La noche más salvaje de Zion

El partido que hoy dará la vuelta al mundo.

Buenos días a todos. Hoy no voy a hablar de NBA. Bueno, sí. Pero de la NBA del futuro. Acabo de terminar el Duke-Syracuse de ayer, partido de cuartos de final del Torneo de la ACC que dará hoy la vuelta al mundo porque volvía a vestirse de corto Zion Williamson. Yo aún estoy intentando digerir lo que acabo de ver.

Voy a intentar contaros todo lo que ha hecho Williamson esta noche sobre el parqué. Voy a intentar trasladar mis sensaciones durante y después del partido. Lo voy a intentar… No es fácil. Ya os adelanto que no he visto una cosa igual en mi vida.

Había visto varios partidos de Zion durante la temporada (cuatro/cinco completos), pero lo de ayer fue otra cosa. Volvía de un esguince de rodilla que dejó en shock al mundo del baloncesto (el día que explotó su zapatilla; ayer cambió las PG por unas Kyrie 4 especiales). 21 días sin pisar las canchas, seis partidos de descanso y en minuto y pico ya había dejado claro que aquello ni se iba a notar. No es un jugador normal.

Hacer de todo era esto

Una canasta fácil (calentamiento) y a volar. Mate entransición, manos en líneas de pase, alley oop, un buen triple, rebotes que dan miedo (por encima de las cabezas de sus adversarios)… De todo. En sus primeros nueve minutos de juego llevaba 15 puntos, cinco rebotes, cuatro robos, un triple y tres mates. Ah, y un perfecto 7/7 en los tiros. La sensación, abrumadora.

De estos últimos años, recuerdo el talento innato de Ingram o Tatum, la visión de Lonzo, la clase de exteriores como Monk y Fultz, la superioridad de jugadores interiores como Ayton, Bagley o Jahlil Okafor, el potencial que se intuía en estrellas como Markkanen o De’Aaron Fox… Recuerdo la temporada de la pareja Wall-Cousins y la sensación de superioridad general que transmitía Anthony Davis. Y lo digo completamente en serio: no recuerdo nada ni remotamente parecido a Zion Williamson.

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Su línea al descanso, por su alguno se lo estaba preguntando, fue la siguiente: 21 puntos (de los 34 de su equipo), 9/9 en los tiros, nueve rebotes (cuatro ofensivos), cinco robos y cuatro mates. Absolutamente imparable. Indefendible. Omnipresente.

Y no acabó ahí. En la segunda parte taponó un triple, finalizó otro par de alley oops, capturó un rebote y finalizó en el mismo salto a una mano desde el lado débil, metió varias manos clave (palmeando rebotes y robando sobre bote), puso un tapón tremendo en la ayuda…

Al final, 29 puntos, un perfecto 13/13 en los tiros (fatal en los libres, eso sí…), 14 rebotes, cinco robos, un par de tapones y cinco o seis mates en muchísimos minutos de juego. Ni rastro de la lesión y una sensación de absoluta superioridad verdaderamente aterradora.

El único ‘pero’

Zion es único, no hay más. Y el único ‘pero’ relevante (a lo demás ya aprenderá y los tiros libres ya entrarán…) que se le puede poner a día de hoy tiene que ver con la que es también su principal ventaja: el físico. Primero por las posibles lesiones de un cuerpo extraterrestre: mide dos metros, altura de escolta-alero NBA, y pesa bastante más que Joel Embiid o Karl-Anthony Towns. Todo con una potencia descomunal en el tren inferior que le permite poner la cabeza, levantando sus casi 130 kilos, por encima del aro. Y después porque en NCAA parece que compite contra niños. Físicos poco desarrollados en su gran mayoría para los que Zion es como un tanque que se pone a 200 km/h. Arrasa…

En fin, que la sensación es devastadora. Y que merece la pena que lo veáis con vuestros propios ojos. Esta noche jugará las semifinales del Torneo de la ACC contra los Tar Heels de Roy Williams. Mi consejo: no os lo perdáis.

(Photo by Streeter Lecka/Getty Images)


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