La NBA no consigue dar con la tecla en ciertas jugadas

La NBA, como estructura orgánica, lo hace casi todo bien. Y lo más importante; se pasa la vida deconstruyéndose con la única intención de hacerlo al año siguiente aún mejor que en el anterior.

Dicho esto, hay un cromosoma que se le está atascando últimamente y no termina de evolucionar en la dirección correcta. El reglamento, casi cada verano nos trae nuevos parches. Nuevas actualizaciones; algunas revolucionarias y que realmente suponen un gran avance en ese difícil equilibrio que busca satisfacer, a partes iguales, a jugadores, Comisionado y espectador. Vértices, en ocasiones, de conciliación extenuante.

Esta temporada, por ejemplo, ha venido con dos cambios importantes bajo el brazo y que se están demostrando como grandes aciertos. La regla de los 14 segundos de posesión (en lugar de 24) tras rebote ofensivo, para agilizar los ataques. Bien. La simplificación del Clear Path, que castiga sin remilgos las faltas al jugador que vuela hacia la canasta contraria en transición. También bien.

Franja ‘Instan Replay’

Sin embargo, en lo que concierne a los finales de partidos, a los apretados sobre todo, lapso en el que cobra vital importancia la normativa especial que afecta, en exclusiva, a los dos últimos minutos, no ha habido la necesaria respuesta que exigen situaciones que dejan al trío arbitral, a menudo, con una mano delante y otra detrás.

Y con dos errores de calado en una misma semana ante los que encontramos la impotencia —tanto arbitral como del fan—, por un reglamento imperfecto, como única respuesta, desde aquí hacemos nuestro brindis al sol.

Pues resulta paradójico, cuando menos, que en una disciplina tan visceral e imperfecta como es el fútbol, haya logrado introducirse el VAR —algo del todo anacrónico a la esencia del fútbol en sí misma—, mientras que en el baloncesto, donde los parones incesantes son un elemento más del todo asimilado, sigamos como sigamos.

Más delito aún si cabe por tratase de la NBA, donde a pesar de contar desde hace años con un despliegue técnico brutal en Secaucus, sede de las oficinas centrales del Replay Center, los árbitros estén obligados a digerir —y lidiar con el abucheo del aficionado, que ejerce de jurado popular gracias a las repeticiones inmediatas del vídeomarcador— errores de los que cambian partidos y que, con pequeños reajustes en el reglamento, se podrían evitar.

Lo pitado, pitado está

El primer ejemplo es el de Lonzo Ball. Éste ligeramente debatible, por contar con un minúsculo rastro de subjetividad. Aunque casualmente es la polémica que más encendida tiene al personal. Por ser el pan de cada día, simplemente.

Acciones que hace veinte años no se hubiesen ni planteado señalar como faltas, ahora se concatenan sin piedad, exasperando a la grada y dejando a las defensas muchas veces sin saber bien qué hacer. Quien mejor ha entendido el nuevo paradigma y más lo explota en su beneficio propio, es James Harden, que vive afiliado a la personal. Pero hace dos días la burbuja reventó, y les explotó de lleno a los árbitros del Lakers – OKC. El favorecido por la ‘regla Harden’, en ese caso, fue Russell Wesbrook.

Para ser justos, no fue La Barba si no Manu Ginobili el primero en darse cuenta de que un brazo rival en el sitio (in)adecuado, podía convertirse en una falta de tiro. Pillería que desde entonces han ido imitando otros (como Chris Paul), pero a la que nadie le ha sacado tanto partido como Harden.

Y en pleno 2019, donde el contacto al poseedor del balón se castiga con una severidad jamás vista, el absurdo a veces degenera en acto reflejos como el que llevó a sancionar una falta normal de Lonzo Ball como falta en shooting motion, cabreando a LeBron James y concediendo a Westbrook la oportunidad de lanzar tres tiros empatar un partido que estaba acabado.

Esta vez el karma hizo su parte y los Lakers (en la prórroga) ganaron el partido. Y tras éste, Tom Washington, árbitro principal del choque, reconocía en comunicado oficial el error,explicando que éste, a su pesar, no pudo ser subsanado sobre la marcha. El reglamento lo único que permitía revisar en esa acción era si la falta había sido con Westbrook pisando la línea de tres (y dar, en consecuencia, dos o tres tiros). Y lo que no permite es que una falta, una vez señalada, vuelva a ser evaluada como tal. No puede anularse. A lo hecho –como suele decirse– pecho.

Lo no pitado, no se (re)pita

De interpretar esta norma a sensu contrario, aterrizamos en el partido de anoche que enfrentó a Detroit Pistons y Sacramento Kings. Vencieron los segundos, gracias a un espectacular y precioso triple a una pierna de Buddy Hield con el sonar de la bocina. Triple que jamás debió subir al marcador.

¿Qué están habilitados a revisar los referees en esta clase de jugadas? A tenor de la regla 13.1, únicamente a si el tiro fue realizado, o no, dentro de tiempo. Nada más. Y ante los dobles impepinables en que incurre Hield (en su último bote de balón, tras agarrar claramente éste con las dos manos), silencio sepulcral por imperativo legal.

Falta no pitada, se resuelve como cosa juzgada. Si ninguno de los tres árbitros ha hecho sonar su silbato, aunque en la instant replay sepan, para sus adentros, que esta tuvo lugar, será algo que solo se resuelva entre ellos y su confesor. Porque la retroactividad, en materia de faltas (tanto para las pitadas como para las que no), por ahora es una opción. Así que dos Avemarías, y para casa.

(Fotografía de portada de Ezra Shaw/Getty Images)


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