Tributo a Shaquille O’Neal

Siempre que alguno de los grandes jugadores de la Liga anuncia su retirada, llega el momento de ponderar en qué lugar del panteón de las leyendas del baloncesto debe ser colocado. Así que tras 19 años en la NBA, ¿dónde ponemos a Shaquille O’Neal respecto a los más grandes big man de todos los tiempos?.

Echemos primero un vistazo a su historial deportivo: Shaq ha acabado promediando 23,7 puntos, 10,9 rebotes y 2,3 tapones por partido en su carrera NBA. Con un total de 28.596 puntos, ocupa el quinto lugar en lo que a anotación total se refiere en la Liga. En cuanto a rebotes totales, sin embargo, los 13.099 con lo que ha terminado esta temporada le colocan en la 13º posición de la historia del baloncesto profesional americano. Ganó cuatro anillos jugando cinco veces unas Finales de la NBA, consiguió un MVP (en su mejor campaña en lo personal, la 1999-2000 con los Lakers, donde acabó promediando 29,7 puntos, 13,6 rebotes, casi 4 asistencias y 3 tapones por partido), tres MVP de unas Finales, también tres MVP del All-Star Game llegando a jugar un total de 15, dos títulos de máximo anotador de la NBA, miembro del primer equipo de la Liga en ocho ocasiones y, quizá, la más nombrada y referida personalidad que jamás haya jugado al baloncesto.

No está nada mal, ¿verdad?. Hay más. Seguramente la mayoría de los que leáis esto formamos parte de aquella generación que nunca hemos visto jugar a Bill Russell o Wilt Chamberlain y, aunque recordamos vagamente algo de la última época de Kareem Abdul-Jabbar, nuestra primera y principal referencia en lo que a un big man dominante en la NBA se refiere es, indiscutiblemente, Shaq. Desde finales de los ’90 hasta principios del nuevo siglo, O’Neal no tenía igual.

Pero la carrera de Shaquille O’Neal se fue viniendo abajo a medida que pasaban los años y llegaban los cambios de franquicia. Phoenix, Cleveland y Boston. Puede que esto haya hecho olvidar a algunos lo que Shaq llegó a ser, y no habría nada más injusto. O’Neal promedió 30-15 en dos Playoffs consecutivos con los Lakers y de eso ahora ya se habla muy poco, a pesar de que lo hizo, además, sin esfuerzos demasiado notorios.

En términos puramente estadísticos, Chamberlain, Russell y Abdul-Jabbar fueron mejores. Pero comparar distintas eras del mismo deporte resulta siempre plato de mal gusto. ¿Ha sido Shaq mejor de lo fue Wilt? En todo caso, mejor no preguntar a Scottie Pippen para no oír algo así como que el mejor  big man de todos los tiempos es Dwight Howard, con carta y quejas posteriores de Kareem Abdul-Jabbar.

De lo que no puede haber la más mínima duda es de que Shaq está junto a estos tres monstruos de la pintura en la discusión sobre el mejor big man dominador de todos los tiempos. Porque para jugadores de este tipo, la grandeza debe estar directamente relacionada con el dominio y, durante más de una década, Shaq dominó como no lo había hecho ningún center en ésta, nuestra era moderna. A pesar de ser un horroroso lanzador de tiros libres y de casi nunca anotar de fuera de la zona, O’Neal supo usar la fuerza y el tamaño para superar a todos sus defensores. A todos.

De nada sirve contrastar lo que uno consiguió en 1962 con lo que el otro consiguió allá por el 2002. Pero lo que sí podemos corroborar es que Shaq fue, en su tiempo, el jugador más físicamente dominante que tuvo la NBA. Planear defensas para él era del todo imposible, tratar de encontrar la manera de reducir su impacto en la pista, una idea fuera de lugar. Tuvo lo que quiso… mientras quiso. Si alguien me pusiera ahora una pistola en la cabeza para que me mojara, pondría a Shaq en el tercer lugar de la clasificación de los mejores big man de la historia de la NBA, tras Russell y Chamberlain; pero quizá solo porque ese parece ser el consenso común. Debemos tener la esperanza de que el tiempo que empieza ahora y que inexorablemente pasará, nos ayude a olvidar el triste final que su carrera vivió en Cleveland y Boston.

Pero será difícil que eso suceda y aquí está el por qué: existirán siempre algunos “peros” en la fructífera carrera de Shaquille O’Neal. Da la sensación de que siempre nos acordaremos de él pensando que faltó algo, que pudo llegar a ser incluso más de lo que fue. Demasiadas distracciones externas (actor, rapero, buscador continuo de apodos a todos sus actos, icono de la cultura del divertimento, estrella de la TV…) por las que Shaq, voluntariamente, sacrificó parte de su grandeza y su legado. Pero, admitámoslo, no podía haber sido de otra forma. O’Neal ha tenido la carrera que ha querido tener. Ganó títulos, dominó el deporte y se divirtió mucho haciéndolo. ¿Tuvo la oportunidad de ganar todavía más y poner un pie en lo más alto de cualquier lista? Sí, pero simplemente escogió otro camino, y no creo que nadie deba culparle por ello.

Sea como sea, la carrera de Shaquille O’Neal resistirá para siempre el paso del tiempo. Shaq fue más grande que el propio juego del baloncesto. Nadie tuvo a sus pies tanto como O’Neal a la Liga, los media y los fans. Se hizo llamar Superman y, sin duda, jugó y actuó como tal.


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