NBA: territorio point guard

Es como si el orden fraternal de point guards hubiera declarado la guerra al resto de la Liga.

Los nombres involucrados no sorprenden a nadie, pero sus números y la conspiración posicional de sus enormes y recientes actuaciones, sirven de recordatorio de lo que ya hace un tiempo venimos siendo testigos.

Ese no fue precisamente un domingo cualquiera. Valga la jornada del pasado 4 de Marzo como ejemplo. Primero fue Rajon Rondo con un ya histórico triple-doble ante la ola en forma de Linsanity que son los Knicks y en un partido emitido en abierto para todo el país. Horas después, Deron Williams reivindicó su casi extinguida condición de jugador (muy) importante de la Liga con sus 57 puntos en 29 tiros de campo y 21 tiros libres sin fallo, para la victoria de los Nets en Charlotte. El todavía MVP de la competición, Derrick Rose, contribuyó con 35 puntos en el triunfo de sus Bulls en la nada asequible pista de Philadelphia. Pero eso no fue todo.

Mientras empezaba a caer la noche en la costa Este, Chris Paul, considerado todavía por muchos como el mejor base de la NBA, se divertía mediante 28 puntos y 10 asistencias, con premio final en forma también de victoria en la prórroga en Houston. El veterano Steve Nash no dejó pasar tampoco la oportunidad de brillar en tal magna sesión de baloncesto dominical, aportando 19 puntos para Phoenix en su victoria en casa ante Sacramento. Mientras, finalmente, el demasiado a menudo infravalorado Ty Lawson se quedaba para los Nuggets a tan solo un rebote (22 puntos, 9 rebotes y 11 asistencias) de redondear con una muy meritoria victoria de Denver quizá en una de las pistas más complicadas de la Liga como es la de San Antonio. Todo bases. Todo victorias.

Definitivamente, parece que nos encontramos en medio de la revolución de los point guards. A pesar de que hemos visto grupos de bases impresionantes en las pasadas décadas, el volumen de grandes actuaciones actual es difícil de ignorar. Pues a la lista de jugadores arriba mencionada, falta añadir nombres tales como Tony Parker, Russell Westbrook, Kyle Lowry, John Wall, Kyrie Irving  o hasta el ahora lesionado Ricky Rubio. El plantel es de unas dimensiones inacabables.

Antes de buscar las posibles razones de tal explosión de talento posicional, cabe no olvidar que, a pesar de todo, la gloria de la NBA está todavía más asociada a aleros tales como Kobe Bryant, LeBron James, Dwayne Wade o Kevin Durant. Como tampoco que, en las últimas 21 temporadas, los equipos de más alto nivel se han apoyado por encima de las demás cosas en jugadores de poste bajo y/o constelaciones de talento en manos de la grandeza de conocimientos ofensivos de Phil Jackson.

Puede que esto último modere el motivo de esta columna pero, aún así, mentiríamos si no admitiéramos que estamos en una era de asombrosos directores de juego.

Explicaciones para el aumento de este dominio posicional pueden abundar, pero la predominancia de un estilo de ataque orientado en el dribbling con balón sería la que tendría más peso. Simplemente, la naturaleza ofensiva del baloncesto en estos últimos años ha evolucionado hacia, principalmente, crear oportunidades para los jugadores más talentosos de trabajar con espacio.

Con cada vez más jugadores (y de más tamaño) especializados en ejercer el papel de amenaza desde la línea de tres puntos y, con ello, las defensas cada vez más abiertas, el arte de ganar batallas en el uno contra uno (sea para anotar, sea para distribuir después) se viene imponiendo a pasos agigantados.

Otro motivo del crecimiento de la importancia del base en el juego cabe encontrarlo en la disminución paulatina de talento en el poste bajo, ya desde los institutos y las universidades. Y aquí caben dos categorías. La primera de ellas debería ser responsabilidad única de Kevin Garnett. Ese fibrado cuerpo de más de 2’10 metros cuya habilidad para sembrar el caos en toda la pista y todos los aspectos del juego rompió el molde en 1995, cuando KG saltó directo del instituto al profesionalismo NBA. Su facilidad para crear impacto en el juego de distintas formas (a menudo, y a pesar de su altura, desde el perímetro), fue percibida por los jugadores que desde entonces estaban por llegar como una necesidad imperiosa de anteponer la versatilidad (ser capaces de hacer distintas cosas en pista) a la especialización.

La otra, es meramente táctica. Resulta mucho más sencillo para las defensas tratar de evitar que el balón llegue a un muy buen jugador de poste (alto o bajo), que eliminar la posibilidad de que lo haga a un jugador (el point guard) que suele ser el primero en recibirlo ya desde el momento en que éste se pone en juego.

Mientras en Europa o Sudamérica persiste el modelo de inicio de transición ofensiva con un uso frecuente de pase interior y más movimiento del balón, en Estados Unidos el sistema de ir de un punto A a un punto B a través del dribbling no tiene competencia. Es por ello que el predominio de jugadores norteamericanos que juegan de base está por encima del de los que ocupan cualquier otra posición. Aquí y allí.

Nadie esperaba que Westbrook llegara a ser lo que ya es y en tan poco tiempo. O que Rose fuera el merecido MVP de la competición tan solo tres años después de ingresar en ella. Lo que está ocurriendo con los bases en la NBA es tan solo la punta del iceberg de lo que puede seguir ocurriendo en los próximos lustros. El dominio.


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