DeMarcus Cousins, de chico problemático a ese líder esperado

Tiene sólo 23 años pero ya ha dado mucho que hablar en la liga. DeMarcus Cousins pasa por ser uno de esos jugadores que allá donde van no pasan inadvertidos, ya sea por su irrupción en la NBA con una clase incuestionable o por sus diferentes ‘desencuentros’ con prácticamente todos los que se han ido cruzando en su camino (compañeros, rivales, árbitros…). Pero a todo el mundo le llega el momento de parar, de cuestionarse qué ha hecho bien y qué mal, y de decidir si continuar por un camino o dirigir sus designios hacia otro. Cousins está justo ahí.

Este es el momento. Ha firmado un contrato de 62 millones de dólares por cuatro años y todos en Sacramento esperan lo mejor de él. Desde el propietario del equipo, Vivek Ranadive, que ha dado su apoyo para que continúe, hasta su entrenador Mike Malone, quien también es nuevo en la franquicia y ve en Cousins el centro del juego de su equipo.

La última campaña del pívot de los Kings fue cuanto menos convulsa. Sanciones, múltiples rumores de traspaso y un juego irregular marcaron un año que el jugador no recordará con demasiado cariño; además, factores externos como la inestabilidad de la franquicia tampoco ayudaron. Pero Cousins no quiere quedarse con eso, sino mirar al futuro y empezar una nueva andadura. «El año pasado no estaba feliz, para ser honesto. Me tomo mi trabajo en serio pero estando las cosas como estaban aquí, yo no era feliz. No había nada que esperar, era como trabajar por nada«, explica en Sacramento Bee sobre el estado de ánimo que arrastró el pasado curso señalando que «ahora todo es nuevo».

Claro está que no es excusa. Tenía muchos compañeros en el vestuario y todos sobrellevaron los problemas con otro talante, algo que el jugador del estado de Alabama entiende a la vez que se siente arrepentido. «Sé que hice muchas tonterías. Podría haber manejado mejor muchas situaciones y por eso he estado enojado conmigo mismo». ¿Ha madurado Cousins? Sin duda por sus palabras parece otro, más tranquilo, más sosegado y reflexivo. Todas estas cosas eran las que para muchos en 2010, año en el que fue elegido por los Kings en el número 5 del draft, le impidieron estar incluso más arriba, y que por ende le han relevado a entrar en ese grupo de chicos problemáticos de la liga.

Adiós al egoísmo

El vestuario lo es todo en la NBA. Tienes buenos jugadores, instalaciones, esquemas, ideas, pero… una mala relación entre los componentes hace que todo el trabajo quede en poco o nada. De esto también sabe mucho Cousins, de quien algunos no han dudado en decir que más que un compañero era un enemigo, una faceta oscura de su pasado reciente que también admite sin esconderse. «Cuando cometo esos errores como ser expulsado o recibir técnicas, sé que no estoy siendo buen compañero. No pienso en ellos sino en mí mismo. Tengo que ser mejor compañero», sentencia.

Pero no quiere ser mejor, quiere ser el mejor de su equipo. Quiere ser ese jugador al que todos encuentren ante cualquier dificultad, ya sea sudando en la cancha o poniendo el hombro en el vestuario. «Voy a salir cada noche y dejarlo todo. Soy el líder de este equipo y voy a ser el primero en entrar y el último en salir, voy a demostrarlo en la cancha cada noche«, asegura.

La temporada empieza ya y tiempo tendrá durante 82 partidos para demostrar que sus palabras son hechos, algo que agradecerá su equipo pero más incluso él mismo, ya que tiene por delante toda una carrera y sólo él puede decidir si será la de un jugador más o la de alguien que pueda marcar una época en los Sacramento Kings, una franquicia en la que tras superar su casi mudanza a Seattle se mira al futuro con optimismo y con un solo líder, el esperado, el jugador franquicia, DeMarcus Cousins.

 


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