Sixers: el enigma Bynum

Sucede algo extraordinario en Philadelphia alrededor de la llegada de Andrew Bynum en el blockbuster deal que por fin sacó a Dwight Howard de Orlando. Aquello que todos (fans NBA, jugadores, GM’s rivales y analistas) consideran un triunfo para una franquicia, léase la llegada de Bynum a Philly, es visto por la misma de forma, como mínimo, neutral, cuando no en tono de desaprobación.

Son los Philadelphia 76ers una de las organizaciones de más tradición en la NBA. Seguro en el Top-5, quizá en el Top-4. Y son sus aficionados ejemplo de lealtad y compromiso con sus jugadores. Los que sean que vistan su uniforme. Poco amigos esos fans, por lo tanto, de traspasos y/o jugadores importantes no arraigados. De hecho, iban las radios del área de Philadelphia la mañana siguiente al traspaso llenas de reproches a la dirección de la franquicia.

No es que llegara Andrew Bynum (sobradamente, un center al que todos los equipos desearían poder incorporar); es que se iba Andre Iguodala. No existe razón por la que ignorar lo bueno que es Iguodala. De hecho, es miembro de un equipo recientemente ganador del oro olímpico y que, aunque sea mentira, se reivindicaba mejor que el Dream Team de 1992. Pero Iguodala era la cara del equipo de los Sixers desde 2004. Mejor o peor. Todavía por aportar o en clara decadencia. No importa. Era su jugador-franquicia, y ahora ya no está.

Desde cualquier otro lugar del mundo que no sea el área de Philadelphia, sin embargo, ser honesto significa reconocer que Iguodala era (en su mejor versión y no siempre) un tipo de jugador estilo Scottie Pippen. Fabuloso en muchos aspectos del juego, pero incapaz de llevar a su equipo, por sí solo, hasta lo más alto. ¿A dónde iban los Sixers tras ocho años con Iguodala? ¿Hacia una derrota en primera ronda de Playoffs? ¿En segunda ronda en un mundo ideal?

Andrew Bynum tiene sus defectos. Menos que los que tenía hace tres años, pero los tiene. Arrastra sus continuos problemas de rodillas. Menos severos que hace tres años, pero los arrastra. Pero Andrew Bynum viene desarrollando un proceso de transformación en su juego en este último tiempo que le hace abandonar el adjetivo “potencial” para acercarle al sustantivo “realidad”. Además, es un 2’13 todavía menor de 25 años y que, de estar sano, está en la lista sin duda de los mejores 20 jugadores de la NBA. Existen, de hecho, dos centers de élite que están con su mejor momento profesional aún por llegar. Y Andrew Bynum es uno de ellos.

Y hoy en día, en una NBA absolutamente polarizada por pointguards/guards de máxima calidad, si puedes obtener un center de tal nivel, simplemente “apretas el gatillo”, y las preguntas te las haces después. Siempre. Los Houston Rockets, por citar un equipo, estarían en unos altos niveles de excitación si hubieran obtenido a Bynum como premio de consolación a sus intentos de incorporar a Howard. Tener a Andrew Bynum no es algo precisamente pequeño y sí un muy buen negocio.

Otra cosa es que Bynum renueve con los Sixers terminada la temporada 2012-13. El dinero que éstos ofrezcan va a importar, cómo no, pero lo que Philadelphia le ofrezca a Bynum dentro de la pista va a importar más. Valgan los casos de LeBron o Chris Bosh como recientes ejemplos de grandes jugadores que han cambiado de equipo perdiendo dinero pero ganando en aspiraciones deportivas. Así que la presión no recae ahora en las maltrechas rodillas de Bynum. Lo está, de forma clara, en las decisiones de Doug Collins y en el saber hacer sobre el parqué de Jrue Holiday o Evan Turner.

La buena noticia es que Philadelphia ya ha demostrado ser un equipo formado por muy talentosos jóvenes jugadores capaces de formar un aspirante legítimo en la Conferencia Este. Si quieres batir a Miami, debes dominarles en sus puntos flacos (las posiciones de center y pointguard), siempre que tengas aleros que puedan defender y sepan anotar desde la distancia. Y los Sixers pueden llenar ese molde.

La mala noticia es, no obstante, que para retener a Bynum deberán en Philadelphia encontrar el camino para tener dinero suficiente como para ofrecerle un contrato de máximos el próximo verano, al tiempo que tener espacio salarial restante para atraer a otra gran estrella por aquel entonces. Y eso es prácticamente imposible, a no ser que los Sixers se deshagan de Holiday o Turner dentro de menos de un año.

Thaddeus Young, Lavoy Allen y Spencer Hawes son aquí la clave. De poder estos jugadores ofrecer suficiente punch y defensa en el poste junto a Bynum, los Sixers son fijos en los Playoffs y con terreno todavía para crecer. De otro modo, si Doug Collins es incapaz de poner orden a este buen número de jóvenes jugadores jugando para futuros buenos contratos, las cosas se pueden poner feas por Pennsylvania.

Pero tal y como los Sixers estaban construidos hasta la llegada de Bynum, no eran, en realidad, una amenaza seria para los equipo de la élite del Este (lo de Chicago del año pasado sabemos por qué pasó). Y aunque dejar marchar a uno de los dos mejores aleros defensivos de la Liga no es, inicialmente, un buen inicio de camino hacia el éxito, incorporar a un center de tanto nivel sí lo es; y los Sixers tienen jugadores en su roster que pueden aportar lo que Iggy aportaba.

En un escenario de mínimos, pues, si Andrew Bynum acaba marchándose tras la temporada 2012-13, los Sixers estarían condenados a descender a las más oscuras profundidades clasificatorias, con al menos el consuelo de tener opciones posteriormente de “pescar” alguna posible futura estrella vía Draft. Pero si ello no sucede, y los dioses del baloncesto se conjuran en el proyecto de Philadelphia, puede que la superestrella que ahí necesitan ya esté en plantilla.

El enigma Bynum pronto entrará en escena y, con el paso de los meses, iremos saliendo de dudas.


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