Gordon Hayward, su mejor versión y «la paciencia» de la que le habló Paul George en 2017

La primera vez que Gordon Hayward pudo verse grabado en vídeo (el pasado enero), en situación real de partido con los Boston Celtics, quedó algo sorprendido. Decepcionado más bien. ¿Quién se suponía que era aquel corpachón lento con el número 20? El propio jugador no podía reconocerse en la reproducción; no al menos a lo que él recordaba que era como competidor de primer nivel.

«Pensaba ‘wow, ¿de verdad soy ese tipo tan lento de ahí?’ Creo que siempre es difícil en general verse a uno mismo en vídeo, pero obviamente esto era otro nivel», podía reconocer el propio Hayward, en declaraciones recogidas por la periodista Jackie McMullan en un artículo escrito para ESPN.

Qué duda cabe que la fractura en la tibia que Hayward sufrió al comienzo de la temporada pasada le cambió como jugador. Y lo sigue haciendo. No es el mismo prototipo de estrella que fichó por los Celtics a cambio de cuatro años y 128 millones de dólares; al menos no en estos momentos, cuando se encuentra aún en proceso de recuperar su mejor versión, la de antes de la lesión o una que pueda tener bastante que ver.

Gordon es el primero que lo sabe. No es el mismo ni está cerca de serlo por el momento. Aunque por instantes sí recuerde a ese gran alero que llegaba como penúltima pieza del puzzle que devolvería el orgullo verde a lo más alto. Sin ir más lejos, anoche completó uno de sus mejores encuentros de la temporada en un escenario inmejorable: 30 puntos en 27 minutos de juego en el Oracle Arena. Ante los Warriors y barriendo por una diferencia final que superó la treintena (95-128).

Algo como eso era, precisamente, lo que esperaba todo el mundo de él cuando llegó a Massachusetts, en julio de 2017.

Como todo su equipo, los Celtics, Hayward alcanzó su mejor nivel esta temporada en Oakland, el listón que toda la liga espera. Sin embargo, quizá ahí residió el principal problema con su rendimiento, en la prisa por querer ver al mejor Gordon desde su misma vuelta. Eso después de un accidente como el sufrido en octubre de 2017, cuando Hayward quedó impedido hasta de andar con normalidad por unos meses.

«Paciencia», decía Paul George

En los días más duros justo después de accidentarse, Hayward siempre rescataba las palabras que Paul George le había regalado como parte también afectada de un desastre similar hacía tres años (en 2014). A George le llevó dos años completos antes de poder jugar completamente liberado de nuevo, sin los residuos del lastre de su catástrofe en la tibia.

«Paciencia. Céntrate en quién eres, no en quién solías ser», le dijo George, y recuerda aún todos los días Hayward.

El proceso de vuelta a su mejor versión no ha hecho más que empezar, ahora desde la pista, pero los episodios más duros, en los comienzos, requirieron hasta de ayuda mental por parte de un especialista. «Es duro. Te avergüenzas. Quieres ser el tío más fuerte que no necesita ninguna ayuda». Pero no era así.

Volviendo al período actual, las sensaciones de esta temporada hablan de un Gordon Hayward que no es el jugador que incorporaron los Celtics. Y que está por ver (es difícil) si podrá volver a serlo.

«¡Traspasadle!»

«¡Traspasad a Gordon… aunque sea por una bolsa de balones!», pudo escucharse el pasado viernes por parte de un insatisfecho fan de Boston, durante el encuentro en el que los verdes se midieron a Washington y en el que Hayward acometió solo dos lanzamientos a canasta (3 puntos en total). Otro choque más este curso en el que Hayward era prácticamente un espectador, al menos en cuanto a su huella tangible dentro de la cancha.

Pero ahí está (insisto en ello) precisamente el error, creer que el Hayward de esta temporada puede ser el que promedió 22 puntos en Utah y llevó a su equipo a las semifinales de conferencia con números de All-Star.

«La parte más frustrante para mí esta temporada es que siempre me preguntan si voy a volver a ser el de antes. ¿Si voy a volver a qué? Porque la situación es completamente diferentes ahora», alega un Hayward que, para su mayor tranquilidad mental y siguiendo los consejos de su consejero espiritual (el del principio de la lesión) apenas presta atención ya a canales como Twitter o Instagram.

Nadie sabe, ni él mismo, si volverá a ser el jugador de baloncesto que cabalgó en los Jazz, pero desde luego es difícil que lo sea de manera inmediata esta temporada. Necesita el beneficio temporal cuanto menos para volver a ser decisivo.

Cómo conseguir que vuelva

Después de su grave lesión, Boston no era el mejor lugar para llevar una recuperación de un año entero. Equipo y compañeros nuevos, además de mucho talento listo para agarrarse al mínimo elemento que encontrase de portadas e importancia en la NBA.

