L.A. Lakers: estado de sitio

Otoño de 1978. Jack Kent Cooke es el propietario de los Lakers, Jerry West su entrenador y Kobe Bryant acaba de llegar al mundo.

Aquella campaña empieza con el equipo angelino de gira por el Este, cosechando, como ahora, tres derrotas en los tres primeros partidos de temporada regular. En Philadelphia, New Jersey y Cleveland, aunque las dos últimas por tan solo una canasta. Los Lakers terminan aquel curso ‘78-‘79 llegando hasta las Finales de la Conferencia Oeste, derrotados por Seattle Supersonics. Pero al año siguiente, el equipo es vendido a Jerry Buss, draftea a un tal Magic Johnson y gana el campeonato.

Aquel espantoso inicio del ’78 fue solamente una pequeña parte del posterior proceso de gloria y éxito.

Puede que suceda lo mismo de nuevo este año, pues los Lakers han empezado la actual regular season también con un 0-3 en el casillero. Pero existe una diferencia: el equipo no espera a su salvador; los fundamentos están ya sobre el parqué.

Dwight Howard, Pau Gasol, Steve Nash y el propio Bryant son cuatro posibles Hall Of Famers. Pero por el momento tan solo han sido capaces de igualar tan horrible comienzo. Sus elevadas aspiraciones siguen ahí, pero conviene recordar que solamente un equipo (los Bulls de 1990-91) ha ganado el anillo tras empezar 0-3 la temporada. O, por compararlo con algo más contemporaneo y muy similar, los Heat de 2010-11, los del bautizo de Wade, Bosh y James juntos en Miami, empezaron también con dificultades, aunque aquel 9-8 no es este 1-3, tras la victoria angelina ante Detroit del pasado domingo.

No se han producido las tres primeras derrotas de Los Angeles en partidos apretados o en ambientes hostiles. Los Lakers han sido batidos sin tapujos las tres veces, dos en el Staples Center, siendo la última de ellas ante el hasta hace bien poco vecino pobre de L.A. la más dolorosa. Aquel 95-105 contra los Clippers fue al final un marcador “respetable” solo porque Kobe Bryant anotó 40 puntos en 43 minutos de juego, y lesionado.

Los defectos de los Lakers son desconcertantes. En ataque, no protegen el balón lo suficiente, mientras que en defensa… simplemente no han podido parar a sus rivales (excepto a los míseros Pistons). Mike Brown, cuya cabeza sigue colgando de un fino hilo, se ha apresurado a  decir en forma de bombona de oxígeno que su equipo estará cuajado para cuando llegue el All-Star Break. Pero en Los Angeles no le van a dar tanto tiempo. Nada de eso.

Hasta la primera victoria ante Pistons, los Lakers no ganaban un encuentro desde mediados del mes de mayo, llegando a acumular un 0-11 contando pre-temporada. Y aunque parezca mentira, afrontan este mes de noviembre, primero de la competición, con el dedo cerca del botón de pánico. Sin embargo, aquí el calendario da un pequeño respiro, con los de Mike Brown jugando seis de los próximos siete encuentros en casa, con los Spurs como único invitado de nivel anillo.

Hace tan solo una semana, Kobe Bryant apenas podía ponerse en pie, pero menos podía aún perderse un encuentro tal y como estaban las cosas. Y el mensaje que ha lanzado a estos nuevos Lakers se llama 26,7 puntos por partido en un casi 60% de acierto en sus tiros de campo. El sistema del Princeton offense, fuente de consternación en L.A. esta primera semana de competición por dejar marginado el juego de Nash, puede que se acabe convirtiendo, de nuevo en la franquicia, en el Lower Merion offense. Y no habría nada peor que tal dependencia, tan pronto. Mike Brown debe reaccionar, y debe hacerlo ya.

A pesar de sus números ante los débiles Pistons, Dwight Howard logró lanzar solamente trece veces a canasta ante Los Angeles Clippers, con únicamente dos rebotes en su haber al principio del tercer cuarto. En la front office que capitanea Mitch Kupchak nunca entendieron cómo Howard se mostraba tan reacio a unirse al proyecto laker una vez anunciadas públicamente sus intenciones de dejar Orlando. No tenía sentido para ellos, dado el talento del vestuario oro y púrpura y las enormes oportunidades en forma de marketing que se le abren a una estrella de la NBA por el simple hecho de jugar en Los Angeles.

Pero quizá Dwight Howard percibiera antes que nadie los defectos de tal experimento. A estos Lakers, a pesar de su talento ilimitado, les falta velocidad; y los Clippers fueron el último rival en demostrarlo la semana pasada.

Es mucho más que el posible campeonato lo que está en juego para los Lakers esta temporada. Se trata de formar a su próxima superestrella para que sepa asumir el papel de Kobe cuando éste decida dejarlo. Pero resulta que Howard será agente libre el próximo 1 de julio, y mientras todavía se asume que aceptará firmar un contrato de largo recorrido con la franquicia, el juego (y los resultados) de los Lakers deben convencerle que está en el lugar adecuado para acabar haciéndolo.


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