Dallas Mavericks: 329 días después

Los Mavericks de Dallas jugaron tan duro como supieron el pasado sábado para tratar de evitar la humillación que supone ser barrido en los Playoffs en primera ronda. Lucharon, pelearon, incluso construyeron una diferencia a favor de 13 puntos en el marcador entrado ya el último cuarto. Pero no fue suficiente.

Los Mavs fueron despedidos de los Playoffs sin ganar ni un solo partido por primera vez en la historia de la franquicia… tan solo 329 días después de ganar el primer anillo de la historia de la franquicia. Irónico, ¿no?.

Desastroso, más bien dicho. Dallas 97, Oklahoma City 103.

Las victorias morales no existen para los equipos que defienden un título, ni deberían hacerlo jamás. Un campeón debe siempre aspirar a repetir gesta, así que solamente una palabra puede definir la actuación de Dallas en esta post-temporada: bochorno.

Demasiadas quejas a los árbitros. Consistencia a la hora de venirse abajo cuando era el momento de cerrar el partido. Y ausencia total de algún jugador capaz de anotar con regularidad más allá de Dirk Nowitzki.

Así que todo se reduce a hablar de su esfuerzo, que, por cierto, fue supremo en el Game 4. Quedaban 9:44 para finalizar el encuentro y el marcador señalaba un 86-73 para Dallas. Pero, de nuevo, llegó el colapso. Esta vez en forma de parcial 11-30 en esos menos de diez minutos finales. O, dicho de otra forma, dependiendo del lado desde el que se mire, apareció James Harden.

Menos de cuatro minutos después, el partido ya estaba empatado a 88 y todos los allí presentes ya sabían que los Thunder se iban a llevar la serie esa misma noche. Tres de los cuatro partidos de la eliminatoria se decidieron en los tres últimos minutos de partido. Los Mavs perdieron los tres. Sucedió lo mismo en tres de los cuatro encuentros entre ambos durante la regular season con el mismo resultado: Dallas perdió todos y cada uno de ellos en apretado final.

Oklahoma City, pues, ha vencido a los Mavericks campeones de la NBA seis veces consecutivas, o siete de las ocho veces que se han encontrado esta temporada.

Nadie podrá engañarnos. Esta serie no ha estado en manos de algún error arbitral aislado, o algún tiro tan afortunado como decisivo de Kevin Durant. Ni siquiera en manos del destino dictado por los dioses del baloncesto. No. Esta serie ha estado completamente y desde su inicio en las manos de tres jóvenes estrellas (Harden, Durant y Russell Westbrook) que muy rápidamente han aprendido cómo ganar a Dallas tras el obsesivo 4-1 en contra con el que los después campeones de la NBA les eliminaron en las pasadas Finales de Conferencia. Llamémosle revancha.

Y también “en manos” de un equipo, los Mavs, con ocho jugadores de más de 30 años sucumbiendo cuando más importaba ante el ritmo imprimido durante los tres primeros cuartos de los partidos por un grupo de jóvenes con mucha más energía.

“Necesitamos jugadores que puedan anotar por ellos mismos”, declaró Nowitzki tras la eliminación. “La élite de la Liga tienen a dos o tres jugadores a los que recurrir en ataque, simplemente tienen más armas que las que tenemos nosotros”. Se puede decir más alto, pero no más claro.

Lo que lleva a nombrar en este punto a Deron Williams. De todos es conocido que los importantes descartes de los Mavs post-anillo (Chandler, Butler, Barea) fueron dictados por la voluntad de aumentar el espacio salarial y no por razones deportivas. Se sabe, también, que en la franquicia de Texas andan obcecados en traer al equipo a D-Will, no tan solo nacido en Dallas, sino también un jugador que responde a las necesidades a las que se refiere Nowitzki, además de fortalecer una posición clave del equipo, hasta ahora ocupada por un Jason Kidd cuyo DNI (nacido un 23 de marzo de 1973, 39 años) no miente en pista.

Sea como sea, más que la prematura eliminación de todo un campeón de la NBA, que también, es la forma como ésta se ha producido la que anuncia desmantelación forzosa del equipo. Lo llamarán reconstrucción, sí. Y será imprescindible.


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