Von Wafer: un ‘maldito’ en la D-League

“Rezo por otra oportunidad. Nunca llega. Por favor chicos, no seáis como yo. Desperdicié mucho talento divino a lo largo de los años”.  El 26 de julio de 2016, poco después de cumplir 31 años, Vakeaton Quamar Von Wafer escribía una serie de tweets donde, a la vez  que se lamentaba por no estar en ningún roster de la NBA, rogaba a quien fuera por una oportunidad para volver a la gran liga. El 30 de noviembre le llegaba, aunque fuera de manera indirecta: los Delaware 87ers, de la D-League, le llamaban a filas.

Quien no conociera al dedillo la historia de Wafer podía pensar que su grito en las redes sociales era el de un hombre desahuciado, desmoralizado, perdido, hundido. Y sin embargo, su carrera reciente no indicaba esto.

Vale, Wafer llevaba, y lleva, más de cuatro años sin jugar un partido oficial de la NBA, desde ese día de mayo de 2012 que irrumpió en un duelo de las eliminatorias por el título con los Magic. Firmó 6 puntos. Y nunca más. Pero lejos de terminar su vida deportiva aquella jornada, Wafer pudo construir un currículum de trotamundos, con experiencias en Rusia, en China y en Puerto Rico. E incluso en el país oriental, donde en febrero 2015 arrojó una silla al público en un encuentro con Shanxi Zhongyu, tuvo una oportunidad de redimirse, pues en la 2015/16 formó parte de los Jiangsu Monkey King, que se aprovecharon de que nadie quería contratar a Wafer porque acarreaba 6 partidos de suspensión debido al incidente de la silla y le extendieron un suculento contrato de unos 2 millones de dólares.

Acabó su periplo en la CBA, se reenganchó al baloncesto profesional en Puerto Rico y siguió haciendo lo que mejor sabía, encestar, aquí y allí.

Pero llegó el verano y Wafer quería NBA. Posteaba imágenes de neveras llenas de alimentos sanos, realzando que se cuidaba, que seguía una dieta como si estuviera compitiendo cada día, alternadas todas ellas con mensajes donde se lamentaba de no poder dormir, de ver muchos nombres en las listas de jugadores y nunca el suyo. Así pasaba el verano Wafer, atormentado, a pesar de que nunca le había faltado trabajo.

Y ciertamente, el escolta tuvo muchas papeletas, y en diversas ocasiones, de perderlo. Y ciertamente, en otros momentos, desperdició nóminas espectaculares.

Por ejemplo, en el otoño de 2009, cuando soltó por la borda 5 millones de dólares en el Olympiacos. Los griegos, que rompían la banca cada mercado veraniego, se hicieron en la 2009/10 con un escolta de entonces 24 años que podía dominar Europa. Wafer venía del que ha sido hasta la fecha su mejor paso por la NBA, un curso 2008/09 con los Rockets donde promedió casi 10 puntos por partido.

Antes de Navidad, los helenos rescindían el contrato de Wafer. Dos campañas quedaban reducidas apenas a unos meses.

La pelea con Delonte West

Wafer se había salido de la NBA en el mejor momento de su carrera, para irse a Europa y regresar con un gran paso atrás dado. ¿Qué pasaba por su cabeza? En diciembre, el anotador intentó volver a los Rockets, pero sus problemas de espalda se lo impidieron. Ese curso tuvo la suerte de que los Mavericks se acordaran de él para un contrato de diez días, pero no llegó a disputar ni un solo minuto.

Sin embargo, los Celtics le dejaron sitio en su rotación para la 2010/11. ¿Qué podía salir mal? Pues muchas cosas, si se tiene en cuenta que en ese vestuario estaba otro de los malditos de la NBA, Delonte West. A finales de octubre de 2010, tras un entrenamiento, West propinó en los vestuarios un puñetazo a Wafer, que no dudó en responder. Según informaron algunos medios estadounidenses, la tensión entre ambos se había prolongado durante una semana y había terminado por estallar tras un 3 contra 3 donde ellos tomaron parte de manera bastante intensa. Incluso así, cumplió todo el curso a las órdenes de Doc Rivers y dejó una perla para el recuerdo: un mate celebrado…que no entró. Por cierto, que en ese duelo de abril de 2011, Vafer marcó su tope de minutos jugados en un encuentro NBA, con 45.

Seis temporadas, ocho equipos

Esa es la hoja de servicios de Wafer en la NBA. Debutó en 2005 con los Lakers, tras ser elegido en el nº39 del Draft de ese año por los californianos. Wafer venía de hacer dos años en Florida State. Antes de ingresar en la NCAA, fue parte del McDonald’s High School All-American, aquel en el que LeBron se convirtió en MVP. Precisamente, en el concurso de mates del evento, terminó segundo, sólo por detrás del propio James.

Un partido con los Clippers en la 2006/07, en la que pasó la mayor parte del tiempo en la D-League, y  la 2007/08 repartida entre Denver y Portland fueron sus estaciones antes de coger la oportunidad de los Rockets. Y aprovecharla. Sus mejores tiempos en la NBA los vivió en Houston, al lado de Ron Artest, aunque no quiso o no supo prolongarlos. Por alguna razón, pensó que era mejor salirse de la rueda y saltar a Europa cuando su caché en la NBA estaba en buena consideración.

Cero partidos en los Mavericks, medio centenar en los Celtics, paso por Italia durante el cierre patronal y un buen puñado de noches en los Magic para cerrar su historia de manera ¿definitiva? en la NBA.

La D-League, tierra conocida

A finales de noviembre, tras comentar el de Luisiana  que se abortó una oferta china porque su agente no había recibido la comisión del curso pasado, los Delaware 87ers se dieron cuenta de que necesitaban dinamita y hombres exteriores en una rotación escasa en esa faceta, aunque con un interesante nombre, también con pasado NBA: Dionte Christmas.

El elegido fue Wafer, que se acercaba de esta manera un poco más a su obsesión estival: regresar a casa, a la NBA. Wafer empezaba con los 87ers (afiliado de los Philadelphia 76ers) su cuarta experiencia en D-League; la más interesante de ellas, la de 2006/07, donde se fue hasta los 42 partidos (todos de titular) y unos promedios de 21 puntos por asalto.

Apenas dos semanas después del anuncio, a Wafer le cuesta entrar en dinámica. En el último partido, anoche ante los Oklahoma City Blue, ni se vistió de corto. Cualquier situación así, en un palmarés como el del escolta, conduce siempre a pensar en lo peor.

“No me avergüenza entrar en una red social y rogar por una oportunidad en la NBA. No estoy preocupado por nada de esto, simplemente dadme una oportunidad”, suplicaba en verano.

El hombre que se pegó en un vestuario con un compañero, que tiró una silla al público en China, que estuvo fuera de diversos partidos en Florida State por faltar a las clases, que arruinó un buen contrato en Europa o que celebró un mate que no entró, piensa que merece una nueva oportunidad. Seguramente así sea. Y en el camino de la redención, carga con la penitencia de la D-League. De momento.


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