LeBron James: muerte y resurrección

Así no es como debía haber sido. Y aunque es todavía probable que no acabe siendo así, los talentos que LeBron James decidió llevarse a South Beach pronto hará un año, pueden ser vistos, tras su lamentable actuación del pasado Game 4, como uno de los valores seguros sobre los que los cómicos norteamericanos abusen en el momento de preparar nuevos guiones para la próxima temporada televisiva. ¿Talento?.

Un momento. Pongamos todas las cartas sobre la mesa y boca arriba: el talento baloncestístico que tiene James da para que cualquier equipo del mundo desee tenerle en sus filas. Fantástico y leal compañero de equipo, Bron no es, para nada, una mala persona. Y está profundamente comprometido con la victoria. Es tan bueno (tan, tan bueno) que incluso su tendencia a venirse abajo en los grandes momentos queda pequeña al lado de la consistencia que ofrece su superioridad física (y técnica) en el desarrollo del juego.

Pero incluso la luz que más brilla en la NBA tiene sus sombras. Esas que con tan solo nombrarlas consigues que todos los fans de los Heat junto con los medios locales del Sur de Florida se pongan a la defensiva, cuanto poco. Osemos a repetirlo de nuevo: LeBron James suele desaparecer en los momentos más trascendentes que se le plantean en su carrera simplemente por el hecho de no saber cómo negociarlos. Lo cual, no nos equivoquemos ni seamos hipócritas, fue el motivo principal de la derrota de los Heat en Dallas el pasado martes. La derrota por 86-83 de Miami, de nuevo con remontada previa, ante los Mavs que transforma estas Finales de la NBA en una apasionante serie a tan solo tres partidos, jamás hubiera ocurrido (jamás) de no ser por la peor actuación ofensiva de LeBron James desde el 5 de enero de 2007. De eso hace 1.615 días.

Ocho puntos son el total de anotación de James en el Game 4 de estas Finales. Ocho. Cero puntos son el total de anotación de James en el último periodo del Game 4 de estas Finales. Cero. Un solo tiro contabilizó James durante los últimos 12 minutos en los que los Heat tan solo anotaron 14 puntos (5, solo 5, en los últimos 7:06 minutos), dejándose por el camino no tan solo una ventaja de nueve puntos con 10 minutos por jugar, sino también, quien sabe, si el anillo.

Confío en mis habilidades”, dijo LeBron tras la ducha. No, no lo haces. En los 24 minutos que suman los dos últimos cuartos de los Game 3 y Game 4 acumulas un total de dos puntos en tan solo cuatro intentos de tiros a canasta. Tu admirado Dirk Nowitzki aportó mucho más que eso el último periodo del Game 4, fiebre incluida.

Ha tenido un mal día” añadió Chris Bosh. “Y punto. Estas cosas, a veces, pasan. Nos ha ocurrido a todos”. Buen intento, Chris, pero tampoco. No puede pasar, no si eres LeBron James. No si ni tu ni tus compañeros son el mejor jugador del mundo. En términos estrictamente baloncestísticos, estará bien reconocer que estamos ante una situación inaceptable. Todos sois inferiores a él y esto sí que es un hecho.

Lo peor del hundimiento de King James en este Game 4 es que pareció, en todo momento, incapaz de actuar mejor. Y eso es, lamentablemente, algo que ya todos hemos visto. Game 5 de las pasadas Finales de la Conferencia Este contra Boston Celtics: 3 de 14 en tiros de campo, para terminar con solo 15 puntos en lo que fue el último partido en casa como cavalier. Así que no, de ninguna manera James puede sentirse ahora confiado respecto a sus habilidades, pero… ¿qué más puede decir el jugador?

Menos repercusión mediática y afectación individual tiene una mala actuación en lo personal cuando, en lo colectivo, Dwayne Wade te salva el cuello, como sucedió en el Game 3. Pero cuando Wade más que cumple de nuevo pero se acaba perdiendo el partido, el peso de la derrota recae en su totalidad sobre las anchas espaldas de Bron.

Y es que no fueron grandes defensas las que anularon a James. El momento es aquí el único culpable. Durante el último periodo del partido del martes, el lenguaje corporal de LeBron James fue el de un jugador menor de una liga menor que tan solo desea que no le llegue la pelota. Jugada tras jugada, vimos a James evitando claramente entrar en contacto con el balón. Un corte sin sentido táctico por aquí, una permanencia excesiva en el lado débil por allá. Y lo peor, cuando le llegaba el balón, modo pánico activado y sacárselo de encima cuanto antes. El problema no es tener que ser más agresivo, como sugirió el propio James tras el partido. Antes, y más importante, es asegurarse de, al menos, estar presente. Ser agresivo y estar acertado llega siempre después de eso.

Mientras LeBron se escondía, Wade hizo todo lo que pudo para sus Heat. Solo que, esta vez, 32 puntos y la mitad de los puntos de su equipo en el cuarto cuarto no fueron suficiente. Suena a tópico, pero el motivo principal por el que Wade y James se unieran (que no es otro que el hecho de que creyeron que, para ganar, ambos se necesitan mutuamente) se demostró de nuevo cierto. Poco se puede decir de Bosh también. Cuando lo que obtienes de Bosh en un partido de las Finales son 24 puntos, una amplia sonrisa debe relucir en tu cara. Nada por lo que culparle.

LeBron James es así pues el único motivo serio por el que Miami debe lamentar la más que dura derrota del Game 4. Cuando el momento volvió a llegarle, el autoproclamado Elegido lo volvió a dejar pasar. Demasiado miedo al fracaso como para ni siquiera intentarlo. Y eso, quizá sea éste el punto más incomprensible, cuando todo el mundo (y primero, el propio James) sabe que ahora, a diferencia de lo que sucedía en Cleveland, Bron no necesita ser el héroe, pues le basta con ser su cómplice. Por si no se sabía ya, las eliminaciones de Celtics y Bulls por parte de Miami demuestran que a los Heat les bastará con un buen Wade más un poquito de ayuda de James para repetir presencias sucesivas en las series Finales. Solo un poquito.

The King seguirá en el trono solo con que someta a sus plebeyos con un rendimiento mayor en los momentos decisivos de los partidos, y que nadie dude que está sobradamente capacitado para ello. Sus talentos, habilidades y aptitudes están fuera ya de cualquier discusión racional. Pero le costó meses recuperarse del ajetreo que The Decisión originó, se llegó a obsesionar con Boston Celtics hasta que finalmente les superó, convirtió con sus declaraciones el mes de Noviembre en un auténtico lío para su franquicia, etc. Estamos ante un boxeador con un físico y unos golpes casi inigualables, pero desde el punto de vista mental, con una mandíbula de cristal.

Sí, en este foro y en este artículo también hemos enterrado a LeBron James por su infame actuación en el Game 4 de estas Finales de la NBA. Pero en este mismo foro, y ahora mismo, vamos a resucitarle. Que levante la mano aquel seguidor de los Dallas Mavericks que disfrute pensando en un LeBron James con ganas de venganza, de resarcirse nada más y nada menos que en un Game 5 de unas Finales de la NBA. ¿Ninguna?. En unas horas salimos de dudas.


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