¿Un traspaso-regalo para Kemba por Navidad?

Más triunfos para los Clippers y para la intratable defensa de los Grizzlies, otro aviso de los Bucks, otra racha que continúa en Nueva Orleans, otra barbaridad de Joel Embiid, otra muestra de la seriedad de los Indiana Pacers, otra derrota de los Cavs y vaya victoria de los Kings en el día que volvía Russell Westbrook… Otra noche de locos en la NBA. Y hoy tengo que hablar de Kemba Walker. No sé vosotros, pero yo necesito ver competir a este señor en los playoffs.

Tras sus 60 puntos a Philadelphia, el base estrella de los Hornets se fue ayer hasta los 43 contra la mejor defensa de la competición. Los Celtics, inmersos en su propia mini-crisis, fueron incapaces de frenar a un Kemba Walker que puso 21 puntos en el marcador en los últimos nueve minutos de partido y que al final estuvo a punto de pedir una bombona de oxígeno.

Está intratable. Suma 103 puntos en dos partidos contra dos de las tres mejores defensas de la temporada pasada y ante Jimmy Butler y Marcus Smart, dos de los mejores defensores individuales para exteriores de toda la NBA. Pero… Más allá de las gestas, aquí hay mucha tela que cortar.

Kemba es, a día de hoy, el máximo anotador de la NBA. Y el máximo anotador de toda la Liga en los últimos cuartos (con diferencia). Y el segundo jugador que más jugadas finaliza para su equipo en sus minutos en esos últimos cuartos (el primero es Zach LaVine). Y el sexto que más entra a canasta y que más distancia recorre. Y el segundo que más lanza en suspensión tras bote. Y el cuarto que más tiempo tiene el balón en sus manos cada noche… En fin, que está haciendo de superhéroe en Charlotte.

Un problema que son cuatro

Y aquí viene el lío. Se juntan al menos tres o cuatro narrativas en un mismo cajón: está confirmando su estatus de gran estrella de la NBA (es el mejor momento de su carrera de largo), juega en un equipo que no está construido para ganar a corto plazo (y con problemas graves en la construcción salarial), tiene que hacer un sobresfuerzo brutal para competir cada noche (falta de ayuda) y, además, todo esto llega en el que es el año más importante de su carrera a nivel contractual.

En las últimas temporadas, Kemba ha sido una de las gangas de la NBA. A otro nivel, pero un caso muy similar al que vivimos con Stephen Curry. Firmó una extensión de cuatro años y 48 millones de dólares en octubre de 2014. Y este año será agente libre y podría tener opciones de sellar un acuerdo en Charlotte por más de 220 millones de dólares (será elegible para supermax si acaba la temporada en alguno de los tres mejores quintetos). Y la pregunta que me hago es la siguiente: ¿conseguirán los Hornets convencer a Kemba deportivamente?

Yo no creo que él quiera salir de Charlotte. Y Shams Charania tampoco (The Athletic y Stadium). Es su casa, la franquicia que confió en él desde el primer minuto y en la que ya es una leyenda (el mejor de siempre, en realidad). Y económicamente, la partida está ganada: le podrán ofrecer más pasta y un año más que el resto de pretendientes. Pero la clave casi siempre está en lo deportivo.

¿Un regalo?

Hemos visto a Kawhi, Paul George y Jimmy Butler forzar traspasos con la felicidad y el hambre como motivos principales. Esas son las dos claves, y los tres han acabado en situaciones prácticamente ideales. Ahora le toca decidir a Kemba, que tiene mucho de lo primero y muy poco de lo segundo. Y, sobre todo, le toca mover ficha a Michael Jordan. Si es que quiere retener al All-Star…

La situación no es sencilla. Empiezan a destacar, aunque de manera irregular, los jóvenes (Bridges, Monk, Hernangómez, Bacon…), te salva partidos Tony Parker (oxígeno para Kemba), aparece (bien) Jeremy Lamb… Pero falta talento. Falta otro grande. Como mínimo. Y la realidad es que hay cinco jugadores (Batum, Marvin, Biyombo, Zeller y MKG) cobrando más que Kemba Walker y ninguno vale ni cerca de la mitad…

En fin, que tienen trabajo en Charlotte. Y que igual hay que pensar en hacerle a Kemba un buen regalo (ayuda vía traspaso) en Navidad.


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