El final de la vieja guardia

Primero, la necesaria visión en perspectiva: Lakers, Spurs y Celtics han ganado 10 de los últimos 12 anillos. Pero sus días de reinado han terminado (a no ser que este verano hagan grandes, muy grandes, cambios).

Rara es la ocasión en que una franquicia se siente bien cuando se trata de caer en los Playoffs. Valga la excepción de los Grizzlies, de ser éstos finalmente incapaces de eliminar a los Thunder en su camino hacia las Finales del Western. Pero generalmente, como siempre le gusta repetir a Pat Riley, a estas alturas de la temporada, solo existen dos sensaciones: victoria o miseria.

Así, si la miseria es una característica común de los fracasos post-temporada, hay que añadir otro factor a la ecuación: envejecer de forma pobre. Normalmente, aquellos equipos que han sido lo suficientemente exitosos como para alcanzar los Playoffs, suelen hablar de reconstrucción cuando son expulsados de los mismos. Tener suerte en el Draft, encontrar en el mercado de agentes libres aquella pieza que encaje perfectamente en el puzzle que es un equipo NBA, cambiar de entrenador… o simplemente, esperar un mejor karma para la temporada siguiente.

Puede pensarse que hay equipos que ya están de vacaciones que, de haber tenido un emparejamiento distinto, todavía estarían ahí compitiendo. Y es que en la mayoría de temporadas, uno podría estar de acuerdo con la anterior afirmación y tirar hacia adelante. Pero esta temporada, perdón, esta post-temporada, no es como la mayoría. Los Spurs, eliminados en primera ronda, los Lakers barridos en la segunda y los Celtics, fuera de combate, admitámoslo, contra pronóstico. Y todo eso no es solo perder, se trata de ver a leyendas perder. Leyendas que, en este punto, uno ya no puede asegurar que va a volverlas ver ganar.

Los Spurs pareciendo demasiado viejos ante los Grizzlies. Los Lakers pareciendo demasiado exhaustos e indefensos ante los Mavs. Y, dada la oportunidad de empatar a dos victorias en casa ante los Heat, los Celtics pareciendo, en los instantes finales decisivos del pasado Game 4, más los Clippers que cualquier otra cosa.

Mientras Grizzlies, Thunder, Bulls o Hawks proporcionan momentos de exuberante juventud en ésta la más impredecible de las post-temporadas, la vieja guardia parece más, eso, vieja que nunca.

La consternación por lo sucedido en los Celtics no puede dejarse de lado. El lamentable planteamiento final del Game 4 todavía resuena en los heridos corazones de los seguidores verdes: ante todo el país, Allen, Pierce y Garnett pareciendo ni tan solo conocerse; y en aquel momento crucial en el que, en temporadas anteriores, Doc Rivers se sacaba algún as de la manga, la confusión lo eclipsó todo. La misma confusión que reinó en el vestuario cuando, a media temporada, a Danny Ainge se le ocurrió que era buena idea dejar marchar a Kendrick Perkins y traerse a Jeff Green. Pocos meses después, los C’s están ya en el precipicio. Habrá que añadir alguna pieza joven y de valor para buscar la perpetuidad en los Playoffs cara al año que viene, y puede que sea a cambio de alguna de los mimbres del preciado y pionero Big Three.

En los Lakers, sin embargo, los cambios eran inminentes, no importaba cual fuera el comportamiento en Playoffs. Phil Jackson anunció que ésta era su última temporada ahora casi hace un año, y no parece que el terrible final vaya a cambiar en nada las cosas. A diferencia de los Celtics, los Lakers tienen más de una pieza que, de ser traspasada, puede traer consigo a un mejor consuelo. Andrew Bynum sería sin duda el segundo mejor center en el Este (o el primero si Howard cambia de conferencia), Lamar Odom es el nuevo Mejor Sexto Hombre de la temporada y Pau Gasol es un cuatro veces All-Star. Mitch Kupchak sabe de grandes cambios a bajo precio y, aunque quizá ya no haya un Gasol a precio de saldo en el mercado como en 2008, Dwight Howard, Chris Paul o Deron Williams no son precisamente premios de consolación. Si alguno de ellos se convierte en los próximos meses en el siguiente Carmelo, la resurrección en La-La Land puede ser más rápida de lo previsto.

Y en los Spurs, bueno, aquí es donde las cosas se hacen inciertas. Puede acabar sucediendo con Tim Duncan lo mismo que sucedió con Hakeem Olajuwon y sus últimos días de baloncesto profesional en los Raptors. Sería terrible. Y considerando que tanto Manu Ginobili como Tony Parker están ya en la recta final de sus carreras, los muchos años en Playoffs y competiciones internacionales convierten a los Spurs en un equipo considerablemente más veterano que lo que los propios carnés de identidad de tales jugadores indican.

Aparece aquí, también, un factor determinante: el inminente lockout. Será razonablemente mucho más difícil para Celtics, Lakers y Spurs ponerse a punto si, pongamos, existen tan solo una o dos semanas entre que termina el lockout y empieza un corto pero muy precipitado calendario 2011-12.

Como sucede cada día en Buckingham Palace, de lo que estamos siendo testigos es de un innegable cambio de guardia en la NBA. Desde 1998, unas Finales sin Kobe, Shaq o Duncan. Celtics y Lakers no pueden permitirse la temporada que viene ser exactamente lo mismo que esta que para ellos ya ha terminado. A los Spurs, sin embargo, quizá no les quede otro remedio. Una nueva era en la NBA empieza a partir de hoy.


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