LeBron James en París: regaliz, Eminem y mucho saber estar

«Gracias por venir, lo aprecio de verdad». Para sorpresa de pocos, LeBron James se despedía de su encuentro con varios medios europeos de la forma más agradable que podíamos esperar, dándonos las gracias por cubrir su estancia en la capital de Francia. Tres anillos, dos medallas olímpicas, cuatro MVP y 30.000 puntos en la NBA no le impedían mostrar una sonrisa a la par que una gran educación y respeto por las aproximadamente 25 personas que estábamos con él en esa habitación.

Nuestro día con King James en París terminaba en ese momento, pero el nuevo jugador de Los Angeles Lakers debía seguir con su particular Tour de Francia sin dilación. Tras un jueves tranquilo en el que se vio con dos de las máximas estrellas del mundo del fútbol, Neymar Jr. y Mbappé, LeBron James estaba en medio de un viernes de agenda apretada.

Por la mañana había acudido a uno de los suburbios de París para inaugurar una espectacular cancha callejera en en la que le vimos hacer mates, bromear y cumplir el sueño de muchos en un encuentro con niños y prensa. Posteriormente, tras más de una hora de tráfico parisino en su contador, comida ligera y encuentro con medios especializados para contarnos sin filtros ni notas de prensa lo que él piensa de su nuevo modelo de zapatillas, las LeBron 16, las cuales se pondrán a la venta en todo el mundo el próximo 7 de septiembre.

Inmediatamente, partida hacia el House of Hoops de los Campos Elíseos, donde los empleados de Foot Locker le recibieron haciéndole un pasillo como si fuera un cliente de Apple que se fuera a comprar el último iPhone de turno. LeBron respondió con agradecimiento y replicando las palmas. Más tarde un pabellón repleto de aficionados le esperaba para ser testigo de la final femenina sub-20 de los All Parisian Games, tras la cual James entregó el MVP a la mejor jugadora del torneo.

¿Por qué contar todo esto? Porque fue lo que más llamó la atención de quien redacta estas líneas. Cuando viajé a París para coincidir por segunda vez con James en el espacio-tiempo, lo que pretendía era observarle en un ambiente de posible tedio y compromisos en situaciones relativamente privadas, con pocas miradas puestas en él para lo que suele ser habitual. La primera ocasión había sido durante los playoffs de 2011, en uno de los vestuarios del American Airlines Arena de Miami, enfrascado en la pesada labor de ganar su primer campeonato de la NBA, una situación en la que el deportista está por encima de la persona y el personaje. Sin embargo, en París LeBron iba a tener que ser LeBron. Tras más de una semana recorriendo parte del mundo con su gira #MoreThanAnAthlete, James se comportó en todo momento de manera exquisita, consciente de su papel como embajador, a partes iguales, de Nike, la NBA y de su propia figura. Y, lamentablemente, esta forma de actuar no es la habitual en otras estrellas de alcance mundial.

Ya fuera por el regaliz que comió a modo de postre o por la energía que las rimas imposibles del disco Kamikaze de Eminem le proporcionaron mientras las escuchaba a todo volumen en la furgoneta en la que se movió por París, James no perdió la sonrisa y dejó un magnífico recuerdo de la jornada a todos aquellos que se cruzaron con él. Nosotros éramos simples mortales en aquella habitación de un edificio cercano al Arco del Triunfo, sí, pero él también y la fama y el dinero no le han hecho olvidarlo.


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