Tomando plena responsabilidad del balón, anotó 12 de sus 18 puntos totales en los últimos cinco minutos de la primera mitad, convirtiendo un 47-55 adverso en un 67-66 favorable. James no volvería a jugar tras el intermedio, dejando su noche en menos de 16 minutos de juego efectivo, pero sus ráfagas fueron más que suficiente para devolver a los Lakers a un partido que acabarían ganando.

El entrenador Dave Joerger no quiso forzar a los titulares de los Kings, especialmente de un De’Aaron Fox infrautilizado. Solo Harry Giles, Marvin Bagley III y el muy probable futuro jugador de G League Cameron Reynolds jugaron más de 20 minutos. Por el contrario, piezas clave de la rotación de Luke Walton pasaron de esta cifra. Fueron los Josh Hart, Kyle Kuzma, Kentavious Caldwell-Pope y muy especialmente Brandon Ingram los que decidirían el destino del partido.

Y pese a la mayor cantidad de talento los Lakers, aun sin un LeBron James que se convirtió en el más distendido animador desde el banquillo, el equipo necesitó de épica para ganar. En los últimos 70 segundos de partido, Brandon Ingram anotó 6 puntos y sumó un meritorio robo en saque de banda rival tras enviar fuera de la cancha los tres intentos anteriores de Sacramento. Fue suficiente para sacar de apuros a un equipo que no quería caer en un simbólico pero doloroso balance de 0-3 en pretemporada.

Por los Kings, fue un buen día para jugadores que pasaran más tiempo en su equipo afiliado de la G League en Stockton como Wenyen Gabriel o Jamel Artis, y quedará la confianza de saber que con un equipo más ambicioso en los minutos finales bien podrían haber ganado el duelo. Eso sí, también fue un recordatorio rápido de lo que será sufrir en su propia carne a LeBron James cuatro veces al año.


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