«Una de las partes más difíciles del año pasado fue pasar por todo casi solo. No fue necesariamente culpa de nadie. Me acababa de cambiar a un equipo nuevo y estaba empezando a relacionarme con los chicos. Luego me lesioné y me aparté del equipo y luego ya perdí la ocasión», podía recordar Hayward en el artículo de MacMullan para ESPN.

Sí tuvo algo de cercanía Gordon en compañeros como Arron Baynes, Al Horford o Daniel Theis, todos padres (como Hayward) de niños pequeños y que frecuentaban la casa del pívot australiano como centro de operaciones ociosas y familiares de vez en cuando.

Pero el caso es que si fuera de la pista las cosas se torcieron desde el principio de la recuperación, tampoco empezaron bien cuando tocó volver a la arena.

Los Celtics consideraron a comienzos de esta temporada que, siendo una pieza clave de su plantilla y sistema, lo mejor sería que Hayward fuera recuperando la confianza por sí mismo sobre el parqué. Ese fue quizá otro de los fallos, pensar que su confianza volvería por arte de magia. La falta de autoestima de Hayward no pasó desapercibida en sus compañeros, algunos con roles más secundarios desde el banquillo, que se molestaron por su propia falta de responsabilidad si uno de los líderes no respondía.

«Nunca sentí que los chicos estuvieran frustrados conmigo. Pero sí podías sentir que estaban frustrados con su situación. Todos en la NBA quieren un rol mayor. Fue duro para todos. Estábamos tratando de ganar y yo estaba tratando de ser el que era», comenta Hayward.

Por ahí han podido llegar mucha parte de los problemas de los Boston Celtics este curso, el excesivo hambre de muchos de sus jugadores y el exiguo hueco para calmarlo en toda la organización. Pero al menos con Hayward parece que se comprendió, transcurridos algunos partidos, que todo el proceso debía respetar unos plazos.

«Queremos que Gordon sea Gordon»

«Nunca pensamos de él ‘esto no va a funcionar, hay que sacarle de aquí’. Era más una cuestión como ‘estamos metiéndole mucha prisa’. Todo el mundo quería lanzar a Gordon a la pista, pero su cuerpo no estaba preparado para hacer lo que nosotros le pedíamos», opina por su parte, Marcus Smart, compañero en Boston, sobre el principio de temporada de los Celtics.

Smart estima que necesitan al mejor Hayward para ser los mejores en el Este, exactamente la versión ofrecido ante Golden State; pero que poniéndole a jugar demasiados minutos tan temprano impedía el progreso suyo propio y del equipo también. Una pescadilla insistiendo en sostener su cola a dentelladas.

«Gordon entiende eso. Queremos que Gordon sea Gordon. Necesitamos ese tío con tanta confianza», resume Smart.

Demasiadas bocas en Boston

Sí, claro que los Celtics necesitan al mejor Hayward para poder triunfar. Pero por otra parte en el ecosistema verde no resulta sencillo, pues la rotación está atestada de jugadores talentosos que absorben una gran cantidad de tiros. Y que demandan más importancia a poco que tienen ocasión.

Poniendo un ejemplo con su temporada en Utah (única en la que fue All-Star), Hayward asumía casi 16 tiros por partido y viajaba a la línea de personal seis veces por encuentro. En la presente temporada con Boston sus ratios están en 8,8 intentos de campo y 2,4 transbordos a la línea.

Su importancia y rendimiento son menores, además de por su proceso de recuperación todavía en curso, por la calidad de los compañeros que le rodean. En un equipo con Kyrie Irving, Jayson Tatum, Al Horford, Terry Rozier, Jaylen Brown o Marcus Morris.. es mucho más complicado que el Hayward salido de lesión asuma 16 tiros por noche.

«Aunque estuviera completamente sano, habría noches de producción baja, en las que los números no van a ser buenos. Alguien puede estar caliente y yo no. Y entonces hay que ir en otra dirección. Eso es algo que nunca me había pasado antes», defendía Hayward sobre sus compañeros en los Celtics.

El nuevo Hayward

De ese modo, como Paul George le dijo en 2017 cuando su pierna pendía de unos tornillos, «la paciencia» es su mejor consejera en estos momentos. Paciencia porque encuentros como el de Golden State irán sucediéndose más a menudo conforme acelere el calendario. El de anoche fue el tercero de Hayward por encima de 30 puntos este curso y por ahí están las miguitas de pan a seguir para el jugador formado en Butler (con Brad Stevens).

Boston necesita al mejor Hayward pero no debe existir ninguna prisa. Ni ahora tras el gran partido ante los Warriors. En la virtud de aguardar estará parte del futuro éxito de Gordon en los Boston Celtics. Y quizá nunca vuelva a ser el de Utah, pero sí la mejor versión del jugador que es hoy en día, que es a lo que tienen que agarrarse los verdes.

(Fotografía de portada: Maddie Meyer/Getty Images)


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