Utah Jazz: cerrado por reconstrucción

Un milagro. Solo así se puede describir el palmeo de Al Jefferson que le dio la victoria a Utah Jazz hace tres noches (ver vídeo) ante el quinto peor equipo de la NBA. En el partido anterior, en New York (131–109 para los Knicks) y en el de esta pasada madrugada (122-101 ante los Wolves), hemos visto a un hasta hace muy poco modelo de franquicia desplomarse. Es triste a la vez que patético. Revelador a la vez que siniestro.

En las últimas 21 temporadas, los Jazz han alcanzado los Playoffs en 18 ocasiones, pasando de primera ronda 11 veces y llegando a dos Finales. Bajo el mando de Jerry Sloan, Utah ha ganado durante las dos últimas décadas el 62.3% de sus partidos. Un nivel de resultados que habla de la franquicia de los Jazz sin duda como una de las más exitosas dentro de todo el deporte profesional americano durante ese periodo.

Pero esos días ya no existen, se han evaporado de golpe, quizá con la marcha de Sloan. Utah presenta un balance de 3–9 desde que, por sorpresa, Sloan abandonara el cargo de repente el pasado 10 de Febrero; o de 3-6 desde que, inesperadamente, la dirección deportiva de la franquicia empaquetara a su jugador-franquicia, Deron Williams, con destino a New Jersey. Si los Playoffs comenzaran hoy, Utah (34-32) los vería por televisión, en esta una temporada que empezó con expectativas mucho más elevadas.

Una primera impresión nos conduce a culpar a la marcha de Williams de los problemas de los Jazz. Lo que no es, en sí, erróneo. Durante cinco temporadas y media, Williams ha dirigido con una inicial y sorprendente experiencia y posterior maestría la disciplina ofensiva del equipo. Lanzando los tiros importantes cuando la situación lo requería y encontrando a los compañeros mejor colocados cuando no era así. Devin Harris sabe ya algo sobre lo que es tratar de sustituir a un jugador-franquicia, pero jamás podrá llenar el vacío que Williams deja sobre el parqué del EnergySolutions de Salt Lake City.

Tyron Corbine, nuevo entrenador de los Jazz

Pero el pasado lunes en el MSG se vio algo más, algo inédito. En pocas palabras, una absoluta indiferencia por la defensa, resumida en 131 puntos, 13 de 26 en triples y un 56.1% en tiros de campo del rival. Algunos apuntan ya a su nuevo entrenador, Tyrone Corbin, sin importarles demasiado que éste lleve tan solo un mes en el cargo, haya llegado pasado el ecuador de la temporada y deba priorizar la adaptación de sus dos nuevos jugadores (Harris y Derrick Favors) a unos sistemas que ni tan siquiera son los suyos.

No. El problema real de los Jazz es algo mucho más profundo. Utah es un equipo dividido. Por un lado están jugadores como Paul Millsap, Andrei Kirilenko o Mehmet Okur, la vieja guardia, acostumbrados a jugar de una manera y a tener éxito con ella. Pero el futuro de la franquicia está ahora en manos de otros jugadores, como los rookies Gordon Hayward o Derrick Favors, de cuyo desarrollo depende el impacto del equipo en los años que están por venir. Y equilibrar ambos sectores, bien lo sabe Corbin, puede ser un proceso complicado.

La solución pasa entonces por traspasar a Okur, Jefferson y hasta a Millsap, en pro de que Favors disponga de más minutos en pista y de que el rol de Hayward en el equipo crezca cuanto antes. Depende de cómo termine la temporada, pero parecería lógico un próximo Training Camp de Utah Jazz lleno de caras nuevas, y jóvenes. Las de jugadores hasta ahora secundarios que, juntos, pueden crecer y hacer crecer a la franquicia.

Un proceso de honda reconstrucción es para Utah Jazz inevitable. También porque no existe a día de hoy espacio salarial suficiente como para contratar a un agente libre de impacto este próximo verano, más considerando las reticencias que muchos de los jugadores de la NBA tienen por jugar en una ciudad tan conservadora como es Salt Lake City. Solo unas futuras elecciones de Draft acertadas y un cuerpo técnico paciente les harán salir adelante. Jerry Sloan ya no está, y con él se ha llevado el éxito. Una nueva era en Utah, ha comenzado.


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