Tyson Chandler: detalles de veterano

¿En una acción resuelta con game winner, quién capta y concentra toda nuestra atención? Pues el autor del game winner. Obvio.

En el Celtics – Lakers de anoche, todo se desarrolló de manera tan apresurada que apenas tuvimos tiempo de pararnos a analizar la jugada… y disfrutar. Porque la última acción del mushing angelino, sin tiempos muertos que suplicar, arrancó la cuenta atrás con 11,5 segundos por delante. Parecieron muchos menos.

El ataque nos dejó varias perlas en su espasmódica anarquía. En primer lugar un Brandon Ingram forzado a subir la bola ante un LeBron James incapaz de recibir, fruto de una sanguijuela llamada Marcus Morris, que no abandonó a su presa hasta el instante final.

En segundo lugar, un Ingram que se jugó el aclarado más que por iniciativa, por obligación. La improvisada defensa de Boston (cómo se nota la mano de Brad) fue perfecta, y las líneas de pase, por lo tanto, inexistentes. Tan solo quedaba el isolation.

Isolation en uno contra uno en el que se impusieron los 32 años de Al Horford a los 21 Ingram (¡vaya gorro, Daimiel!), mientras –paradojas de la vida– Rondo esperaba, manos prestas… ¡abierto en una esquina! (3 de 4 para la mona vestida de seda).

Pero si me hicieran elegir, si me pidieran quedarme con un jugador en concreto de estos últimos 11,5 segundos, sería con, seguramente, Tyson Chandler, sus 36 años y sus dos acciones.

La primera fue un acto pueril, sin el cuál, seguramente, el balón nunca hubiese acabado en las manos de Rondo para una canasta épica. La segunda es más genuina, más visceral, más de todos, pero igual de imprescindible.

El empujoncito. Perfectamente calibrado, fácilmente desapercibido en un instante donde los árbitros no apartan la mirada del balón. Su brazo en la espalda de Kyrie Irving; un desplazamiento de unos sesenta centímetros, no más; suficiente para quedar fuera de la pelea por un rebote que, sin empujoncito, probablemente hubiese sido para él.

La lucha. La razón de que Chandler esté en Los Ángeles y que en la última acción de la noche fuese él (y no JaVale) quien estuviese ahí. En lo que él llama barro y otros pronuncian parquet. Para el veterano pívot, Dios le bendiga, un rebote es un tesoro.

Porque Morris se olvidó por fin de LeBron, Jayson Tatum corrió a su encuentro… pero el brazo de Chandler, sin Irvings de por medio, se coló entre los matorrales… lo suficiente para que el balón le llegase a quien le tenía que llegar.

Y los focos… ¿quién quiere focos pudiendo arañar un rebote más?

(Fotografía de portada de Harry How/Getty Images)


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